En diversas ocasiones he dedicado estas líneas a hablar sobre el cambio climático y sobre las consecuencias de éste fenómeno para nuestro país; creería que de alguna manera los lectores se encuentran saturados y cansados de oír pronunciar este par de palabras casi que a diario una y otra vez, pero cabe preguntarnos si realmente sabemos el significado de las mismas, en que consiste el fenómeno y el grado de responsabilidad individual y/o colectiva que nos cabe ante el problema que se genera.
Como ocurre con la mayoría de los problemas personales o colectivos de los seres humanos, reconocer que sus propios errores los llevan a las consecuencias que se obtienen, es bastante difícil; entonces lo primero debería ser la labor de reconocer que las mismas actividades que desarrollamos están acelerando el proceso del fenómeno, esto nos llevará a tener conciencia plena de que sin un cambio de comportamiento y de actitud el problema tenderá a complicarse cada día y el planeta se resentirá en la misma forma.
Sea lo primero entender el concepto de “clima”, y para ello quiero recurrir a la definición entregada por el geólogo Ricardo Lozano, hoy Ministro de Ambiente, cuando se desempeñaba como director general del Ideam: “Clima es la interacción de varios factores ambientales que definen un territorio y su población, como la temperatura, los bosques, la humedad, la presión atmosférica, los vientos y las precipitaciones”. A continuación definió así el término “variabilidad climática”, como una determinante de obligatoria comprensión para comprender el fenómeno: “Variabilidad climática es el cambio de esos factores en el corto tiempo como un proceso dinámico del movimiento de la tierra. Por su parte, Cambio Climático quiere decir que nosotros emitimos muchos más gases que normalmente la atmósfera siempre tiene, como los de efecto invernadero, lo que hace que las condiciones mencionadas cambien en el largo plazo.”
Es evidente que solamente el conocer el fenómeno y comprenderlo no es suficiente para combatirlo, es necesario ir mucho más allá; es indispensable emprender acciones que, no solo controlen el fenómeno sino que además tiendan a disminuir el impacto, si esto no fuese posible entonces es necesario establecer programas y proyectos para mitigar los efectos que se generarán en nuestro territorio, que como se ha mencionado en varias ocasiones será el segundo de américa en soportar las consecuencias.
Los diversos sectores empresariales del país han impulsado algunos proyectos y programas que deberían contribuir a lograr estos propósitos, sin embargo los esfuerzos no han contado con la armonía de las entidades gubernamentales y la mayoría de las veces fracasan por efecto de políticas del mismo estado que no permiten su funcionamiento; veamos algunos ejemplos:
- La tendencia debería ser a producir mayores energías alternativas en el país, en este tema existe una tecnología comprobada que permite convertir los residuos plásticos en biodiesel de tercera generación; los proyectos son inviables porque producen menos de 25.000 galones/día, que es el mínimo que exige el ministerio de minas para permitir su comercialización.
- El sector agropecuario está desarrollando e importando nuevas tecnologías basadas en información precisa y confiable sobre el estado del tiempo; sin embargo los costos no son competitivos con los mecanismos tradicionales y no existen créditos preferenciales para quienes lo intenten.
- Existen multitud de proyectos de conversión de residuos urbanos en energía, pero cualquier proyecto que se emprenda depende de un “club” exclusivo de comercializadores de energía lo cual demora en dos o más años el desarrollo haciéndolos inviables, o bien introduce un actor que participa en el negocio sin aportar más que su pertenencia al grupo selecto, encareciendo el proyecto hasta hacerlo también inviable.
Va siendo hora de que se articule el estado con la sociedad para impulsar realmente proyectos que cuenten con todo el aparato de la institucionalidad y combatan este fenómeno que amenaza con desastres para el país.