“Los cuervos tienen hambre”, regreso de Carlos Esguerra | El Nuevo Siglo
Nacido en Ubaté el 17 de enero de 1922, el escritor es autor de cinco títulos, entre ellos “Satanás se idiotiza”, “Un hijo del hombre”, “De cara a la vida” y “Tierra verde”.
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Jueves, 20 de Enero de 2022
Redacción Cultura

La segunda edición del libro catalogado como uno de los mejores en la lista de las “Cien novelas del siglo XX en Colombia”, “Los cuervos tienen hambre”, se lanza en sintonía con la celebración del centenario del natalicio de su autor, Carlos Esguerra Flórez.

Esta obra del escritor, nacido en Ubaté el 17 de enero de 1922, también es considerada por la crítica nacional e internacional como un libro sobresaliente en la narrativa de tipo social, que muestra de manera magistral la violencia que tenía lugar en Colombia a mediados del siglo XX.

Fallecido en 1980, Esguerra Flórez publicó cinco novelas. La primera fue lanzada en Bogotá por Editorial Mattos, en 1954, titulada “Los cuervos tienen hambre”, la cual figura dentro de la lista de las “Cien novelas del siglo XX en Colombia”, reseñada en enero del 2006 por la revista Credencial Historia. Ahora esta novela vuelve a ver la luz bajo la editorial El libro total y con prólogo del escritor Enrique Santos Molano, quien la distinguiera dentro de la mencionada lista.

“…En aquella época de comienzos de los sesenta se discutía sobre la violencia que azotó a Colombia en los 15 años anteriores… Comencé a leer con cierta curiosidad ‘Los cuervos tienen hambre’, pensando que era una más de las pocas novelas que se habían escrito acerca de la violencia. Me la leí de un tirón por lo ameno del relato, la corrección y elegancia del estilo, y pensé que era y creo que sigue siendo la mejor novela que se ha escrito al respecto”, afirma Santos Molano.

Esta segunda edición obedece al deseo de la familia del autor por sacar de nuevo a la luz pública esta reconocida novela, dada su buena acogida, para que sea leída por las nuevas generaciones.

Incluye, al final de sus páginas, los códigos QR de las otras novelas publicadas por el mismo autor, en la editorial Iqueima: “Satanás se idiotiza” (1955), “Un hijo del hombre” (1955), “De cara a la vida” (1956) y “Tierra verde” (1957), así como el código QR de la trilogía inédita del autor, titulada “Noéticas propias y propicias”, la cual concluyó cinco meses antes de su fallecimiento.

Para complementar el homenaje póstumo, también se lanza la segunda edición de “Satanás se idiotiza”, novela escrita en una luminosa locura.



Para recordar esta icónica obra literaria, EL NUEVO SIGLO le trae un corto fragmento del inicio de esta segunda edición conmemorativa de “Los cuervos tienen hambre”:

“Capítulo I

Palmarito

El lugar donde se desarrolla esta historia se encuentra entre las breñas de una región nortesantandereana. La carretera Central lo deja a usted en “Puente Unión”, un sitio de paso a orillas del río Pamplonita, y ahí lo recoge un carricoche cualquiera y lo lleva en diez minutos a Bochalema, un pueblo humilde, pintoresco y sosegado. Su urbanismo lo constituyen ocho o diez manzanas delimitadas por calles graciosamente empedradas, formando un cuadrilátero irregular cuyo centro es un bonito parque enmarcado de palmeras, con eras de diversidad de flores, donde hay dispuestos apenas con alguna simetría corriente varios bancos de cemento para los paseantes, un surtidor incapaz de llamar la atención del turista, unos pasillos concéntricos a una glorieta levantada a la sombra de un samán centenario, en la cual la banda del pueblo toca sus retretas semanales.

Al costado occidental de este parque –en el cual los días domingos, a un lado, vendedores y marchantes hacen su mercado–, se levanta la iglesia vetusta de estilo criollo, actualmente en obra aspirando a una mejor arquitectura. Contiguo a ella hay un edificio en tapia pisada de dos pisos, que es el colegio de Hermanas.

Al costado norte, a un extremo y haciendo esquina, aparece recién terminado el palacio de gobierno, en ladrillo y cemento, de estilo moderno. Este edificio y el de las escuelas, colocado en una de las manzanas occidentales del pueblo, es lo mejor a este respecto. Las casas de los ciudadanos tienen sus frentes aseados, son casi todas de una sola planta, se cubren con teja de barro ostentando varias el musgo vetusto y legendario.

Estas edificaciones particulares acusan una absoluta uniformidad en sus líneas principales: una puerta de entrada en medio de cuatro, tres o dos ventanas. En las dos calles centrales del pueblo es fácil encontrar a cada diez pasos un comercio miscelanesco, apenas en algún orden elemental, donde se hacinan las mercancías de toda especie corrientes en el lugar, ostentando casi todos estos comercios sacos de café y montoneras de panela, los productos especiales de la región. Las pocas personas que se encuentran entre semana por las calles son despaciosas, absolutamente, sencillas e indiferentes de ordinario mientras no haya nada nuevo, mostrando así la familiaridad doméstica que viven en su pueblo, donde, todas se conocen íntimamente. Se ven muchos perros en los andenes durmiendo desprevenidos; por las calles de trecho en trecho una que otra ave de corral; y en casi todos los tejados, palomas domésticas ostentando su plumaje irisante.

Aparte del brazo de carretera que lo comunica con la Central, proporcionándole el contacto indispensable con la vida moderna, el pueblo de Bochalema allega caminos por todos sus puntos cardinales, provenientes de las veredas vecinas. Son caminos de herradura distendidos en la tierra desde siempre, conduciendo al campesinismo en su peregrinación natural. Por el norte del trazo urbano se sale al camino que conduce a Durania, pueblo que dista unas cuatro leguas de Bochalema por esta vía. Huelga decir que este es un camino importante, no sólo por ser de unión entre los dos pueblos, sino más especialmente por las veredas ricas que atraviesa.

No bien se sale del pueblo se vadea la quebrada La Chiracoca y comienza el camino a costear un terreno asaz quebrado, pendiente, abundante en los más pintorescos y variados paisajes, propios de un clima medio y una tierra feraz.

El viandante tiene que tomar este camino para ir a la hacienda denominada Palmarito, en cuya casa tiene lugar el desarrollo de gran parte de los acontecimientos de esta historia. Seguramente a lo largo de ella tengamos que movernos bastante en la región, por lo cual tendremos las oportunidades de descubrirla en cuanto nos sea posible y necesario”.