Ojos del mundo sobre Trump | El Nuevo Siglo
/ AFP
Viernes, 13 de Diciembre de 2024

Decir que el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, es el Personaje Internacional del Año no tiene mayor misterio. Muchas cosas han ocurrido en el mundo en estos doce meses, con protagonistas de diversa índole y en diferentes partes, en especial por motivo de las guerras que se han expandido en el planeta. Pero aun así su reelección fue, sin duda, el hecho político más significativo, no solo por la accidentada campaña presidencial, sino por las profundas consecuencias hacia el futuro tanto internas como externas.

Habría que decir, en primer lugar, que el país de hoy es bastante diferente del que encontró Trump en su primer mandato, en 2016. En efecto, en la actualidad Estados Unidos es la potencia planetaria preeminente, pese a que ciertamente el propósito de sus adversarios es restarle dinamismo económico, disminuir su representatividad política en el concierto de naciones y dejar de lado su influencia como principal agente del sistema democrático en la arena universal.

Es claro, en ese sentido, que en los últimos tiempos la nación norteamericana ha logrado dejar atrás a los países que, en materia económica, estaban cerca de alcanzarlo, según los vaticinios de los expertos. Sin embargo, ahora goza de un margen holgado, gracias a la fortaleza de la economía, pese a las incidencias inflacionarias. Por lo cual, incluso, podría decirse que no es del todo clara la consigna trumpista de hacerlo grande otra vez: ya lo es y todavía lo puede ser más.

El punto, no obstante, es que Trump, por vía de aquella insignia proselitista, logró convencer a los norteamericanos de que podían ser mucho mejores, que el derrotero de la nación siempre ha sido la excelencia y que el retroceso que denunciaba no era más que fruto de una dirigencia decadente. No lo hizo a partir de un discurso elaborado, ni con sofisticación alguna. Se respaldó, en cambio, en una retórica sencilla, de hecho, a tono con las limitaciones de su vocabulario, que se concreta en frases cortas y directas en las que suelen preponderar dos o tres adjetivos: maravilloso, grandioso, fantástico…

Tal vez lo más sorprendente es que Trump, definido como el ogro de los ogros por los jefes y militantes del Partido Demócrata, salió avante en una campaña que no solo tuvo la judicialización como arma predilecta en su contra, sino en la cual sufrió dos atentados, uno que por milímetros casi le cuesta la vida. Eso le dio cierto aire providencial que, en no poca medida, le sirvió para acercarse a un electorado supuestamente renuente, infligiendo una derrota en toda la línea a los demócratas, con su agenda woke, y que ni siquiera estaba pronosticada entre los más fervorosos de sus correligionarios republicanos. De esta manera triunfó en todos los denominados “estados bisagra”, sacando gran ventaja en el registro del Colegio Electoral; ganó el voto popular; se hizo con la victoria en Senado y la Cámara de Representantes; y mantuvo las mayorías en las gobernaciones. Por donde se le vea: un mandato claro.

Esa es precisamente la incógnita que hoy prevalece. La síntesis estriba en si, a la vez que tiene de horizonte finiquitar prontamente las guerras que pululan por el mundo y consagrarse como el adalid de la paz orbital, va a iniciar, por el otro flanco, una guerra comercial. Frente a lo primero, ya ha avanzado que tiene un programa para acabar la confrontación entre Rusia y Ucrania, al parecer ya en tratativas. Y al mismo tiempo estudia un plan que permita una paz estable y duradera en el Medio Oriente, inclusive más allá de la política de dos estados entre Israel y Palestina, y que sea atractiva para todos, según lo dejó consignado en entrevista exclusiva de fin de año con la revista "Time".

Por otra parte, tampoco es secreto que el gran aliciente de la paz mundial, tal y como lo enseña la historia en tantos capítulos a lo largo de su trayectoria, es la expansión comercial. Efectivamente, cuando el comercio se estrecha, crece el belicismo, mientras que, en el escenario contrario, la paz avanza y domina al guerrerismo. Tendrá pues Trump que sopesar muy bien tan sensible asunto. Nadie duda, ciertamente, de que el mundo se encuentra en una época disruptiva, dentro de la cual el que mejor domine la tecnología tiene las mayores opciones de prevalecer económicamente. En eso la China ha sobresalido y no se tiene la certeza de si neutralizando su eficiencia, a partir de aranceles y proteccionismo, el resultado automático sea superar los retrasos en innovación.

Fuere lo que sea, y por todo lo anterior, además de otras facetas, los ojos del mundo no se desprenden de Trump. Por ello y sin ningún misterio es fácilmente el Personaje Internacional 2024.