Uribismo baraja de nuevo para sucesión de Duque | El Nuevo Siglo
EL EXPRESIDENTE Uribe ha sufrido un desgaste político fuerte en este gobierno y Oscar Iván Zuluaga emerge como una carta fuerte a jugar
Foto archivo AFP
Miércoles, 27 de Enero de 2021
Redacción Política

La desaparición del ministro Carlos Holmes Trujillo no sólo representa una gran pérdida para el país y el Gobierno, sino también para su partido, el Centro Democrático, que lo tenía como una de sus principales figuras, a tal punto que fue candidato presidencial en 2014 y 2018 y se aprestaba para una tercera postulación.



Como se recuerda, en la primera de esas ocasiones hizo parte de una consulta interna en el uribismo en donde compitió con Óscar Iván Zuluaga y Francisco Santos. Ganaría el exministro de Hacienda y Trujillo fue escogido como su fórmula vicepresidencial. Ya en las urnas, la opción reeleccionista se impuso y el Centro Democrático arreció su oposición.

En cuanto a 2018, Trujillo fue uno de los cinco precandidatos que compitió en una serie de encuestas eliminatorias en el último trimestre de 2017. Los senadores Iván Duque, Paloma Valencia y María Rosario Guerra junto al ex viceministro Rafael Nieto completaron la baraja de aspirantes a ser el candidato único del uribismo para representarlo en la coalición de centro derecha que buscaría la sucesión de Santos en la Casa de Nariño.

Llegaron a la final Duque y Trujillo, imponiéndose el primero. Aunque la opción primaria era que el dirigente vallecaucano fuera escogido, de nuevo, como compañero de fórmula vicepresidencial, se había pactado ir a una consulta popular multipartidista con los también candidatos Marta Lucía Ramírez (conservadora) y Alejandro Ordóñez (independiente) en marzo de 2018, el mismo día de las parlamentarias. El ganador sería el candidato presidencial y el segundo su compañero de tiquete. De allí la fórmula Duque-Ramírez.

Trujillo fue designado, entonces, en la Cancillería y de entrada era uno de los dirigentes con más peso específico dentro del Gobierno. Prueba de ello es que a finales de 2019, en plena crisis de gobernabilidad, Duque le pidió asumir la cartera de Defensa en reemplazo de Guillermo Botero, quien se vio forzado a renunciar ante la inminencia de una moción de censura en el Congreso.



Con toda la experiencia para manejar la estrategia de seguridad y orden público, Trujillo aceptó el difícil reto. Es más, algunos dirigentes del Centro Democrático trajeron entonces a cuento que fue, precisamente, desde esa cartera, en el segundo gobierno de Álvaro Uribe, que Santos se proyectó como el más firme aspirante a su sucesión en 2014.

Para el 2022 la nueva postulación de Trujillo era tan cantada que, incluso, en las últimas semanas se venía rumorando su inminente renuncia al Ministerio para no habilitarse hacia los próximos comicios presidenciales. Es más, en los últimos meses, ante la posibilidad de su regreso a la arena proselitista, desde distintos sectores del Centro Democrático empezó a recibir ‘fuego amigo’. Una circunstancia que los analistas interpretaron, no como una preocupación real por las falencias en el manejo de la seguridad y el orden público, sino como una evidencia del tempranero pulso interno del uribismo por hacerse a la candidatura única.

Barajar de nuevo

Visto todo lo anterior queda claro que el uribismo debe recomponer ahora el escenario de las precandidaturas puesto que perdió a un dirigente que compitió en 2014 y 2018 y que no pocos sectores del partido lo consideraban una de las cartas más fuertes para los comicios de 2022, que están ya a menos de 15 meses. Una contienda en la cual, de entrada, ya hay dos pesos pesados: Sergio Fajardo y Gustavo Petro.

¿Quiénes quedan en la baraja uribista? Esa es la gran pregunta del millón. Se sabe que las senadoras Valencia y Guerra quieren repetir aspiración. También expresó ya intenciones la senadora Paola Holguín. Igual se continúa hablando de una posible postulación de Jerónimo Uribe. Es el hijo del expresidente quien, como se sabe, se vio obligado a renunciar al Senado en agosto del año pasado para forzar que su proceso penal pasara de la Corte Suprema a la Fiscalía. De hecho, hoy está en duda que el exmandatario vuelva a encabezar la lista a la cámara alta, como en 2014 y 2018.

Aunque Jerónimo ha dicho que no está interesado en ningún cargo elección popular, algunos congresistas y dirigentes de esa colectividad le insisten en que repiense su negativa a la aspiración presidencial o, en su defecto, a liderar la lista al Senado en caso tal.

No faltan tampoco quienes proyectan al embajador de Colombia en Estados Unidos, el ex vicepresidente Francisco Santos. Igual se habla de dirigentes empresariales y políticos de la llamada ala más radical del uribismo, varios de los cuales le han tomado distancia el gobierno Duque por considerarlo muy centrista y que no interpreta el pensamiento del partido. No hay olvidar aquí, por ejemplo, que incluso a finales del año pasado se habló de una posible escisión de los uribistas más radicales para armar toldo aparte, rumor que sigue rondando.



Igual se habla de ‘reclutar’ algunos perfiles de otros partidos o incluso precandidatos de 2018, como el exministro de Defensa Juan Carlos Pinzón; el exalcalde de Medellín, Federico Gutiérrez; el exalcalde de Barranquilla, Alejandro Char así como otros exministros…

Sin embargo, el nombre más fuerte sobre el tablero es el del excandidato presidencial de 2014. Es decir Zuluaga. Para no pocos sectores del Centro Democrático el dirigente caldense, que alcanzó a sumar siete millones de votos, asoma como la carta más viable no solo para unir las diferentes corrientes del partido (que las hay y solo Uribe puede hoy tratar de alinderarlas) sino para competir con oportunidad real en la consulta interpartidista de la coalición de centro derecha.

¿Por qué Zuluaga?

Para algunos sectores del Centro Democrático es claro que la próxima campaña será más difícil que la de 2018. No solo porque la imagen y arrastre electoral del expresidente Uribe se ha desgastado en este gobierno, sino porque, como ya de dijo, no se sabe si volverá a postularse al Senado y ser el motor proselitista del partido. En otras palabras, se tiene la convicción de que esta vez no será suficiente con apostar ciegamente a la única fórmula de “el que diga Uribe”.

En segundo término, varias corrientes del partido consideran que Zuluaga interpreta mejor el pensamiento de centro derecha o incluso de derecha del uribismo que el propio Duque, y eso le permite tener más chance de unir las distintas corrientes de la colectividad, es decir las moderadas y las más radicales.

Y, en tercer lugar, hay un aspecto clave: para el uribismo la urgencia no solo es tener un candidato presidencial fuerte y propio, sino que éste tenga la suficiente potencia política y electoral para imponerse en la coalición de centro derecha y competir, luego, por ser el sucesor directo de Duque. En otras palabras, que sea capaz de ganarle en una consulta interpartidista, como ocurrió en 2018, a una eventual candidata de la talla de la hoy vicepresidenta Marta Lucía Ramírez (quien no se sabe si renunciará antes de marzo para postularse), así como a otros posibles aspirantes de partidos o movimientos por firmas de este espectro político.



Para ponerle más claro aún: en el uribismo, en voz baja pero de manera enfática, se afirma que la idea es seguir en la Casa de Nariño con uno de los suyos y no poniéndole los votos a un candidato de otro partido o sector, simplemente por la urgencia de frenar a Petro o Fajardo.

¿Se lanzará Zuluaga? Esa es la otra pregunta del millón. Desde el momento que Duque ganó en 2018 se aseguraba que el excandidato iría al gabinete a la cartera que escogiera, pero no fue así. Se sabe que en esa ocasión y a lo largo de los dos años y medio del gobierno uribista le han ofrecido ministerios, embajadas y otros cargos (incluyendo la dirección del partido) pero siempre respondió que no era el momento y que estaba esperando a que se solucionara un proceso en la Fiscalía contra su hijo, causa que aún hoy está vigente…

Sin embargo, con la salida de Trujillo del escenario de las candidaturas uribistas la situación cambia y todas las miradas se dirigen al excandidato presidencial por considerársele una carta fuerte y de dimensión nacional… Ese es el dilema.