Desde el 23 de enero y hasta la fecha la gestión del presidente encargado de Venezuela, Juan Guaidó, ha sido importante, ya que en ejercicio del cargo, ha logrado tomar medidas de impacto en el orden económico, político y social. La oposición, además, ha recuperado la fe en su liderazgo
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El 23 de enero Juan Guaidó se juramentó como presidente interino ante miles de seguidores en las calles de Chacao, Caracas. Hoy cumple 60 días al mando de Venezuela recuperando la iniciativa política de la oposición, logrando un certero apoyo internacional, una favorabilidad del 70% y desafiando a un régimen autoritario reacio a salir de Miraflores. ¿Qué ha pasado?
La dirigencia opositora, en su mayoría, y los ciudadanos, son conscientes de que así como hace una semana lo dijo el diputado Miguel Pizarro, es importante pensar “por un segundo (…) lo que hemos ganado en dos meses”. “Si hubiera una salida más rápida, créeme que la hubiéramos tomado. El enemigo más grande es el desespero”.
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Continúa el cese de usurpación
En octubre de 2018 el español Carlos Malo de Molina convirtió el deseo de una transición en Venezuela en un documento que plasmaba los tres pasos a seguir tan pronto se posesionara Guaidó como presidente de la Asamblea Nacional, en enero. Se llamó la “Hoja de Ruta” y consistía en que, después de posicionado el Presidente Interino, había que reconstruir la democracia venezolana logrando como requisitos incondicionales el cese de la usurpación del cargo, la transición política y elecciones libres.
Este proceso, después de dos meses y medio de haberse lanzado, permanece en la primera etapa, el cese de usurpación, ya que Nicolás Maduro sigue manejando cuatro de los cinco poderes del país –la Asamblea Nacional (Poder Legislativo) es opositora-.
Es claro que pese a los avances del gobierno interino, el líder chavista aún cuenta con el monopolio de casi todo el aparato estatal de Venezuela, desde la lealtad de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) hasta la capacidad sobre el moribundo aparato productivo, con notorias fallas, como la que se presentó hace dos semanas en la hidroeléctrica Simón Bolívar, el Gurí.
Lo que significa, como explica en charla con EL NUEVO SIGLO el profesor de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), Antonio Canova, que Guaidó “ha venido tomando una serie de medidas que no necesitan del aparato coercitivo del Estado para tomarlas (…) Ha nombrado representantes en organismos internacional, en embajadas, hay un Procurador General Encargado”, pero el manejo del Estado, al menos a nivel local, permanece en manos de los chavistas.
La situación interna tiene dinámicas mucho más adversas, ha dicho Guaidó, con un oficialismo encerrado en Miraflores dispuesto a operar todo el aparato de seguridad para acallar a detractores. “Yo debería estar ahí desde hace dos meses, dirigiendo una transición, organizando una elección realmente libre. Esto es una dictadura. Pocos dictadores aceptan voluntariamente que lo hicieron mal, que quebraron al país, que asesinaron gente, que se robaron una elección”.
Logros
Lejos de los tradicionales discursos derroteros que han marcado a la oposición, Guaidó ha persistido en su rol como presidente interino, logrando un reconocimiento nacional que hoy supera al de líderes como María Corina Machado, Henrique Capriles o Henry Ramos Allup.
El hoy Jefe de Estado Interino, de realizarse una elección presidencial, tendría el respaldo del 70% de los venezolanos, según el centro de análisis y encuestas Datanálisis. “En diciembre, 55% de la base social opositora quería que se fuera Maduro, pero no respaldaba a ninguna de las opciones de oposición. Esto lo ha cambiado Guaidó de manera impresionante”, ha dicho el presidente de la institución, Luis Vicente León.
En orillas opuestas, Nicolás Maduro, de acuerdo a un sondeo revelado la última semana, alcanza el 87% de imagen desfavorable, lo que indica que parte importante de la base chavista, que se calcula en al menos 20% de los venezolanos, ha dejado de respaldar a su régimen.
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Logrando un apoyo ciudadano que se ha materializado en las calles, Guaidó ha alcanzado el reconocimiento internacional de al menos 55 países, entre ellos los más importantes del hemisferio occidental. Ahora bien, esto indica que aún hay muchas naciones que permanecen neutrales ante la crisis venezolana, si se tiene en cuenta que la ONU agrupa 192 países.
Juan Guaidó ha hecho uso de ese apoyo internacional para ejercer funciones como jefe de Estado, sobre todo, en el flanco exterior, donde ha tenido más margen de maniobra que en el ámbito local. En ese sentido, ha logrado controlar la filial de Pdvsa en Estados Unidos, Citgo, y la extensión de la licencia que opera esta empresa, el mayor activo de Venezuela en el extranjero.
La presencia a nivel internacional ha hecho que la Organización de Naciones Unidas (ONU) visitara la semana pasada el país, llevándose un panorama parcialmente cierto –el régimen maquilló hospitales y cárceles- de la violación sistemática de derechos humanos.
En un informe publicado el jueves, que fue presentado por la comisionada para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, se concluyó que han existido “violaciones a los derechos humanos tales como uso excesivo de la fuerza, homicidios, detenciones arbitrarias, malos tratos bajo custodia, torturas e intimidaciones cometidas por las fuerzas de seguridad y grupos armados progubernamentales”.
Muestra de ello ha sido la persecución sistemática y permanente contra miembros de la oposición, periodistas o militares desertores como Juan Carlos Caguaripano, quien duró 30 días amarrado y con los ojos vendados, tras conocerse un video recientemente tomado y publicado por Ronald Dugarte, exintegrante de la División General de Contrainteligencia Militar (Dgcim).
La sistematicidad, que debe ser demostrada ante presuntas violaciones de derechos humanos, es clara en el caso venezolano. Foro Penal, una organización que reporta las vulneraciones esquemáticas contra el estado de derecho en el país, ha dicho que actualmente hay “un total de 866” presos políticos, de los cuales “72 fueron detenidos durante la misión de la ONU”.
El caso más reciente es el de Roberto Marrero, jefe del gabinete de Juan Guaidó, quien fue aprehendido en la madrugada del jueves por presuntamente integrar “una célula terrorista” que planeaba atentados, informó el ministro del Interior de Maduro, Néstor Reverol.
Esta agudización del autoritarismo del régimen ha sido leída no solo como una señal de desespero sino como una muestra de que en su interior está mandando el sector más radical. Algunos dicen que se trata de los cubanos y su brazo de inteligencia, el F2, que aparentemente dominaría las agencias de seguridad del chavismo, Sebin, FAES y Dgcim.
En las últimas semanas, los ataques contra periodistas han aumentado a través de esas agencias de seguridad y de la Policía. Según el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa de Venezuela (SNTP), al menos 30 comunicadores sociales han sido víctimas de agresiones, detenciones y arbitrariedades, en un intento del régimen por silenciar la libertad de expresión.
Las acciones de la mano dura del chavismo han hecho que paulatinamente ese sector político comience a perder hombres tan leales como Hugo “El Pollo” Carvajal, quien habiendo fungido los más altos cargos en los cuerpos de Inteligencia y Contrainteligencia del gobierno Chávez, reconoció la presidencia interina de Guaidó y afirmó que las “Fuerzas Armadas venezolanas están subyugadas bajo lineamientos cubanos” y que “no tienen capacidad de enfrentar a ningún enemigo”, o la deserción del general y exministro de Salud, Carlos Rotondaro.
De igual forma más de 1.000 desertores han llegado a Colombia por los pasos ilegales de la frontera. Algunos, ha dicho el presidente Sebastián Piñera, serán recibidos por Chile.
El paso de la transición, aún falta
La “Hoja de Ruta”, de Carlos Malo de Molina, implica saltar del “cese de usurpación” a una “transición política”, que aún no parece estar cerca. El caldeado ambiente impide conocer los pasos del régimen y las jugadas de la dirigencia opositora, generando un estado de incertidumbre que ni los mimos líderes políticos saben descifrar.
“No tengo idea, podría pasar cualquier cosa. Por todas las presiones internacionales y económicas, habría que esperar un cambio de actitud. Se ha buscado a través de leyes de amnistías y acuerdos a Maduro para que evite un mayor derramamiento de sangre”, explicó a EL NUEVO SIGLO el profesor Canova.
Petrificado en Miraflores, Nicolás Maduro sigue defendiendo al pie de letra que se trata de una amenaza “injerencista” de Washington en los asuntos internos de su país, lo que lo ha llevado a endurecer sus posiciones y buscar un modelo hegemónico que se sustente en un partido único, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).
Para superar la crisis del “apagón”, que dejó a 22 de 23 estados de Venezuela sin luz por tres días, el oficialismo a través de la vicepresidenta, Delcy Rodríguez, ha dicho que Maduro le ha pedido “la renuncia” a todos sus ministros. La solicitud, sin embargo, no se ha hecho efectiva a la fecha.
Entre nuevas sanciones impuestas por Washington y una escalda diplomática en Europa y otras regiones del mundo, el líder chavista empieza a quedarse sin aliados o sin compradores de crudo y otros recursos minerales. India, que era visto como un posible sustituto de Estados Unidos, por la capacidad de sus refinerías (tiene la más grande del mundo), le dijo no a Maduro y lo obligó a buscar auxilio en Turquía e Irán.
La falta de recursos, tras el vacío de las arcas públicas, puede obligar al chavismo a no ver otra salida que negociar o, por el contrario, consolidar la dictadura.