Tras haber fallado en obtener ganancias rápidas a inicios de la invasión de Ucrania, el ejército ruso sigue buscando victorias militares decisivas un mes después, pero parece encaminarse hacia una guerra de desgaste devastadora para la población civil.
Según Estados Unidos, Rusia amplió en los últimos días sus operaciones aéreas y navales en el país ante la resistencia de las fuerzas ucranianas, que siguen frenando el avance enemigo.
"Lo que vemos es una tentativa desesperada rusa de recuperar impulso", afirmó esta semana un alto responsable del Pentágono, en momentos en que las fuerzas rusas seguían bloqueadas 15 km al noroeste y 30 km al este de la capital, objetivo de bombardeos regulares.
La toma de Kiev parecía ser el objetivo principal de los rusos cuando cruzaron la frontera, el 24 de febrero, con miras a hacer caer al régimen del presidente Volodimir Zelenski.
Pero, según opinión unánime de los expertos occidentales, los 150.000 a 200.000 hombres movilizados por Vladimir Putin fallaron la entrada en la guerra al suponer una débil resistencia de sus adversarios, un fracaso de la inteligencia rusa, pues descuidaron sus necesidades logísticas.
Laguna táctica muy importante, los militares rusos no lograron establecer su superioridad aérea en el cielo ucraniano.
Además, "hay carencia entre los rusos de una verdadera política de comando y conducta", subraya un exalto militar francés, al constatar una falta de coordinación entre fuerzas aéreas y terrestres, y bombardeos rusos de poca precisión.
Sin embargo, hay otros analistas y expertos que sostienen que los planes del Kremlin nunca fueron tomar Kiev ni deponer su gobierno, sino que el avance terrestre y los ataques aéreos fueron sus “armas” para presionar la negociación con los ucranianos.
Bajo esa óptica, también argumentan que el verdadero interés de Putin con su ‘ofensiva militar total’ a Ucrania es hacerse con el control del sur y suroeste del país, de ciudades claves como son Mariúpol, Mikolaiv y Odesa para tener un territorio seguro que conecte Crimea, que anexó en 2014 con la región de Donbás, que alberga las autoproclamadas repúblicas de Donest y Lugansk que Putin reconoció como tal horas previas a la invasión, el pasado 24 de febrero.
El arma aérea
Aunque el número de militares muertos es imposible de verificar, los cálculos son impresionantes: los rusos habrían perdido más de 7.000 soldados en un mes, según fuentes de inteligencia citadas por el New York Times.
O sea, una cifra superior a las pérdidas estadounidenses combinadas en Irak y Afganistán. Ucrania, por su lado, afirmó el 12 de marzo que perdió 1.300 militares, cifra sin duda inferior a la realidad.
El gobierno ucraniano eleva tal dato de bajas rusas, a más del doble, mientras que para el Kremlin las cifras son muchísimo más bajas. Son menos del millar y admite la muerte de tres generales.
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A falta de avances significativos, la ofensiva rusa parece centrarse en aterrorizar y desmoralizar a los ucranianos, 10 millones de los cuales huyeron de sus hogares.
"Mientras más se estanca la infantería rusa, el ejército incrementa la brutalidad de sus acciones y el uso desproporcionado del arma aérea", señala a la AFP una fuente europea cercana a la OTAN. "Putin necesita un acuerdo, y por lo tanto requiere victorias", agregó.
A falta de tomar el control de las ciudades, los rusos las bombardean incesantemente en el noreste, como en Járkov, la segunda ciudad del país, y al mismo tiempo ejerce presión constante en las del este y del sur.
Mikolaiv (suroeste), último punto estratégico antes del puerto de Odesa, sigue siendo atacado.
Creciente destrucción
En Mariúpol (sur), gran ciudad portuaria asediada y bombardeada desde hace semanas, unos 100.000 habitantes siguen bloqueados entre ruinas con cadáveres y carecen de todo lo necesario.
Un encarnizamiento revelador del peso estratégico de la ciudad para los rusos. Apoderarse de Mariúpol les posibilita establecer un puente terrestre entre sus fuerzas en Crimea, en el suroeste, y los territorios separatistas prorrusos del Donbás en el este. En esta región, los rusos esperan cercar a las fuerzas ucranianas para cortarlos del resto del país.
"El próximo episodio de ese conflicto puede ser más desagradable aún pues podría convertirse en una guerra de desgaste, con bombardeos crecientes sobre zonas civiles. Las fuerzas rusas tratarán probablemente de compensar sus bajos resultados con más destrucciones", considera Michael Kofman, del centro de reflexión estadounidense CNA.
A falta de una solución negociada, "la guerra de desgaste es la posibilidad más factible, con tácticas de asedio y bombardeos reforzados, como en Alepo o Grozny", opina William Alberque, del International Institute for Strategic Studies (IISS).
Alberque advierte de la tentación de obligar a Ucrania a aceptar un cese del fuego bajo la presión de las opiniones públicas occidentales, horrorizadas por las imágenes de la destrucción y la situación de la población civil atrapada.
"Nuestro deseo de terminar con los sufrimientos de los ucranianos podría ayudar a los rusos. Usarán un cese del fuego para reconstruir sus fuerzas", afirma, temiendo que el conflicto se instale en la duración.