Rousseff abre puente para inversiones chinas en América Latina | El Nuevo Siglo
AFP -Presidencia de Brasil
Viernes, 14 de Abril de 2023
Pablo Uribe Ruan

EN UNA nueva movida de China en América Latina, que seguramente ha llamado la atención de Washington, el Nuevo Banco de Desarrollo (NBD) del grupo BRICS designó a Dilma Rousseff como su presidenta, cargo que asumió este jueves.

La expresidenta de Brasil, que incentivó en 2014 la creación de este banco para desafiar la hegemonía de Estados Unidos y financiar países en vía de desarrollo como son Brasil, Rusia, Irán, China y Suráfrica, aupado bajo el BRICS, hoy pasa a dirigir una entidad que desde su creación ha proporcionado $14.600 millones en fondos para financiar proyectos de infraestructura, transporte y educación.

Rousseff ha sido una defensora de la cooperación con Pekín y durante las elecciones presidenciales del año pasado en Brasil dijo, en comunicado publicado por la Agencia Brasil de noticias, que buscaba impulsar proyectos que ayuden a manejar el “impacto geopolítico de las represalias occidentales contra Rusia”. 

“China representa una luz en esta situación de absoluta decadencia y oscuridad que atraviesan las sociedades occidentales”, dijo la expresidenta en 2021, en el lanzamiento de un libro.

 

Sólida presencia

China es hoy el mayor socio comercial en la región de naciones como Chile, Bolivia o Argentina, tres países que poco se asemejan y de los que - particularmente Chile- se asumía que eran más cercanos a Washington que a Pekín.

Lejos de las clásicas alianzas derivadas de la Guerra Fría y la doctrina del Buen Amigo de Franklin D. Roosevelt, la aparición de China en el continente se ha venido hilvanando desde 2005, dos años después de que este país entrara a la Organización Mundial del Comercio (OMC) y decidiera ampliar su grado de influencia en el mundo y, más específicamente, en América Latina.

En la región, en aquel entonces, gobiernos de izquierda como el de Luiz Inacio Lula en Brasil o Néstor Kirchner en Argentina, que tenían posiciones no alineadas con Washington, encontraron una oportunidad ideal para financiar proyectos en sus países a través de la banca multilateral de Pekín, a cambio de mayor cercanía con éste.

Hoy, casi veinte años después, China representa más del 35% del comercio de América Latina, detrás, cada vez menos, de Estados Unidos. ¿Rousseff podría empujar para que esta realidad cambie?

Para dimensionar el nivel de expansión del gigante asiático, basta ver los números. Del año 2000, cuando el comercio entre China y América Latina era sólo del 2%, se pasó a una tasa anual del 31% por los siguientes ocho años, según el Council of Foreign Affairs, por un valor de USD 180,000 en 2010.


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Más de una década después (2021), el comercio entre ambas partes ascendió a USD 450.000 millones, cifra que según expertos podría llegar a USD 700,000 millones en 2035.

Este aumento acelerado del comercio bilateral entre la región y Pekín ha venido acompañado de un incremento importante de la inversión extranjera directa que ha representado USD 17.000 millones, la cual viene apalancada, también, por cuantiosos préstamos adjudicados por el Banco de Desarrollo de China y el Banco de Exportación e Importación de China que, entre ambos, en el lapso 2005 a 2020, han desembolsado créditos por USD 137.000 millones a gobiernos de América Latina.

La llegada masiva de capital y liquidez china a la región se han concretado proyectos de infraestructura reconocidos en Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, Perú y Uruguay. Estos países precisamente hacen parte del Banco Asiático de Inversión en Infraestructura, otra iniciativa multilateral china que busca apalancar proyectos de esta índole, a través del crédito.

El papel chino en la región ha ido más allá y hoy tiene amplia presencia en las telecomunicaciones, en las que, poco a poco, se ha convertido en el principal proveedor de redes celulares en dos gigantes como Argentina y Brasil.

 

Puente ideal

Bajo la idea de “cooperación sur-sur” que ella misma ayudó a construir desde que era ministra de Minas y Energía de Lula, en 2003, cuando hablaba de ampliar las redes comerciales con países del sur -entre ellos China- Dilma Rousseff llega a presidir el Nuevo Banco de Desarrollo en un momento de importante consolidación de la presencia del gigante asiático en América Latina

El NDB no sólo es una apuesta de Pekín para financiar proyectos de cooperación internacional, también resulta una herramienta de “soft power” -poder blando- para construir nuevas alianzas estratégicas en regiones como América Latina, dice Joseph Bouchard, del Wilson Center Brasil.

Con Dilma Rousseff al mando del NBD se espera que el “poder blando” que ejerce China en la región aumente por ser una presidenta suramericana la que lidera uno de los varios bancos multilaterales chinos que compiten, de país a país, con los organismos multilaterales de Estados Unidos (agencias y bancos).

Ya no sólo se trata de un proceso de expansión chino regional a través del comercio, las finanzas y la tecnología que, además, ha sido reconocido por su rapidez y efectividad.

La designación de Rousseff muestra, más que todo, que China busca ejercer su poder “blando” a través de un actor local que conoce la región y está de acuerdo con equilibrar el orden internacional, a nivel geopolítico y multilateral.

Con una transformación paulatina del orden internacional, que hoy indica una reorganización hacia la multipolaridad con el liderazgo de China e India, por un lado y Estados Unidos, en el otro, la consolidación del NDB en América Latina de la mano de una expresidenta brasileña también abre grandes interrogantes para la región.

¿Finalmente, China se convertirá en la principal potencia en América Latina? ¿Washington mantendrá su estrategia de ver la región como una zona secundaria en su agenda de prioridades?