La única forma de conocer su belleza es adentrándose en él, caminarlo e ir descubriendo paso a paso la magia que esconde y que el ser humano amenaza con destruir.
Es el bosque de niebla, ecosistema considerado como una de las joyas más valiosas que tiene Colombia y, en este caso el municipio de Suaza, en límites entre los departamentos del Huila y Caquetá, poco valorado aún por los mismos habitantes de la región.
Como siempre ocurre con la flora y la fauna, el hombre, que no mide las consecuencias de sus actos, es su mayor enemigo, en este caso, a través de la tala y la caza indiscriminadas.
Los árboles no solo son cortados para aprovechar su madera como tal, sino para sacar carbón vegetal y la caza no es para sobrevivir sino por una cultura que se ha ido traspasando de generación en generación. Es decir, “abuelo cazaba, mi papá también y por ende yo lo hago”, explicó Catherine Arenas, bióloga de la Corporación Autónoma Regional del Alto Magdalena (CAM).
Al mismo tiempo, Herney Solórzano, un abanderado de la defensa del medio ambiente y cofundador del grupo de monitoreo “Renacer de la Montaña”, recuerda que hace poco la naturaleza le habló a uno de sus amigos. “Se dedica a sacar carbón vegetal pero hace poco se le incendió y estuvo a punto de quemarse. Yo le dije que la naturaleza le está pidiendo que ya no siga con esa actividad”.
En el Huila existen, con “Renacer de la Montaña”, 21 grupos de monitoreo apoyados por la CAM, como una estrategia de conservación ya que “las comunidades que conviven con especies aprenden a valorarlas, conocerlas, conocen su hábitat, su comportamiento, quienes pueden cuidarlas. Ellas son las que deciden cómo protegerlas”, dice Katherine.
Son grupos que se unen de manera voluntaria, no reciben nada de retribución, la Corporación los apoya. “Les entrega equipos, los acompaña con profesionales especializados, porque hay algo que valoramos y es su conocimiento”.
Explica Katherine que “los campesinos son los que más saben de fauna, dónde poner cámaras y cuando contamos con ese conocimiento, logramos excelentes registros”.
A través del grupo de “Renacer de la Montaña” se espera obtener resultados muy importantes. “No conocemos qué hay ahí, qué especies hay, cuáles están amenazadas y buscamos que la gente entienda la importancia de conservarlas”, indica la bióloga especialista en gestión ambiental y profesional de biodiversidad y biosistemas estratégicos de la CAM, con 11 años al servicio de la Corporación.
Y, como ocurre generalmente con los temas de medio ambiente, entre la población “hay reticencia hacia el rol de autoridad ambiental, pero llegamos con este tipo de proyectos de gestión ambiental y como gestores, con soluciones a los problemas, con alternativas”.
Le puede interesar: Han sido recogidas más de 1.500 toneladas de aparatos electrónicos
No cortar y sembrar
A su vez, el llamado que hace Herney es a “no cortar y sembrar”, porque, dice, a la tala de bosque para extender los cultivos de mora, se suma la extracción de carbón vegetal.
“Debemos conservar estas maravillas naturales que Dios nos dio”, afirma este hombre de 48 años, que trabajó con la Registraduría, pero “por esos ires y venires de la vida vi un predio entre Huila y Caquetá vía Suaza-Florencia, lo compré y me enamoré al punto que renuncié y me establecí con mi familia”.
“Siempre he sido un enamorado del medio ambiente. Lo conseguí por venir cada semana pero me enamoré y acá estoy. Eso hace tres o cuatro años. Mi sorpresa es que la gente se usufructúa el bosque pero no tiene sentido de conservación, eso me preocupó. Estamos en un país muy diverso y es difícil controlar la depredación”, dice y se enorgullece de que su hija de nueve años, le siga los pasos.
Recuerda que “comenzamos a armar senderos. Hay uno que se llama de la trucha y danta. Es hermoso el paisaje porque hay unas 40 y 50 cascadas que he podido conocer, de diferentes altos y en este sector hay un promedio de 20 cascadas, una cada 30 o 40 metros. Además, muchas especies de aves. Cada día que uno sale ve coliflores, pavas, me preocupa es que por ser clima frío cultivan mucho la mora, las pavas y mirlas se las comen y los lugareños no tienen en cuenta que son aves migratorias y las matan. Son bellas, como también el venado de montaña, los senderos de osos, de dantas. La idea es reunir la gente y crear un grupo de monitoreo con la ayuda de la CAM para monitorear y mostrarle al mundo la región mágica donde vivimos”.
“El turismo nos va a traer un mejor futuro. Se trata de crear una conciencia de que podamos ser defensores de la naturaleza. Podemos tener un modo de vida diferente y aprovecho para pedir ayuda para cambiarle la cultura de la gente. Claro, necesita un sustento, es un lugar mágico, un bosque natural permanente de niebla y podemos aprovecharlo sin depredarlo”, señala Herney.
Se enorgullece de que su hija, Dana Valentina, de nueve años, forme parte del grupo de monitoreo y que, aunque sabe que tiene que ir a la escuela, prefiera acompañarlo en sus caminatas porque dice que “conmigo aprende más sobre la naturaleza”.
Para que no se pierda el encanto del bosque de niebla, con sus miles de especies y sus hermosas cascadas, es que Herney trabaja con la comunidad. “Les digo que la mora es buen negocio, pero hay otras formas de ganarse la vida, hay otros negocios donde podemos aportar a la sociedad y generar recursos, podemos traer gente, ofrecer alojamiento, comida, caminata, recorridos y conservar el bosque, así como los animales”.
“Matan las aves, cazan los venados, pero van cambiando cuando hay apoyo del Estado o de ONG. No hay registro de la riqueza que hay en la región, las borugas, dantas, osos y la idea es conocer qué tenemos y protegerlo”, manifiesta.
Indica que “hay personas interesadas en salir al campo, ir a los senderos, me voy con ellos, observamos y salen maravillados por el sitio, la belleza y diversidad. Está muy bien conservado, no ha sido tocado por la sociedad, pero la idea es que así como nosotros lo disfrutamos, otras personas lo disfruten, que vean las maravillas que Dios nos ha dado y de paso podemos obtener ingresos adicionales para nuestra sobrevivencia”.
“Yo le estaba haciendo una propuesta a una ONG española para captar recursos, para que los colonos que se han dedicado a sembrar mora dejen quieta la zona y más bien establezcan otros negocios, que podemos ofrecer alojamiento a los turistas y podamos conservar el bosque para las nuevas generaciones. Es el mejor legado que podemos dejarles”, asevera Herney.