Un nuevo estudio ha revelado las olas de calor más intensas de la historia en todo el mundo, y sorprendentemente algunas de ellas pasaron casi desapercibidas hace décadas.
La investigación, dirigida por la Universidad de Bristol (Reino Unido) y publicada en Science Advances, también muestra que se prevé que las olas de calor sean más intensas en el futuro a medida que se agrave el cambio climático.
La ola de calor del pasado verano en el oeste de Norteamérica batió un récord, con un máximo histórico en Canadá de 49,6 °C en Lytton (Columbia Británica) el 29 de junio, lo que supuso un aumento de 4,6 °C respecto al pico anterior. Los nuevos resultados revelan otras cinco olas de calor en todo el mundo que fueron incluso más graves, pero de las que no se informó.
La autora principal, la doctora Vikki Thompson, climatóloga de la Universidad de Bristol, señala en un comunicado que “la reciente ola de calor en Canadá y Estados Unidos conmocionó al mundo. Sin embargo, hemos comprobado que en las últimas décadas se han producido situaciones extremas aún mayores. Gracias a los modelos climáticos, también descubrimos que es probable que los episodios de calor extremo aumenten en magnitud durante el próximo siglo, al mismo ritmo que la temperatura media local”.
Las olas de calor son uno de los fenómenos meteorológicos extremos más devastadores. La ola de calor del oeste de Norteamérica ha sido el fenómeno meteorológico más mortífero de la historia de Canadá, con cientos de víctimas mortales. Los incendios forestales asociados provocaron también grandes daños en las infraestructuras y la pérdida de cosechas.
Pero el estudio, que calculó el grado extremo de las olas de calor en relación con la temperatura local, mostró que las tres más calurosas de la historia en las respectivas regiones se produjeron en el sudeste asiático en abril de 1998, que alcanzó los 32,8 °C, en Brasil en noviembre de 1985, con un máximo de 36,5 °C, y en el sur de Estados Unidos en julio de 1980, cuando las temperaturas se elevaron a 38,4 °C.
La doctora Vikki Thompson, del Instituto Cabot para el Medio Ambiente de la universidad, subraya que “la ola de calor del oeste de Norteamérica será recordada por su devastación generalizada. Sin embargo, el estudio expone varios extremos meteorológicos mayores en las últimas décadas, algunos de los cuales pasaron en gran medida desapercibidos, probablemente debido a que se produjeron en países más desfavorecidos -resalta-. Es importante evaluar la gravedad de las olas de calor en función de la variabilidad local de la temperatura, ya que tanto los seres humanos como el ecosistema natural se adaptan a ella, de modo que en las regiones donde hay menos variación, un extremo absoluto menor puede tener efectos más perjudiciales”.
El equipo de científicos también utilizó sofisticadas proyecciones de modelos climáticos para anticipar las tendencias de las olas de calor en lo que queda de siglo. Los modelos indicaron que los niveles de intensidad de las olas de calor aumentarán en consonancia con el aumento de las temperaturas globales.
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Aunque las temperaturas locales más altas no son necesariamente las que causan los mayores impactos, a menudo están relacionadas. Mejorar la comprensión de los extremos climáticos y de los lugares en los que se han producido puede ayudar a priorizar las medidas para ayudar a atajar esta situación en las regiones más vulnerables.
El coautor, el profesor Dann Mitchell, catedrático de Ciencias del Clima de la Universidad de Bristol, recuerda que “el cambio climático es uno de los mayores problemas sanitarios mundiales de nuestro tiempo, y hemos demostrado que muchas olas de calor fuera del mundo desarrollado han pasado prácticamente desapercibidas. La carga del calor en la mortalidad a nivel de país puede ser de miles de muertes, y los países que experimentan temperaturas fuera de su rango normal son los más susceptibles a estos choques”.
Así mismo, Ecoesfera señala que “las condiciones de la temperatura global son preocupantes. Las predicciones sobre olas de calor mortales nos alcanzaron y el principal objetivo de la humanidad es enfriar el planeta, pero ¿cómo lo haremos sin causar más estragos?”
Añade que los brotes de calor y la humedad sofocante convirtieron el ambiente en un mortal escenario para sobrevivir. La frecuencia e intensidad de estos episodios en Asia, América del Norte, del Sur, Australia y África ponen en evidencia la dificultad para mantener una temperatura estable en el mundo.
“Aunque los expertos advirtieron desde hace años sobre la amenaza del calor, los humanos continúan quemando combustibles fósiles, aumentan las emisiones, prenden a toda fuerza ventiladores y mantienen el aire acondicionado encendido con el fin de evitar sentir el efecto. Por ejemplo, en Estados Unidos el uso de las cajas de aire acondicionado aumentó un 59%, al mismo tiempo que los incendios se extienden por el territorio. Y, de acuerdo con la Agencia Internacional de Energía, la demanda se triplicará para 2050”, indica./Europa Press-Ecoesfera