Desarme de Farc ‘armó’ discusión nacional | El Nuevo Siglo
Foto cortesía Presidencia de la República
Sábado, 1 de Julio de 2017
Redacción Política
Aunque desde las toldas gobiernistas y sus afines, e incluso a nivel internacional, se dice no entender por qué el país no se volcó a las calles a celebrar que tras 53 años de violencia esa guerrilla entregó su arsenal, hay una serie de factores y circunstancias que explican la cautela, pasividad e incluso desconfianza que prima en muchos sectores frente a un hecho que el Ejecutivo catalogó de “histórico” pero que a muchos colombianos les generó más dudas que certezas.

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1. CASI NADIE CONFÍA EN FARC: el grueso de la opinión pública en Colombia no le cree a la guerrilla. Así lo evidencian no sólo las encuestas sino que cualquier persona que haga un sondeo al respecto en sus círculos familiares y de allegados lo puede constatar fácilmente. En la memoria de no pocos colombianos está fija la historia de lo que pasó en el proceso de paz del gobierno Pastrana y la zona de despeje en el Caguán, en donde no solo dilataron por más de tres años las negociaciones sino que convirtieron esos 42 mil kilómetros desmilitarizados en escondite de secuestrados, cargamentos de droga, tráfico de armas y una gama amplia de delitos. Las Farc se comprometieron en el acuerdo de La Habana a devolver a los menores de edad en sus filas, pero no lo hicieron en el número esperado. También niegan tener grandes cantidades de dineros y propiedades producto de su acción criminal por cinco décadas, pese a que la Fiscalía asegura lo contrario. Tampoco quieren entregar la información sobre miles de personas desaparecidas y, como si fuera poco, alegan que si bien actuaron como victimarias en el conflicto armado, también fueron víctimas… Ello explica porque la desconfianza en todo lo que digan o hagan las Farc se mantiene muy alta en la opinión pública y la entrega de armas no fue la excepción.

2. UN PROCESO ANÓNIMO: no se puede negar que una de las grandes fallas que tuvo el proceso de desarme de las Farc fue la mecánica escogida. El país, que desconfía de esa guerrilla ampliamente, quería ver imágenes, fotos y tener testimonios vivenciales de cómo los guerrilleros entregaban sus armas a la Misión de la ONU, tal como ocurrió en otros procesos como el de los paramilitares o el M-19, en donde todos los colombianos vieron cómo los alzados en armas entregaban sus fusiles, granadas, explosivos y hasta los uniformes… En el proceso con las Farc ello no ocurrió, en gran parte porque esa guerrilla insistió en que no procedía la “entrega” de las armas, sino su “dejación” y no en manos del Estado, sino de un tercero, en este caso la ONU, que además recibió el arsenal que la propia guerrilla reportó ‘de buena fe’, sin filtro ni reparo alguno por parte del Estado. Para muchos sectores eso implicó no solo un acto de soberbia militar y política de unas Farc con actitud triunfalista, sino que le quitó al proceso el escenario que requería para convencer a los incrédulos de que este acuerdo de paz, accidentado y criticado a cual más, sí había logrado efectiva e indudablemente desarmar a las Farc.

3. LA POLÉMICAS POR LAS CIFRAS: es claro que las 7.132 armas “individuales” que entregaron las Farc a la Misión de la ONU es un número muy bajo frente a lo que todo el país esperaba. Negar ese hecho sería de pasmosa ingenuidad. Una guerrilla que antes del Plan Colombia estuvo a punto de arrinconar a la Fuerza Pública y al Estado, y que en determinado momento se llegó a decir que tenía más de 25 mil combatientes, terminó entregando un poco más de 7.000 armas y se calcula que en las más de 800 caletas que faltan por revisar en todo el país no habría una tercera parte del arsenal ya depuesto. Por lo mismo tuvieron mucho eco en la opinión pública las denuncias de militares retirados y de la oposición uribista en torno a que las Farc llegaron a tener 40 mil armas años atrás. También se alegó que el propio presidente Santos había hablado meses atrás de 14 mil, pero ahora solo apareció la mitad. Frente a ello el Ministerio de Defensa replicó que más de 50 mil armas de las Farc fueron incautadas por las autoridades o entregadas por desmovilizados individuales entre 2002 y 2017.  Hasta el cuento de los 10 mil fusiles jordanos para las Farc que se habrían negociado años atrás con la intermediación del polémico asesor peruano Vladimiro Montesinos se puso sobre el tapete. No pocos sectores nacionales sospechan que las Farc guardaron parte de su arsenal y no dudarían en volver a las armas si se incumple el acuerdo de paz.

Foto AFP

4. EL PESO DE LAS DISIDENCIAS: no se puede negar que el porcentaje de deserción en las filas de las Farc incidió mucho en la forma cautelosa y prevenida en que la opinión pública reaccionó a la noticia de que después de 53 años de acción violenta la guerrilla más antigua del continente y del mundo entregó o dejó las armas. No hay que olvidar que en varias regiones los habitantes siguen bajo el yugo de los facciones disidentes, que no sólo continuaron con el negocio del narcotráfico, sino de la extorsión, el secuestro y otros delitos derivados del llamado ‘control territorial’ que ejercían las Farc. Esos mismos disidentes, que se supone serían más de 400, aunque hay que sumar los nuevos ‘reclutados’, se aliaron en algunos casos ya con el Eln o con bandas criminales, que han tratado de ‘conquistar’ a sangre y fuego las zonas dejadas por las Farc. Así las cosas, en esas áreas, que no son pocas, la credibilidad sobre la importancia o la utilidad del desarme de las Farc fue muy relativa, porque se trataba de una ‘vieja amenaza’ cuando la preocupación es ahora la ‘nueva amenaza’. Gajes del reciclaje de la violencia.

5. UN PROCESO MUY DESGASTADO: si se revisan las encuestas se puede concluir claramente que el apoyo al proceso de paz con las Farc ha venido en declive, en gran parte porque ya suma más de cinco años entre negociaciones secretas, el largo tiempo de tratativas en La Habana, la firma del pacto un año atrás, luego la accidentada campaña del plebisicito, el triunfo del No en las urnas, la no menos polémica refrendación en el Congreso y ahora los últimos seis meses de rifirrafe diario por la implementación normativa en el Parlamento. Todo ello ahondó la polarización entre la debilitada coalición santista y la ruidosa oposición uribista. Para muchos sectores el proceso con las Farc ha tardado demasiado tiempo en cerrarse y finiquitarse. Se desconoce por gran parte de la opinión pública que tras el desarme, la desmovilización y los perdones jurídicos a los guerrilleros, queda mucho acuerdo de paz por desarrollar, incluso abarcando los próximos tres gobiernos. Sin embargo, hay gente que, como se dice popularmente, “está mamada” del tema y le molesta su sola mención.

 

“Las disidencias, el Eln y las bandas son la nueva amenaza y por eso el desarme de las Farc no generó disminución de la violencia en muchas regiones”

6. CRISIS MÁS URGENTES E IMPORTANTES: otro de los elementos que puede explicar por qué el desarme de las Farc tras más de 53 años de guerra no generó una ola festiva nacional es que dicho acto, calificado como “histórico” por el Gobierno, se da en momentos en que el país atraviesa por varias problemáticas que centran la atención y urgencia de los colombianos. La más grave de ellas, sin duda alguna, es la económica, toda vez que las empresas atraviesan difíciles momentos de liquidez, las ventas del comercio y la industria han bajado, el Producto Interno Bruto del primer trimestre apenas si creció un 1,1%, el desempleo está aumentando y el impacto de la reforma tributaria reciente, sobre todo en los presupuestos de las familias, fue más duro que el inicialmente proyectado… No pocos analistas indican que, hoy por hoy, a la gente le preocupa más su bolsillo que el desarrollo del proceso de paz. Es más, las encuestas evidencian que muchos colombianos están molestos porque mientras sufren problemas económicos, a los guerrilleros desmovilizados se les otorgan una gran cantidad de prebendas, no solo políticas y jurídicas, sino financieras. La percepción creciente es que el Gobierno se jugó todo por la paz y descuidó otros flancos como la economía, los picos de insatisfacción social que han dado origen a muchos paros o la propia lucha contra la corrupción, que este año ha producido múltiples escándalos, varios de los cuales incluso han tocado las esferas más altas del Ejecutivo.

7. LA CAMPAÑA PRESIDENCIAL TEMPRANERA: no se puede negar que la importancia del desarme de las Farc generó más debate que consensos, y ello no solo se derivó de la permanente polarización política de un país al respecto, como lo evidenció hace escasos ocho meses la cerrada votación del plebiscito, sino también porque este asunto ya está visto que se convertirá en uno de los principales determinantes en la puja por la sucesión de Juan Manuel Santos en los comicios del próximo año, así como de las elecciones parlamentaria de marzo. En ese orden de ideas, el accidentado proceso para el desarme, al igual que el ‘fast track’ legislativo y el arranque de la implementación de lo pactado, se politizó de principio a fin. Prueba de ello es que los más de veinte nombres de posibles o ya anunciados precandidatos o candidatos presidenciales marcaron el debate al respecto, a tal punto que las posturas de unos y otros respecto a la implementación del acuerdo de paz en todos sus aspectos y lo que debería hacer el próximo gobierno sobre el mismo, es lo que está moviendo el ajedrez inicial de las definiciones partidistas sobre aspirantes únicos y las coaliciones posibles.

8. LOS DOS FLANCOS DE SANTOS: aunque suene paradójico las propias ejecutorias en el campo militar del gobierno Santos han llevado a que muchos sectores critiquen el proceso y acuerdo de paz con las Farc, toda vez que no se entiende cómo un dirigente que como Ministro de Defensa en el mandato Uribe y luego como Presidente en ejercicio le asestó a esa guerrilla los más duros golpes en toda su historia, sobre todo con el abatimiento de la mitad de los integrantes del ‘Secretariado’ (cúpula subversiva por décadas intocable), terminó siendo el impulsor de una negociación con una facción alzada en armas que él mismo debilitó sustancialmente en lo militar pero que luego, en la mesa de La Habana, la trató políticamente como igual, en el mismo plano y estatus del Estado, lo que llevó a que el nivel de cesiones políticas, jurídicas, sociales y económicas fuera muy alto. Incluso esta semana las propias cifras del Gobierno en torno a la gran cantidad de armas que fueron decomisadas por la Fuerza Pública en los últimos años en sus operaciones contra las Farc, o las entregadas por los guerrilleros desmovilizados, cuyo número supera con creces las 7.132 que esa facción dejó en cabeza de la ONU, aumentaron el debate sobre si no hubiera sido mejor haber continuado atacando militarmente a la subversión en lugar de abocar un proceso de paz.

9. DESGASTE DE SANTOS: cuando un Presidente de la República, sea del partido que sea, tiene rubros de desaprobación que superan el 80% o incluso más, cualquier acto o gestión de gobierno difícilmente puede ser bien calificado. Y eso es, precisamente, lo que le está pasando al presidente Santos, que tras siete años en el poder ya arrastra un desgaste muy alto, a tal punto que el pesimismo a nivel nacional sobre el rumbo del país marca porcentajes récords que ni siquiera tuvieron otros mandatarios cuyos mandatos atravesaron crisis sustancialmente más graves que las registradas desde 2010. Es claro que al Gobierno no le han funcionado las distintas  estrategias comunicativas probadas en los últimos años. Prueba de ello es que en campos y políticas en donde los logros y beneficios para la población son indiscutibles, la calificación de la opinión pública es negativa. Por ejemplo, en tiempos de Germán Vargas Lleras como Vicepresidente y encargado de toda la política de infraestructura, mientras este se erigía como el funcionario con mejor calificación e imagen, el Jefe de Estado no salía del sótano de las encuestas. A ello se suma que no pocos analistas advierten que el Gobierno tiene hoy un bajo perfil, con ministros que no suenan y cuya única bandera, la de la paz, poco a poco se ha ido destiñendo.

10. EL PAÍS NO OLVIDA…: una de las mayores falencias del acuerdo de paz con las Farc es que por más que se diga que puso su foco en la premisa de la verdad, justicia, reparación y garantía de no repetición para las víctimas, la gran mayoría de estas no lo siente así. Todo lo contrario, el hecho de que los cabecillas de esa guerrilla y muchos mandos medios que dieron la orden de cometer masacres, asesinatos selectivos, secuestros, desplazamientos forzados, violaciones sexuales y otros delitos graves no vayan a la cárcel y, por el contrario, entren a la política y disfruten de muchas gabelas económicas, molesta a muchos sectores nacionales. El grueso de la opinión pública no ha perdonado a las Farc y mucho menos olvida su accionar criminal. Esa es una sensación que va más allá de si se está o no de acuerdo con el pacto de paz o del análisis personal sobre si van a cumplir o no con lo negociado en La Habana. Simple y llanamente son millones de personas que, sin ser uribistas ni antisantistas, no están preparadas para perdonar a sus victimarios y pasar la página de una guerra que, en su criterio, se cierra con un amplio manto de impunidad.

 

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