GRACIAS al programa “Sonidos de esperanza” de la Fundación Nacional Batuta, cientos de jóvenes se han convertido en músicos profesionales, han encontrado un proyecto de vida que se basa en una práctica altamente valorada en el país y han podido labrar un camino en el mundo artístico.
Esta admirable labor recibió recientemente el premio Andesco a la sostenibilidad por en el marco del XXV Congreso Andesco, Territorios Conectados, el cual representa una oportunidad para destacar y compartir prácticas implementadas por empresas y organizaciones públicas, privadas y comunitarias.
Para María Claudia Parias Durán, presidenta ejecutiva de la Fundación Nacional Batuta, “recibir el premio es un motivo de orgullo para Batuta porque representa un valioso reconocimiento a un saber hacer construido durante décadas, con el concurso de cientos de maestros, maestras, profesionales de gestión social, gestoras culturales y administradoras, quienes, desde toda Colombia, hacen posible que el poder transformador de la música promueva nuevas geografías sociales y culturales. Además, nos valida como una entidad que garantiza la sostenibilidad artística, social, cultural y financiera de sus intervenciones y las eleva al nivel de prácticas replicables en el país”.
Más allá de la música
Desde hace 23 años, la Fundación Nacional Batuta y el Gobierno Nacional implementan el proyecto “Sonidos de esperanza”, una intervención que combina la formación musical de excelencia con la atención psicosocial para más de 18.000 niños, niñas, adolescentes y jóvenes vulnerables y víctimas del conflicto armado, en 23 departamentos del país, como una estrategia que contribuye a la construcción del tejido social comunitario, así como a la generación de espacios de convivencia y cuidado integral para las niñas y niños colombianos.
De igual forma, el programa contribuye al mejoramiento de la calidad de vida, la promoción de los derechos culturales, el desarrollo integral y la recuperación social y emocional de los participantes, tal y como a la dignificación de su vida cotidiana, promoviendo la democratización del acceso a la formación, práctica y disfrute de la música, entendida como una herramienta de transformación social territorial.
Cabe destacar que el Premio Andesco es otorgado por esta asociación gremial sin ánimo de lucro que representa los intereses de las empresas afiliadas de servicios públicos domiciliarios y de comunicaciones, mediante la participación en la construcción de políticas públicas, la promoción de mejores prácticas y la generación de información de interés que ayuden al crecimiento sostenible del sector y a la disminución de brechas sociales.
Adicionalmente, está avalado por la Red de Pacto Global Colombia, una iniciativa de las Naciones Unidas diseñada para promover el compromiso del sector privado, el sector público y la sociedad civil, a alinear sus estrategias y operaciones con principios universalmente aceptados en derechos humanos, estándares laborales, medio ambiente y lucha contra la corrupción, así como para contribuir a la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
- Le puede interesar: Máscaras del Pueblo Kogui regresan a Santa Marta
El Premio Andesco evalúa y reconoce la sostenibilidad que, en la categoría de entorno social, se relaciona con aspectos como la protección de los derechos humanos, la reducción de la pobreza, la atención e inclusión de la comunidad y las acciones de construcción de paz. Estos elementos hacen parte del programa, cuyos objetivos son desarrollar competencias musicales, fortalecer las habilidades emocionales y sociales, y promover el bienestar individual y comunitario de los participantes, desde una perspectiva de inclusión social y garantía de derechos culturales.
Para el jurado de alto nivel de Andesco, que recibió 328 prácticas postuladas por 116 empresas, y que premió 18 experiencias en las distintas categorías, el programa “Sonidos de esperanza” cumple con los lineamientos del premio que son los siguientes: innovación, eficiencia, generación de alianzas y capacidad de réplica.
La esperanza
Este proyecto inició en 2001, funciona en 131 centros musicales de 84 municipios ubicados en los 32 departamentos del país y entre sus beneficiarios directos se cuenta un importante porcentaje de población en condición de discapacidad, población afrocolombiana e indígena.
Además de su gran impacto social, este programa busca que la formación musical impartida alcance altos estándares de calidad y que se genere una complementariedad con el Plan Nacional de Música para la Convivencia, así como una plena articulación de los distintos procesos de formación musical de Colombia.
Entre sus objetivos está desarrollar competencias musicales, ciudadanas y cognitivas en los niños, niñas, adolescentes, jóvenes y adultos (alumnos del programa de Discapacidad, mayores de 23 años) beneficiarios del programa.
También ofrecer acompañamiento psicosocial a niños, niñas, adolescentes y jóvenes utilizando para ello un modelo de trabajo musical-psicosocial que busca una acción integral que favorezca su desarrollo.
Componentes musicales
Para el desarrollo del programa “Sonidos de esperanza” existen dos componentes: Iniciación musical (ensamble y coro) y Discapacidad.
El componente de Iniciación musical (ensamble y coro): está dirigido a niños, niñas, adolescentes y jóvenes entre 6 y 17 años de edad. Busca que los beneficiarios adquieran destrezas básicas para el desarrollo motriz, rítmico, auditivo, vocal, a través de la práctica instrumental y la lectoescritura musical, mediante la participación activa en agrupaciones de Ensamble de iniciación musical conformadas por 35 o 40 participantes donde se trabaja, prioritariamente, el repertorio colombiano y latinoamericano.
Componente de Discapacidad, “potenciando la diversidad”: este componente ofrece formación musical a niños, niñas, adolescentes y jóvenes en condición de discapacidad como una oportunidad para potenciar sus habilidades físicas, intelectuales, sensoriales y psicosociales; esta formación contempla el acompañamiento psicosocial y ocupacional al individuo y su familia y promueve la gestión institucional para contribuir a garantizar los derechos de esta población.
Además, este componente desarrolla acciones que permiten la disminución de barreras actitudinales y el cambio de percepción frente a la discapacidad con el fin de favorecer la interacción grupal, el reconocimiento de la diferencia y el fomento de la independencia, para lograr la participación de las personas en condición de discapacidad en actividades escolares, productivas, lúdicas, de aprovechamiento del tiempo libre y la integración comunitaria.
Es importante resaltar que el proceso de formación musical integral se basa en los siguientes enfoques interrelacionados entre sí:
- Práctica musical colectiva
En consecuencia, con el modelo Orquesta-Escuela, el quehacer musical y su producción están en el centro de la actividad. Esto implica permanente reflexión sobre el hacer y la aplicación de metodologías y técnicas orientadas a la solución colaborativa de problemas específicos, derivados de la práctica del repertorio.
De esta manera, los diversos ambientes de aprendizaje asociados al montaje de las obras permiten al estudiante desarrollar hábitos y adquirir sus competencias en contextos diversos y, a la vez, ofrecen múltiples oportunidades para ponerlas en práctica.