En un país dominado por las catástrofes naturales y la inestabilidad política, más del 60% de los 11 millones de habitantes de Haití viven bajo la línea de pobreza.
Sin lugar a dudas la isla experimenta una crisis institucional que parece seguir escalando hacia picos de inestabilidad cada vez más elevados, resultado directo de las acciones de fuerzas endógenas.
No obstante, en el marco de un diagnóstico de la situación del país del Caribe que hizo en días recientes la Organización de los Estados Americanos (OEA), la entidad indicó que la crisis en la que se encuentra sumido el país también es producto de la ineficacia de la comunidad internacional durante las últimas dos décadas.
Paradójicamente, en la receta de soluciones que planteó la organización para que Haití tenga un futuro, es imperativa la presencia de la misma. ¿Por qué?
Deficiencia del sistema internacional
Bajo el presupuesto de que la comunidad internacional ha estado presente por dos décadas en un país que realmente no parece caminar hacia delante, la OEA fue clara al advertir que este es uno de los fracasos más estridentes y manifiestos que se haya implementado y ejecutado en un marco de cooperación internacional.
“Esto tiene que ver con que en 20 años de estrategia política errada, la comunidad internacional no fue capaz de facilitar la construcción de una sola institución con capacidad de responder a los problemas de los haitianos, dos décadas después ni una sola institución es más fuerte de lo que lo era antes”, indicó la Organización, aclarando que su balance nada tiene que ver con las personas con vocación de servicio y afán altruista que sirvieron como cooperantes en la isla.
Dicho esto, la hipótesis de la OEA es una sola: aludiendo a cómo fue precisamente bajo el paraguas de la comunidad internacional que fermentaron y germinaron las bandas criminales que asedian al país, y que fue bajo el ojo observante de la misma que se gestó un proceso de desinstitucionalización y de crisis política, la solución haitiana no está al interior de sus fronteras.
“Hoy por hoy es absurdo pretender que bajo ese esquema de destrucción los haitianos, completamente solos, polarizados y con muy menguados recursos, puedan reconstruir o construir un proyecto de seguridad, reinstitucionalización y desarrollo que les permita a 12 millones de habitantes recomponer la coexistencia pacífica. Sin recursos, en un clima de violencia, sin capacidades tecnológicas, sin acumulación financiera, sin nada de eso, hoy se intenta hacer creer que una solución haitiana completamente endógena puede prosperar. No es así”, advirtió con claridad la OEA.
Ante esta paradoja, en donde por una parte Haití no está en condiciones, por sí mismo, de generar democracia y condiciones de seguridad, pero en donde por la otra la comunidad internacional falló en darle una lectura honda y profunda a lo que esa nación necesitaba (el llamado de atención de la Organización resaltó que la comunidad internacional “nunca supo si tenía que dejar la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití –Minustah- o llevársela”), ¿en dónde está el futuro de este país del Caribe?.
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La receta a implementar
Para salir de la tormenta eterna en la que se encuentra el país, la Organización encabezada por Luis Almagro propuso una receta con cuatro componentes: promover un proceso de diálogo; celebrar unas elecciones libres a través de un proceso electoral creíble, justo y transparente; atender de manera apremiante la seguridad, y generar justicia alrededor del asesinato del presidente Jovenel Moise en julio de 2021.
A esos cuatro aspectos, además, se deberá sumar una estrategia que incluya un modelo educativo y de condiciones de seguridad de trabajo, para que el país pueda responder a la pregunta de “¿y después qué?”.
Para que ello ocurra, y en este aspecto la OEA fue absolutamente clara, se requiere de la cooperación de la comunidad internacional, especialmente en todo lo que se refiere a los recursos, ya sean financieros, humanos y materiales.
“Sería engañarnos a nosotros mismos pensar que algo de eso puede ser construido sin ningún apoyo de la comunidad internacional, que ninguno de esos procesos es necesario para garantizar la salida del país de la crisis en la que se halla inmerso y que todavía forma parte del horizonte político y social económico visible del país. Esto no puede hacerse sin que la comunidad internacional pague esta cuenta”, indicó la OEA, que acto seguido llamó a quienes deberán asumir las responsabilidades en el sistema internacional de Estados.
“No son tantos en la comunidad internacional quienes tienen esa capacidad de hacerlo, por lo tanto la responsabilidad de la cuenta a pagar está en unos pocos que no deben ni pueden tardar en asumir esa responsabilidad, porque el tiempo juega en contra de Haití, porque todo lo que pasa simplemente empeora la situación”.
Eso, en otras palabras, es un llamado a que los Estados más ricos y desarrollados del mundo, ninguno de los cuales fue mencionado con nombre propio, “paguen la cuenta”. De eso dependerá que la situación haitiana siga en estado de permanente crisis con dimensiones cada vez más trágicas o camine hacia un proceso de transformación.
“La comunidad internacional, las instituciones financieras internacionales, el sistema multilateral, la comunidad financiera internacional de países donantes deben tomar una decisión, si quieren industrializar Haití en términos suficientes como para asegurar trabajo para 9 millones de haitianos, o si en cambio es económicamente más redituable seguir absorbiendo la migración haitiana y que los países de acogida vayan acomodando esa migración como pueden y donde pueden en los términos económicos que puedan”, agregó.
Habrá oposición
Hecho el diagnóstico inicial del estado de las cosas en Haití, y de trazar una serie de soluciones que deberán implementarse de la mano con la comunidad internacional, la Organización, no obstante, también contempló en el panorama la oposición que sin dudas habrá en el marco de estos intentos por sacar al país adelante.
“Obviamente tenemos que esperar que fuerzas internas haitianas se opongan a estos procesos, al diálogo institucionalizado porque el mismo puede traer ventajas de estabilidad política al país y esto afectaría gravemente determinados intereses que hoy prevalecen en Haití. Obviamente, esas fuerzas también se opondrán a un proceso electoral creíble, justo y transparente porque las formas y maneras de hacerse con el poder en las lógicas políticas actuales han sido completamente diferentes a eso”.
E indicó que también, con toda seguridad, habrá oposición frente al desarrollo de un proceso institucional de seguridad para el país, en cuanto a que eso incidirá en el desmantelamiento de una situación en la que predomina la violencia de las bandas armadas y del crimen organizado.
Cuando se observa la situación actual de Haití es posible entender por qué había fuerzas internas con complicidad externa que querían el retiro de la Minustah. Era simplemente abonar el camino para que una situación como la actual pudiera darse. Es absolutamente necesario revertir el proceso de violencia con otras condiciones institucionales y con un compromiso internacional diferente que permita controlar la situación de violencia y desarmar a las bandas armadas, y para ello será clave la comunidad internacional.
“Haití no tiene esos recursos humanos preparados y capacitados, no tiene capacidades en su acumulación financiera, no tiene capacidades técnicas como para hacer frente a la situación de inseguridad que enfrenta, y por lo tanto sería falsear completamente la realidad pretender tomar otro camino”, indicó.
Similares capacidades deberán desarrollarse para implementar un proceso de diálogo conducente a su vez a un proceso electoral libre y justo, en donde toda la comunidad internacional se enfoque en un solo mecanismo institucionalizado y centralizado, “y no en una superposición de voluntarismos inconducentes”.
Entramado constitucional
Y por último, hará falta la elaboración constitucional que resuelva las graves deficiencias y problemas de la Constitución actual, lo que se traduce en un Banco Central autónomo, fuerte y responsable; en un sistema de justicia independiente, fuerte y eficiente; en un sistema educativo con capacidades de dar soluciones reales a las necesidades de la juventud y niñez haitianas, y en adelantar un proceso de inversión incremental que permita crear puestos de trabajo para los haitianos.