“Confiar en sus pies, que se convierten en sus ojos, en sus manos que le indican el camino a seguir y en un guía, genera un miedo muy grande”, dice Lily Mendoza Vargas, quien vendada recorrió los 400 metros del sendero inclusivo y sensitivo, diseñado especialmente para personas con limitaciones visuales.
La iniciativa, auspiciada por Usaid, está ubicada en la Reserva Natural de la Sociedad Civil “Para Ver La Esperanza”, en el Parque Regional Los Besotes, en el kilómetro 8 vía a Patillal, municipio de Valledupar.
El sendero, cuenta Lily, quien forma parte de la familia propietaria de la reserva de bosque seco tropical de 380 hectáreas, lleva el nombre de Leandro Díaz, quien en alguna ocasión dijo que “la mente ve más que los ojos” y contó que cuando estaba escribiendo una canción era “como si estuviera mirando las cosas”.
Explicó que “cuando compuse ‘El verano’, había un árbol en la casa donde yo vivía. Era el único árbol que había allí. Y debajo de ese árbol me ponía yo todos los mediodías, porque corría un fresco sabroso que me hacía pensar cosas bonitas. Un día sentí algo caliente en la cara. Quise quitármelo de encima, pero esa cosa calurosa siguió pegada a mi cara: era el sol. Entonces descubrí que llegábamos a la estación de verano y el árbol perdía su vestido, como dije en la canción. No necesité verlo para contarlo, pues lo que sentí fue suficiente. Al principio, las hojas caían en forma lenta. Después, más rápido. Unas me caían encima y las otras rodaban por el suelo”.
Esa sensación de miedo que sintió Lily cuando recorría su sendero inclusivo y sensitivo y que describió Leandro Díaz en su canción, es lo que ahora pueden descubrir las personas con discapacidad visual.
El recorrido fue diseñado por Juan Pablo Culazzo, sonidista uruguayo, “uno de los primeros ciegos que es capaz de identificar más de 1.500 aves sin verlas”, cuenta Lily.
La reserva
La reserva como tal, dentro de la que fue diseñado el sendero inclusivo y sensitivo, fue creada en los años 70, cuando en el mundo no se hablaba de la importancia del bosque seco tropical y mucho menos de la necesidad de protegerlo.
“Mi padre, César Pompeyo Mendoza Hinojosa, con visión y compromiso por la protección y conservación de 379 hectáreas del bosque seco tropical, logró hace 20 años solicitar, apenas se aprobó la ley, destinar su propiedad para ser Reserva Natural de la Sociedad Civil, denominada Para Ver La Esperanza y ser la primera del país”, dice Lily.
Agrega que “Deriva su nombre de los predios que integraban esta zona: fincas ‘Para Ver’ y ‘La Esperanza’, adquiridas en 1971 por la familia Mendoza Vargas. Al unir estos nombres resume la visión y pensamiento del filósofo, educador y mentor César Pompeyo Mendoza Hinojosa, quien concebía en prospectiva esta región como enclave estratégico para la conservación y futuro del bosque seco tropical en Colombia. Para ello, inició acciones pedagógicas para evitar la quema como ‘técnica agrícola’ para la siembra, la tala indiscriminada de especies maderables, la cacería, logrando de esta manera un ‘corredor ecológico’ prolífero en flora y fauna”.
“Su convicción lo llevó a cerrar su actividad ganadera para formalizar legalmente ante el Ministerio del Medio Ambiente y Parques Nacionales su solicitud de registro para destinar esta área manejada bajo los principios de sustentabilidad durante dos décadas para contribuir al conocimiento, consolidación y posicionamiento de las iniciativas de conservación de la Sociedad Civil, obteniendo la Resolución de Registro en agosto de 2001”, añade.
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El sendero
Indica que “gracias a Usaid se encontró la posibilidad de que una persona invidente pueda ver la naturaleza por medio de otros sentidos”.
La idea de construir el sendero inclusivo y sensitivo surgió hace seis años, finalmente fue presentado en sociedad hace menos de un mes, el 23 de julio, y hasta el momento lo han visitado 17 personas con discapacidad visual, pero ya a partir del próximo mes estará abierto al público dos días a la semana.
“Son 400 metros de sendero. La reserva cuenta con diez senderos, el inclusivo y sensitivo lo puede visitar cualquiera, en el caso de ellos viven la experiencia que les permite disfrutar de la flora y la fauna que hay en ‘Para Ver la Esperanza’”, señala Lily.
Explica que “la persona se toma de una cuerda o línea de vida, va avanzando, esa es su guía. Cada cinco barrotes la persona en su celular escucha, le toma una foto a un código QR y se le explica que árbol hay, qué colibrí, y van avanzando, con un guía. Al final se hace una retroalimentación y se les da una explicación”.
“Cuando ve, se les vendan los ojos. Vivimos la misma experiencia. En nuestro caso sin la aplicación en el teléfono se dificulta el saber dónde estamos ubicados”, manifiesta.
Añade que las personas que han vivido esta experiencia dicen que “es una sensación única. Sus experiencias las vamos a poner en unas vallas”.
Pero lo que más impresionó a Lily es que “dicen que se siente maravilloso tener un espacio diferente a su casa, un espacio donde pueden vivir sin que nadie esté encima de ellos y lo más fuerte es que cuentan que a donde los lleva su familia es el médico y no a un lugar donde puedan sentir una experiencia distinta. Valoran y reconocen que aunque no ven, tienen otros sentidos para poderse movilizar y que se los tuvieron en cuenta para poder disfrutar de la naturaleza, de la flora y la fauna”.
“Acá sienten que se da la inclusión, el tema tecnológico los ayuda a vivir mejor la experiencia. Además, sienten el placer de abrazar un árbol, darle gracias, saber a qué huele y aprenden a identificar especies”, dice Lily.
Agrega que “el solo hecho de ver sus rostros y de sentir que pueden aprovechar el medio ambiente es un estímulo, una motivación para nosotros”.
Para facilitar aún más la visita de las personas con limitación visual, se cuenta con cuatro guías y 12 están en proceso de formación. “No hemos podido conseguir guías turísticos que conozcan las especies de bosque seco tropical, que manejen la inclusión, el lenguaje braille y por eso los tenemos que formar”.
Finalmente, exalta los “tesoros invaluables que tiene la reserva de bosque seco tropical, entre los que están el paujil azul, las mariposas, los monos y entre los árboles el caracolí, quebracho, carretero, ceiba de leche, vivaseca, corazón fino y mamón tigre”.
¿Se animaría usted a ver la riqueza de un bosque seco tropical con los ojos vendados y sentir la sensación que experimentan las personas con discapacidad visual?