LAS manifestaciones en Bielorrusia y el debilitamiento de su eterno presidente Alexander Lukashenko enfrentan a Vladimir Putin a un complejo cálculo sobre la estrategia a seguir ante un movimiento que no es antirruso, mientras el propio Kremlin atraviesa una fase política delicada.
"Los rusos no están muy seguros sobre qué pie bailar", señaló Gustav Gressel, experto en política europea quien agregó que “llegaron a la conclusión de que Lukashenko representa, sin lugar a dudas, un callejón sin salida, pero sería para ellos embarazoso que la crisis se resolviera en las calles. Deben, por lo tanto, instaurar un proceso sobre el que tengan el control".
Hasta el momento, las protestas no tienen connotaciones anti-rusas como las que derrocaron en 2014 al gobierno pro-ruso en Ucrania, lo que empujó a Moscú a reaccionar anexando la península de Crimea, en nombre de la defensa de la población de lengua rusa en el país y apoyando a sus aliados separatistas del este del país.
Por esta razón, Moscú ha reaccionado con calma y moderación ante estas manifestaciones en las que, aunque se corean consignas anti-Kremlin, en opinión de Anna Maria Dyner, analista del Instituto Polaco de Asuntos Internacionales, la situación es distinta a la de Ucrania porque en Bielorrusia, el ruso se habla en todo el territorio, "no hay un sentimiento anti-ruso en la sociedad y Rusia quiere que esto continúe así".
Desde los comicios del 9 de agosto, la oposición sale a la calle cada día. El fin de semana pasado, organizó la mayor manifestación de la historia del país, con 100.000 participantes, y convocó también un movimiento de huelga que afectó a varios sectores clave de la industria del país.
Encontrar una solución
Lukashenko y Putin conversaron varias veces en las últimas dos semanas, el primero recordando al segundo que le había prometido "ayuda de seguridad" a un país con el que tienen buenas relaciones y donde existe un consenso para mantenerlas.
Por otra parte, como se recordará la Unión Europea (UE) rechazó esta semana la polémica reelección del presidente bielorruso, quien prometió a su vez, mano dura para sofocar las protestas internas.
La crisis en Bielorrusia fue objeto de una cumbre extraordinaria de la UE tras la cual el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, prometió sanciones suplementarias a varios dirigentes del régimen, acusados de "violencia, represión y fraude electoral".
El presidente del Consejo europeo, también mantuvo una conversación con Putin en la que ambos líderes debatieron formas de promover el diálogo interno que ponga fin a la crisis.
“Solo un diálogo pacífico e inclusivo puede resolver la crisis en Bielorrusia”, expuso Michel.
Entre tanto, el presidente Putin se manifestó en contra de una hipotética injerencia extranjera en Minsk y advirtió en una conversación con su homólogo de Francia, Emmanuel Macron, que interferir en la crisis bielorrusa y “presionar” al actual Gobierno, sería “inaceptable”.
Por otra parte la canciller alemana, Angela Merkel, quien aseguró que el presidente Lukashenko se había negado a hablar con ella, apostó por el inicio de un “diálogo nacional” en Bielorrusia y durante una conversación con el presidente ruso subrayó que “el Gobierno bielorruso debe poner fin a la violencia contra los manifestantes pacíficos, liberar a todos los prisioneros políticos inmediatamente y entablar un diálogo con la oposición y la sociedad para superar la crisis”.
Putin también le expresó una vez más a la Canciller que “cualquier intento de interferir en los asuntos internos del país desde el exterior que lleve a una mayor escalada de la crisis sería inaceptable”, sin embargo compartió su esperanza de que la situación vuelva a la normalidad lo antes posible.
La oposición
Entre tanto la principal figura opositora, Svetlana Tijanovskaia, quien había llamado a rechazar el resultado "falsificado" de las elecciones, denunció que “la gente que salió a defender su voto en las calles de sus ciudades en toda Bielorrusia fue brutalmente golpeada, arrestada y torturada por el régimen, que se aferra desesperadamente al poder". La opositora de 37 años, refugiada en Lituania, afirmó que Lukashenko ha "perdido toda legitimidad" y mencionó que una de las opciones a corto plazo es que pueda abrirse una 'vía venezolana', con una "dualidad de poder" en la que coexistan dos administraciones con distinto nivel de reconocimiento internacional.
La oposición ha tratado de hacer un frente común contra Lukashenko y para "facilitar la transición pacífica del poder mediante el diálogo" ha formado un "consejo de coordinación", presidido por la premio Nobel de Literatura Svetlana Alexievitch, una iniciativa rechazada por el mandatario y en el punto de mira de la Fiscalía bielorrusa.
Finalmente el secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo, ofreció apoyo a los manifestantes y agregó que "Estados Unidos se ha inspirado en la demostración pacífica del pueblo bielorruso que busca determinar su propio futuro".
También aseguró que Estados Unidos mantiene su compromiso "a largo plazo de apoyar la soberanía e integridad territorial de Bielorrusia".
El jefe de la diplomacia estadounidense dijo que la administración Trump sigue preocupada por "fallas graves" en las elecciones del 9 de agosto e instó al gobierno de Minsk a entablar un diálogo con Tikhanovskaya para supervisar los esfuerzos por una transición pacífica del poder.
Asimismo pidió "la liberación inmediata de los detenidos injustamente (durante las manifestaciones) y una rendición de cuentas por los desaparecidos".
Ante estas reacciones y manifestaciones, el presidente bielorruso ordenó fortalecer los controles fronterizos, afirmando que "activistas, armas, municiones o dinero provenientes de otros países ingresan a Bielorrusia para financiar los disturbios". Asimismo aseguró la situación ha sido politizada y para evitar que el país "se rompa", prometió que la crisis estará resuelta "en los próximos días", considerando que “no es tan difícil como se está queriendo hacer ver”.