Benedicto XVI: férreo defensor del dogma y ejemplo de oración | El Nuevo Siglo
Cortesía Vaticano
Miércoles, 28 de Diciembre de 2022
Redacción Web con AFP

 

DESDE el momento en que pensó en renunciar al trono de San Pedro, a comienzos del 2013 y tras oficializarla, hecho que se puede considerar inédito en la historia de la Iglesia Católica ya que el único precedente conocido se remonta al siglo XII con Celestino V, el hoy papa emérito Benedicto XVI, inició su “peregrinación hacia la Casa del Señor”.

Consciente de que sus fuerzas no daban para cumplir con la gigantesca responsabilidad de ser el jefe de los 1.300 millones de católicos en el mundo, el alemán Joseph Ratzinger, a sus 86 años, los últimos ocho de ellos como Pontífice, decidió dar un paso al costado, llevando a la Iglesia a vivir otro inédito hecho: tener dos papas.

El 11 de febrero de 2013, Benedicto XVI sorprendió con este sentido anuncio -en latín- al mundo: “Tras haber examinado repetidamente mi conciencia ante Dios, he llegado a la certeza de que mis fuerzas, dada mi avanzada edad, ya no se corresponden con las de un adecuado ejercicio del ministerio petrino. Soy consciente de que este ministerio, dada su naturaleza espiritual esencial, debe ser llevado a cabo no sólo con palabras y hechos, sino también con oración y sufrimiento…De cara a gobernar la barca de San Pedro y difundir el Evangelio, son necesarias tanto la fortaleza de mente como la del cuerpo, fuerza que en los últimos meses se ha deteriorado hasta tal punto en mí que he tenido que reconocer mi incapacidad para cumplir adecuadamente el ministerio que se me confió. Por esta razón, y muy consciente de la gravedad de este acto, con plena libertad declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que me concedieron los cardenales el 19 de abril de 2005”.

El último día de ese mes, el cardenal alemán abandonó el Vaticano y se confinó en Castelgandolfo, cumpliendo su anuncio de “servir a la Santa Iglesia de Dios a través de una vida dedicada a la oración", regresando en tres ocasiones a la Santa Sede para emotivos y fructíferos encuentros con su sucesor, el papa Francisco.

Fue precisamente el actual Vicario de Cristo quien este miércoles, tras visitarlo en ese lugar, informó al mundo el agravamiento de la salud del papa emérito Benedicto XVI debido a su avanzada edad (96 años) y pidió “una oración especial (...), recordarlo, porque está muy enfermo, pidiendo al Señor que lo consuele y lo sostenga”.

El pontificado de Benedicto XVI estuvo marcado por múltiples crisis, entre ellas, las crecientes denuncias de pedofilia de sacerdotes y abusos contra niños en la Iglesia Católica alemana en la época que fungió como obispo de Múnich, ante los cuales no sólo aseguró que jamás fue un encubridor, sino que pidió perdón sincero y propulsó la cero tolerancia con éstos dentro de la milenaria institución.

El retiro del alemán, reputado teólogo, hombre de oración, ‘devoto’ conservador y reconocido intelectual, dio paso a la elección del primer pontífice latinoamericano, el argentino Jorge Mario Bergoglio, quién a sus 86 años, también por problemas de salud –ciática y afectaciones de rodilla-, ha considerado la posibilidad de retirarse.

Convertido en “simple peregrino” como dijo tras renunciar, Benedicto XVI estuvo alejado de la vida pública, con excepción de sus tres encuentros con Francisco en el Vaticano y otros más en el monasterio en que se recluyó, ha vivido desde entonces viendo como su “vida se apaga serenamente como una vela”, según describió en marzo de 2016 su secretario privado, monseñor Georg Ganswein.

Con dificultades para movilizarse, pero lúcido, el religioso alemán manifestó en ese entonces estar “sereno, en paz con Dios, consigo mismo y con el mundo”. Pero con el paso de los meses su fragilidad física aumentó y aumentaron sus dificultades para hablar, al punto de que desde mediados de 2020 no emite palabra alguna. Uno de sus inmediatos colaboradores transmitió el mensaje escrito por el papa emérito: “el Señor me quitó la palabra para hacerme apreciar el silencio".

El 4 de septiembre de dicho año, con 93 años y cinco meses, se convirtió en el Pontífice más anciano de la historia -aunque con el título inédito de papa "emérito"- destronando al italiano León XIII, fallecido a más de 93 años en 1903, según cálculos del diario del episcopado italiano Avvenire y de la revista Famiglia Cristiana.

León XIII, un aristócrata italiano nacido el 2 de marzo de 1810, es sobre todo conocido por haber escrito la primera encíclica dedicada a problemas sociales. A diferencia del corto pontificado de Benedicto XVI, el italiano dirigió la Iglesia católica durante más de 25 años, llegando al respecto en tercera posición detrás de Pío IX (1846-1878, es decir 31 años) y Juan Pablo II (1978-2005, 26 años).



 

Intelectual y muy humano

Joseph Ratzinger enseñó teología durante 25 años en Alemania, antes de ser nombrado arzobispo de Múnich, tras una experiencia pastoral muy corta (1977 a 1981).

Nacido el 16 de abril de 1927 en Marktl am Inn, en la diócesis de Passau, en Baviera, Ratzinger fue ordenado sacerdote el 29 de junio de 1951, nombrado arzobispo de Múnich en marzo de 1977 y proclamado cardenal el 27 de junio de 1977 por el papa Pablo VI.

El papa alemán creció en el seno de una familia bávara muy católica y patriótica. Su padre era gendarme de policía. En 1943, con 16 años, fue incorporado, al igual que todos los demás seminaristas de su clase, como auxiliar de la defensa antiaérea nazi y en septiembre de 1944, cuando tenía la edad requerida, tuvo que ingresar al ejército.

En varias ocasiones, como cardenal y como pontífice, denunció "la inhumanidad" del régimen nazi durante la Segunda Guerra Mundial, disipando así toda sospecha de complicidad.

Después del conflicto, a comienzos de la década de los 50, Ratzinger comenzó a enseñar teología en el Instituto Superior de Fresssing y se convirtió en brillante profesor de numerosas universidades alemanas, entre ellas las de Bonn, Münster y Ratisbona. Más adelante se convirtió en el guardián del dogma de la Iglesia católica durante otro cuarto de siglo en Roma, fue consejero en las labores del Concilio Vaticano II (1962-1965), que modernizaron y renovaron a la Iglesia.

El segundo papa extranjero en más de cuatro siglos, elegido pontífice el 19 de abril del 2005 tras un cónclave que duró menos de 24 horas, autorizó la misa en latín.

Defendió una línea conservadora en materias como el aborto, la homosexualidad y la eutanasia

Entre 2007 y 2012 publicó tres libros en los que reflexiona sobre la figura de Jesucristo, un imponente ejercicio intelectual, que además fue un éxito internacional de ventas.

El papa número 265 de la historia de la Iglesia visitó durante su pontificado una veintena de países, entre ellos España, en tres ocasiones, así como Brasil, México y Cuba.

Su papado estuvo marcado igualmente por la filtración en 2012 de unos documentos confidenciales (los conocidos como "Vatileaks"), orquestada por su mayordomo personal.

El escándalo dejó en evidencia que la Curia romana, la administración de la Santa Sede, estaba minada por una serie de intrigas, algo que ancestralmente ha sido vox populi, y la falta de rigor financiero.

En el último video de Benedicto XVI, difundido por el Vaticano en agosto del año pasado con motivo de la tradicional visita de los nuevos cardenales, se ve a un hombre delgado y debilitado, con un aparato auditivo, incapaz de hablar, pero con ojos vivaces.

Intelectual y muy humano

Sin duda fue un papa intelectual pero que supo mostrar, al final de su pontificado, una humildad y una sencillez que los fieles no le reconocían.

"Nos ha dejado un gran testamento espiritual. Una reflexión con todas las claves de su pontificado", explicó el religioso mexicano Sergio Tapia, profesor de la Universidad romana de la Santa Croce, tras la renuncia de Benedicto XVI. 

"Cada día lo descubrimos más. Poco a poco la imagen y prejuicio que se tenía del teólogo severo desaparece y aparece aquella de la persona que toma la decisión de romper los esquemas de todos y no sólo de la Iglesia", sostuvo Tapia, en referencia a la renuncia del Papa, un hecho sin precedentes en siete siglos en la Iglesia Católica.

Para numerosos prelados, obispos y cardenales que asistieron a la última catequesis en la plaza de San Pedro del religioso alemán, su última lección demostró la densidad de su misión y, sobre todo, cuestionó el modelo centralizado de gobierno de la Iglesia.

"Fue discurso importante, bello y dramático con el que cerró su recorrido de pontífice y llamó a la Iglesia a purificarse y a renovarse, tal como lo hizo antes de ser elegido pontífice en 2005, en una memorable homilía", comentó el vaticanista Ignazio Ingrao, de la revista Panorama.

Cerró el mismo diciendo: “Soy sólo un obispo entre los obispos…Tengo confianza en el Evangelio que purifica y renueva. Estoy conmovido, veo a la Iglesia viva…La barca de la Iglesia no es mía, ni vuestra, es Suya".

Desde ese día, en febrero de 2013, el cardenal Joseph Ratzinger, el que tuvo la ‘osadía’ de renunciar se prepara para su muerte. Un viaje largo que ha minado su fuerza física pero fortalecido su espíritu y paz interior. Con la humildad de un pastor, la paciencia de un santo y la conciencia del peregrino avanza hacia su encuentro con el Señor, dejando un tan rico como vasto legado, que hasta ahora se empieza a apreciar. /Redacción internacional.