“Un crimen que genera hondas heridas”
Ante la grave crisis que se ha venido desarrollando últimamente por los ataques de ciertas personas contra el papa Francisco, bien merece la pena explicar el tema de los abusos sexuales, que no sólo se dan en la iglesia, sino en muchos otros ámbitos. Todo este tipo de actos reprobables, cometidos por algunos sacerdotes y obispos que violaron la inocencia de menores y su propia vocación sacerdotal al abusar sexualmente de ellos, ha sido una de las grandes preocupaciones recientes de la Iglesia.
Los obispos, comenzando con el Beato Papa Pablo VI en 1967, publicaron una advertencia dirigida a los fieles sobre las consecuencias negativas de la revolución sexual. La encíclica papal Sacerdotalis coelibatus, trató el tema del celibato sacerdotal en medio de un ambiente cultural que exigía mayor "libertad" sexual. El Papa volvió a reafirmar el celibato al mismo tiempo que apelaba a los obispos para que asumieran responsabilidad por "los hermanos sacerdotes afligidos por dificultades que ponen en peligro el don divino que han recibido". Aconsejaba a los obispos que buscaran ayuda para estos sacerdotes, o, en casos graves, que pidieran la dispensa para los sacerdotes que no podían ser ayudados. Además, les pidió que fuesen más prudentes al juzgar sobre la aptitud de los candidatos al sacerdocio.
El Papa emérito Benedicto XVI pidió perdón por los pecados de omisión por parte de líderes de la Iglesia que no han respondido adecuadamente a las denuncias de abuso presentadas por familiares y por aquellos que fueron víctimas del abuso, lo cual lleva todavía a un sufrimiento adicional a quienes habían sido abusados y puso en peligro a otros menores que estaban en situación de riesgo.
En 2001, con la Carta Apostólica Motu Proprio data Sacramentorum sanctitatis tutela, relativa a las Normae de gravioribus delictis reservados a la Congregación para la Doctrina de la Fe, determinó los delitos más graves contra la moral. Luego, en marzo de 2010, el papa emérito escribió una Carta Pastoral a los católicos de Irlanda para pedirles perdón, lo cual repitió Francisco allí hace pocos días.
El lunes 7 de julio de 2014, Francisco, con la gran sensibilidad que lo caracteriza, celebró la Eucaristía en la Casa Santa Marta ante las víctimas de pederastia y dijo: “Desde hace tiempo siento en el corazón el profundo dolor, sufrimiento, tanto tiempo oculto, tanto tiempo disimulado con una complicidad que no, no tiene explicación”. Y es que cuando se presenten casos relacionados con sacerdotes, como el de Soacha en Miami, el obispo debe proceder a la separación del cargo del sacerdote, y luego la suspensión del ministerio, al tenor de los cánones 1311, 1312, 1331 § 2, 1°; 1332, 1333, 1334, 1335, 1336, 1339, 1340, 1387, 1393, 1397, 1399 y demás normas concordantes sobre las penas medicinales o censuras y las penas expiatorias, así como con los castigos que por la especial gravedad de la infracción son urgentes para prevenir o reparar escándalos.
Eso lo llevó a que Francisco publicara el 20 de agosto una Carta al pueblo de Dios, titulada “Si un miembro sufre, todos sufren con él”, en la cual, con palabras de san Pablo, el Papa constata una vez más el sufrimiento vivido por muchos menores a causa de abusos sexuales, de poder y de conciencia cometidos por un notable número de clérigos y personas consagradas. Un crimen que genera hondas heridas de dolor e impotencia; en primer lugar, en las víctimas, pero también en sus familiares y en toda la comunidad, sean creyentes o no creyentes.
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