Acabar con lo que bien funciona | El Nuevo Siglo
Viernes, 12 de Febrero de 2021

Si a alguien se le ocurre decir que Daniel Quintero Calle quiere destruir a Medellín, habría que tomar semejante afirmación en el contexto de ser una crítica de la oposición. Pero que lo diga un concejal del Partido Verde, colectividad que goza de las mieles del clientelismo y la contratación por ser uno de los partidos que apoyan al alcalde, constituye no solo una voz de alerta sino una prueba fehaciente de la gravedad del asunto.

Hasta hace un par de años, Medellín parecía blindada contra populismos como el que arrasó con Bogotá durante esas tres alcaldías nefastas de Lucho Garzón, Samuel Moreno y Gustavo Petro. Pero apareció Quintero con su discurso antisistema, tras la contingencia de Hidroituango, y toda esa caterva de jóvenes adoctrinados por Fecode encontró por quien votar. Eso, sin perjuicio de denuncias que señalan la injerencia a su favor de bandas criminales que habrían inclinado la votación en las barriadas pobres de la ciudad.

Como fuere, muchos creyeron que Quintero no sería tan tonto ni tan radical como para hacerse el haraquiri de despeñar a la mejor ciudad del país y correr con el desprestigio. De hecho, las primeras medidas que le tocó tomar contra la pandemia parecían hablar a su favor, pero pronto aparecieron los escándalos, y de un calado suficiente como para justificar un proceso revocatorio que, no obstante, parece condenado al fracaso por su tortuosa reglamentación.

Tal vez lo más grave es que Quintero mintió en sus intenciones con las Empresas Públicas de Medellín (EPM), la joya de la corona de los antioqueños y el mayor símbolo -junto al Metro- de la pujanza paisa, eso que genera tantos amores y odios en el resto del país. El gerente no fue escogido por una firma cazatalentos, como se había prometido, sino señalado a dedo entre los amigos de Quintero para que le “copiara2 y le obedeciera cuanto se dictara desde el “olimpo2.

Cómo serían de graves las exigencias, sin embargo, que el gerente Álvaro Rendón López entendió que estaban muy por encima de cualquier amistad y dejó de obedecer como perrito faldero lo que le ordenaban desde la alcaldía. De nuevo, Quintero le mintió al país felicitando en público a Rendón cuando a puerta cerrada le pedía la renuncia. Y, en un caso digno de estudio de la siquiatría, el alcalde anunció la abdicación del gerente en reunión de la arrodillada Junta Directiva, a lo que este no tuvo otra opción que desmentirlo.

Para sorpresa de todos, Rendón fue despedido por recomendación de la Junta de bolsillo que Quintero implantó el año anterior tras la renuncia de la que existía. Pero se fue por bueno, por defender los intereses de la organización y los usuarios, y no por malo, aunque cierto es que, a través suyo, Quintero alcanzó a hacer muchas jugadas en materia de puestos y contratos para apoderarse del “ente autónomo”, como han sido denominadas las EPM durante sus 65 años. Las acciones turbias de Quintero se advierten cínicamente en uno de sus trinos: “Medellín ya no les pertenece. Y, al parecer, podría agregarse que las EPM tampoco.

En fin, la esperanza que nos queda podría desprenderse de la encuesta de Invamer del mes de enero, en la que el respaldo a la gestión del alcalde Quintero, bajó de 67 a 55 por ciento y la desaprobación pasó de 27 a 42 por ciento, que son las calificaciones más bajas que haya tenido cualquier alcalde de esta ciudad. Y con sus pérfidas decisiones, el ‘diablo Pinturita’ seguirá cayendo hasta el punto de hacer posible la revocatoria o que el inconformismo social lo lleve a presentar su renuncia. Es que, al niño pobre del Tricentenario, que hoy habita una mansión de miles de millones de pesos cuyo origen se desconoce, cada vez son menos los que le comen cuento.

@SaulHernandezB