Adriana Llano Restrepo | El Nuevo Siglo
Viernes, 6 de Noviembre de 2015

EL SEPTIMAZO
Recordar

“Una  cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa”, dicen que dijo un dizque filósofo nacido en Buga cuyo nombre nadie nunca cita, pero también es una de las frases emblemáticas que se repiten en la película El Infierno, de Luis Estrada, una lectura hipercrítica de la celebración del bicentenario de la independencia en México, uno de los ladrillos que me he visto en el fin de semana de muertos o de Halloween.

Una cosa es encarnizarse en vivir de nuevo una y otra vez los episodios dolorosos de la vida individual y colectiva, privada y pública, lo cual puede llevarnos a estar siempre “cargados de tigre”, como Uribe, o como Tirofijo, llenos de veneno porque Quién se ha llevado mi queso como rezaba ese terrible librito de supermercado escrito por el médico Spencer Johnson y que se constituyó en el sumun de la autoayuda de los años 90.

Otra muy distinta, recordar. Por etimología nuestro verbo recordar alberga la palabra corazón. Viene del latín recordare, que se compone del prefijo re- (‘de nuevo’) y el elemento cordare formado sobre el nombre cor, cordis (‘corazón’). Antiguamente se creía que el corazón era la sede de la memoria. Y debería volver a serlo.

Hemos recordado a Álvaro Gómez Hurtado al cumplirse 20 años de un asesinato adjudicado a una entelequia denominada por él mismo Régimen, que “forma parte del establecimiento y es el vehículo contaminante de todo lo que a éste pertenece: el Congreso, los partidos, la prensa, los grupos económicos, los sindicatos, la policía y la enseñanza".

Hemos recordado que hace 30 años el Palacio de Justicia fue tomado a sangre y fuego por la guerrilla y recuperado militarmente también a sangre y fuego. Y también hemos recordado que entre el 6 y el 7 de noviembre de 1985 el M19 masacró a 11 magistrados de la Corte Suprema.

Recordar hace falta; uso las palabras de Amos Oz, en De repente en lo profundo del Bosque: “Durante muchos días la gente evitó mirarse a los ojos. (…) De hecho, a veces olvidan por qué prefieren olvidar. Sin embargo, todos recuerdan perfectamente, en silencio, que es mejor para ellos no recordar”.

Hay que recordar, porque todos somos culpables de lo que pasa y aunque lo somos, no lo somos en la misma medida. Quizás tiene razón Mati, el personaje del relato de Amos Oz: “(…) debería existir otra palabra, una palabra especial que incluyera tanto recordar, como olvidar”.