Adriana Llano Restrepo | El Nuevo Siglo
Viernes, 1 de Abril de 2016

EL SEPTIMAZO

Prejuicios

 

ME LEVANTO y miro por la ventana el océano de mermelada que me rodea. No hablo, por supuesto,  de la que se esparce desde la Casa de Nariño, sino de aquella sobre la cual nos advirtió Estanislao Zuleta en su icónico Elogio de la Dificultad: “La pobreza y la impotencia de la imaginación nunca se manifiestan de una manera tan clara como cuando se trata de imaginar la felicidad. Entonces comenzamos a inventar (…) países de Cucaña. Una vida sin riesgos (…) sin búsqueda de superación (…) y por lo tanto también sin carencias y sin deseo: una eternidad de aburrición”.

Me levanto y leo que Viviane Morales insiste en hacernos partícipes de su fe cristiana, tan generosa ella, pero paradójicamente tan a espaldas de la muy incluyente Constitución de 1991 que nos puso a buen recaudo de racistas, clasistas, homofóbicos, elitistas y otras yerbas. A menos en letra de molde porque en la vida cotidiana parecemos instalados en la Edad Media o en la Santa Inquisición o en una sociedad feudal.

Me levanto y veo en Youtube las protestas xenofóbicas de unos dulces abuelos del muy apacible y hermoso distrito 16 de París, porque en su barrio darán refugio temporal, transitorio o permanente, no se sabe, a tanto pobre que afearía el paisaje: “Ellos nunca podrán integrarse en este barrio”. Los ellos de los que hablan, son las doscientas personas sin hogar que la Alcaldía de París planea albergar en una estructura desmontable instalada en un borde del muy turístico Paseo de las Fortificaciones.

Me levanto y oigo en CNN a Marie, una pensionada francesa indignada frente al letrero que anuncia el comienzo de los trabajos: “Somos personas muy caritativas. La gente del barrio hace donaciones todo el tiempo”. Me acuerdo entonces de un candidato presidencial, quien por fortuna fracasó en el primer intento electoral, que cada vez que yo le programaba actividades en barrios populares de Cali, como Siloé, Aguablanca o Terrón Colorado, decía: “Que vivan los pobres, pero que vivan bien lejos”.

Me levanto y el eco de un programa sobre Hitler en History Chanel me obliga a afirmar que no sabemos relacionarnos con aquellos a quienes hemos dejado por fuera de nuestra definición de ‘humano’ o ‘digno’; es que los nazis eran buenísimos con sus iguales. Hermann Wilhelm Göring al parecer era un estupendo papá.

Me levanto y me percato de que el miedo al otro y tanto prejuicio aumentaron este “océano de mermelada sagrada”.