Empezaron desprestigiando el periodismo y ahora quieren ejercerlo para implantar su narrativa sin cuestionamiento. Desde hace algunos años los políticos han hecho ver a la prensa como su mayor enemigo. Encontraron en el ataque a los medios una estrategia rentable; No en vano los uribistas han sido incesantes en diseminar la idea de que en Colombia los periodistas son “enmermelados”. Crearon portales de internet emulando a los medios para generar su contra-narrativa y acuñaron como estrategia la persecución judicial.
Desde la otra orilla, el petrismo ejerce linchamientos cuando algún medio se atreve a cuestionarlos. Han adoptado a la perfección la cultura de cancelación, organizando y manipulando las redes sociales para aislar e intimidar periodistas y así socavar su credibilidad.
Pero lo verdaderamente preocupante para una democracia joven y que apenas funciona, es que después de años de haber visto un ataque sin cuartel a la prensa, estamos ante políticos que ahora quieren suplantarla. No ha sido suficiente con el ataque, ahora decidieron que es más fácil hacer una pantomima de periodistas y así abolirlos del todo. El primer ejemplo es el del presidente Duque, quien todos los días a las seis de la tarde asume el papel de conductor de televisión. Con sus ministros maquillados y muy arreglados, al mejor estilo del chavismo, entregan cifras sin que medie crítica o análisis de alguien externo.
Desde el Congreso también se han estrenado en las lides del periodismo. Ahora el senador Roy Barreras es entrevistador digital de figuras de la política nacional. Gustavo Petro y Gustavo Bolívar crearon una sección con sus nombres en un portal afín a sus intereses y otros tantos políticos que están en los medios esperando a volver al ruedo.
No es que el privilegio de la libertad de expresión sea un derecho exclusivo de los periodistas, ni que todos los periodistas hayan cumplido su función a carta cabal sin intereses políticos detrás. Se trata de entender que esta tendencia es mucho más peligrosa de lo que imaginamos. En un mundo poscovid, en donde el Estado necesariamente alargará sus tentáculos, es menester tener una prensa robusta para hacerle escrutinio al poder. Escrutinio que, por supuesto, siempre es más cómodo para los políticos no tener.
Por eso primero desprestigiaron a la prensa y ahora no contentos con eso, se quieren convertir en ella, difuminando las fronteras entre un oficio y otro. Pero esto no acaba ahí, después vendrán por las redes sociales. Esas que tanto explotaron para polarizar. Ya lo estamos viendo en Estados Unidos con Trump y al otro lado del Atlántico con Erdogan.
Ya no será ni siquiera cuestión de libertad de prensa, sino simplemente de tenerla. Si algo ha ayudado a florecer las democracias ha sido el respeto al periodismo como un eje más de la separación de poderes. Por eso si dejamos que los políticos usurpen su lugar, no tendremos como reclamar ante los excesos de aquellos que cuando se ven sin límites, siempre se tornan autoritarios y dictatoriales.