Soberanía es innegociable e irrenunciable
En escritos de vieja data sostuve, insistentemente, cuando el comandante Ortega, de Nicaragua, nos demandó ante el Tribunal Internacional de La Haya, que la soberanía nacional que ejerce el Estado colombiano en su territorio o en los mares es innegociable e irrenunciable, frente a temerarias demandas que buscan arrebatarnos parte del territorio y los derechos marítimos históricos en San Andrés, Providencia, Santa Catalina, el archipiélago de cayos que son nuestros desde siglos antes de la creación del Tribunal de La Haya.
Un arquetipo de la historia del Imperio Español y la Nueva Granada, el mariscal de campo, Juan de Torrezal Díaz Pimienta, como gobernador de Cartagena, ordena a la marina sacar a los invasores de nuestras costas y playas por la zona de lo que hoy se conoce como Nicaragua y la Mosquitia, y expulsar a los invasores escoceses del Darién. Al estratega y valiente militar, pionero de la lucha por nuestra soberanía, para premiar sus servicios se le nombra Virrey en 1781, por desgracia se enferma durante el viaje y a los cuatro días de estar en Santa Fe de Bogotá fallece. En las páginas de El Nuevo Siglo sostuve la tesis de defender a ultranza nuestros derechos, aduciendo que no debíamos aceptar bajo ningún motivo, que la Corte Internacional entrara a modificar nuestras fronteras, por carecer de jurisdicción, dado que el Tratado Esguerra-Barcenas, había sido reconocido y ratificado por ambas naciones, mucho antes de su existencia. Desconocer ese tratado abría las compuertas para derrumbar las fronteras universales. El meridano 82, reconocido por los vecinos y en mar abierto, no afectaba a terceros. En ese tratado cedimos nuestras costas a Nicaragua por nada; correspondía notificar a la Corte, que siendo nugatorio las cosas debían retornar a los orígenes; correspondía a Nicaragua devolver esos extensos territorios costeros que por siglos fueron nuestros. En tiempos de Juan de Torrezal Díaz Pimienta o un Julio Arboleda, en el siglo XIX, habrían procedido a recuperar por medio de la Armada nuestras antiguas costas en el Atlántico. En estos tiempos el país envuelto en la confrontación bélica fratricida, no ve mas allá de las narices y los gobiernos son esquivos en la defensa de la soberanía en las fronteras.
El talentoso expresidente Alfonso López Michelsen, comentó conmigo el asunto y la doctrina Gaviria. Germán Cavalier, que escribía eruditos ensayos en este diario, quien, discrepaba. El canciller Guillermo Fernández de Soto, el coronel Julio Londoño, como la cancillera María Consuelo Araujo, me explicaron la política de Colombia en La Haya. Invitado por la Universidad Jorge Tadeo Lozano ratifiqué mis argumentos nacionalistas, el nutrido público aplaudió. Con cuantos internacionalistas hablé sostuve el peligro al derivar Nicaragua a la tesis de considerar nuestras islas como enclaves en su mar para despojarnos de miles y miles de kilómetros. Sorprendente desautorizar al ministro Carlos Rodado, quien propicia un acto de soberanía nacional en nuestro mar por San Andrés. Lamento no haber tocado el tema con la encantadora y valiosa cancillera María Ángela Holguín, en alguna de sus estadías en Bogotá...