Lo conservador y la servidumbre militar
Entre lo conservador y lo militar coinciden valores paradigmáticos, por el anhelo de consagrar el orden. Lo conservador defiende las tradiciones con carácter e ideas, lucha contra las ideologías y fuerzas del caos. Lo conservador tiene campo de acción en la política, la academia, los medios de comunicación, la economía. El arsenal de lo conservador se nutre de la inteligencia y la dialéctica, ejerce la persuasión y fomenta el cambio. Lo conservador procura mediante la política restablecer el democesarismo, recurso que apuntala el Estado amenazado por la conjura de sus enemigos históricos, como por eruditos juristas e improvisados leguleyos, que intentan utilizar la magistratura para lograr por medio de fallos tendenciosos lo que las izquierdas más radicales no alcanzaron con las armas y el terrorismo.
En un sistema como el de la Carta de 1991 basta con cinco magistrados de la Corte Constitucional para favorecer el desorden o fortalecer el orden. La sociedad se mantiene en vilo. Tales magistrados legislan y desafían al Ejecutivo, los magistrados de otras cortes, el Congreso y el resto de colombianos.
Poco importa que el Congreso haya resultado favorecido por millones de votos, lo mismo que el Poder Ejecutivo y que juntos representen la voluntad nacional, ni que el debate y los mecanismos para aprobar las leyes sean dispendiosos. Cinco magistrados pueden interpretar a su acomodo las leyes y legislar, que es una forma de cogobierno supraconstitucional, derivado del despropósito desafiante de “desarrollar la Constitución”.
El militar se esfuerza por potencializar una fuerza disciplinada que salvaguarde las fronteras e intimide a los terroristas que agazapados en las grandes urbes o desde los campos y selvas esperan la oportunidad para fumigarlos. El militar no hace política ni conviene que la misma penetre los cuarteles. El militar intenta preservar el orden legal o constitucional, no le compete modificarlo ni interpretarlo, por deber y servidumbre defiende arma al brazo las instituciones sin importar el partido del gobernante; sin llegar al suicidio ni dejarse empujar al abismo demagógico... El amor a la Patria, el honor, la dignidad profesional, la vocación misma por la carrera de las armas demuestran la coincidencia espiritual con lo conservador en el sentido más elevado del término, que está por encima de suspicacias partidistas. Conservadores y militares son guardianes del orden por instinto, sistema y compromiso, lo mismo que algunos liberales e, incluso, ciudadanos sin partido; puesto que el hombre al vivir en sociedad desarrolla una sabiduría política que le permite convivir, subsistir, defenderse, unirse, manifestarse políticamente y luchar por nobles ideales. Los soldados y los partidarios del orden son pilares de la democracia.
Lo conservador y lo castrense se identifican por el servicio a la Patria, la defensa de sus tradiciones, la pasión por el cambio al desarrollo y el bien común, como por un sentido espiritual de la vida que choca contra el individualismo egoísta y la utopía disolvente de los agitadores proclives a incendiar la heredad. Lo conservador defiende el fuero militar y el bienestar de las Fuerzas Armadas, esencial para derrotar a los violentos.