ALBERTO MEDINA MÉNDEZ | El Nuevo Siglo
Sábado, 8 de Junio de 2013

Descripciones y realidades



En tiempos de crecimiento económico, algunas sociedades suelen pretender ampararse en indicadores para justificar su entusiasmo. Ciertas estadísticas parecen reflejar determinados logros, y por eso es que el debate político aprovecha para apoyarse en esas cifras y demostrar su aparente éxito.
“No todo lo que brilla es oro”, dice una frase popular que intenta advertir a los ingenuos, de que unos pocos datos aislados, presentados con arrogante ampulosidad, no pueden explicar el presente profundo.
Muchos de estos países están pasando por esa etapa. Una situación bastante infantil, demasiado ingenua, en la que buena parte de la comunidad prefiere creer en “espejitos de colores” presumiendo del supuesto triunfo de sus ideas. Lo concreto es que no tiene sustento real y solo muestra la superficialidad de ciertos progresos que no explican con precisión el momento actual.
En ese contexto, los que viven convencidos de estar en el paraíso, hacen insistentes comparaciones con el pasado, se retratan en él, afirman que jamás antes vivieron de este modo y dicen no comprender cómo es posible que el resto de la sociedad no reconozca las maravillas del presente.
Tal vez exista cierto paralelismo, entre esa descripción cotidiana que hacen algunos y lo que le suele suceder a aquel que se sumerge en el infierno de las drogas. En un instante difícil de su vida, elige el camino más rápido, busca ese atajo a la felicidad que le proponen los mercaderes del mal. Esos que dicen que consumir sustancias hará que todo se vea mucho mejor.
El relato de los que transitaron por ese abismo habla de una sensación de entusiasmo, alegría y placer, que en cada nuevo intento se disfruta con satisfacción. Lo que no alcanzan a percibir en ese trance, es la totalidad de lo que está ocurriendo, que es no solo lo evidente de la inmediatez, sino lo que sobrevendrá después de esa fase de delirio, cuando se distinga la oscuridad que tiene preparada el porvenir y las consecuencias inevitables que pagará por ese instante de placer.
Los que inducen a estas políticas, son como los distribuidores de drogas, y se constituyen en los grandes ganadores de este juego. En la vida en comunidad sucede algo similar. No existe vericueto que lleve a la dicha, al crecimiento y al desarrollo integral. El progreso, el despliegue económico, el avance social, la derrota de la pobreza, no se obtiene con extraños artilugios edificados bajo efímeras circunstancias positivas.
El éxito sustentable siempre viene de la mano del esfuerzo, del trabajo, del sacrificio perseverante de una suma de individuos. Creer que con planes sociales, ayudas económicas, saqueos sistemáticos a los que producen, se puede lograr una sociedad armónica, es casi tan ilusorio como suponer que consumiendo sustancias se conquista la felicidad personal.
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