Los numerosos y reiterados trinos del presidente Petro sobre el descarnado ataque de Hamás al territorio de Israel no deben sorprendernos, no solamente por antecedentes que en cierta forma lo presagiaban: la reunión del canciller Leyva con el vicepresidente de la República Islámica de Irán al día siguiente de la posesión de Petro, el apoyo al reconocimiento de la República Árabe Saharaui que El Reino de Marruecos considera parte de su territorio; así como lo numerosos acuerdos con la Autoridad Palestina; sino también por su afán de competir por el liderazgo de la izquierda en el continente americano.
Lo inesperado fueron las formas con las que Petro se expresó sobre el ataque de Hamás a Israel, en una avalancha de trinos agresivos, mendaces e injuriosos, impropios para fijar la posición de Colombia, que maltrata a la cancillería y se abroga en solitario e inapropiadamente la conducción de las relaciones internacionales de Colombia al vaivén de sus fantasiosas ambiciones en el competido escenario por el ansiado liderazgo de la izquierda, en el que Luis Inacio Lula y Andrés Manuel López Obrador (Amlo) llevan la ventaja de contar con cancillerías experimentadas en las tareas propias de la diplomacia.
El Hamás es una organización terrorista, cuyo objetivo principal es la destrucción del Estado de Israel y cuya acción demoniaca se nutre de un radicalismo religioso que goza del apoyo de los ayatolas de Irán y de sus congéneres de Afganistán, que hoy cuenta con el soporte de la izquierda internacional. No en vano los presidentes y primeros ministros de Estados Unidos, Francia Alemania, Italia y Reino Unido han conminado a Irán a no extender el conflicto más allá de la franja de Gaza que intente interrumpir el acercamiento entre Israel y la Arabia Saudita, que prolongaría la desestabilización en toda la región del Oriente Medio.
Petro sabe que la presencia de Irán y de la China en Venezuela puede desencadenar cambios sustanciales en los frágiles equilibrios orbitales y continentales de hoy, que las izquierdas se proponen favorecer para promover un proceso de debilitamiento de las potencias democráticas. Oportuno será su viaje a China, como lo ha sido su apoyo a Putin en su invasión a Ucrania. El rechazo al capitalismo y al emprendimiento privado es hoy el caballito de batalla de toda la izquierda para convertirlo en el culpable de todas las penurias que siempre rondan a las sociedades por culpa de sus iluminados gobernantes.
Petro juega en grande, mientras la mayoría de los colombianos, en su entrañable parroquialismo, no percibe los cambios que asoman, que apuntan a modificar equilibrios orbitales y las instituciones democráticas, y con ello sus condiciones de vida y sus esperanzas de futuro. Es el “activo” con el que se pretende imponernos un estatismo paralizante que subyugue la iniciativa privada y someta a los ciudadanos a la afligida condición de parias en todas las realidades de la vida social. Los ejemplos de Cuba, Nicaragua y Venezuela han sido suficiente espejismo para los que se rehúsan a comprender la dinámica que los va a cobijar. Triste horizonte para una nación con todas las capacidades para engrandecerse.