Alejandra Fierro Valbuena | El Nuevo Siglo
Lunes, 15 de Diciembre de 2014

“En estos días, imposible evadir sensación de cierre”

Cambio de año

 

Los finales

En  estos días es imposible evadir la sensación de cierre. Termina el año y con él tenemos la percepción de terminar nosotros también. Terminan años académicos, ciclos laborales, procesos económicos, proyectos políticos.

Si miramos en detalle nos daremos cuenta de que en realidad, los días siguen siendo los mismos y también nosotros. El hecho arbitrario del cambio de año en el calendario no significa nada muy tangible. Sin embargo, para los seres humanos tiene un sentido crucial, sobre todo porque representa un nuevo comienzo, una nueva oportunidad. Es común que por estas fechas estemos sometidos a procesos de evaluación  de nuestro desempeño. Éste y el empeño personal que ponemos en autoevaluarnos personalmente, nos permiten ver qué ha sido de nuestra vida en los anteriores meses y si llevamos a cabo o no esos propósitos que en el año renovado hicimos con ilusión. Si queda a la vista algún asunto no culminado viene una sensación de frustración. Sentir que no se cumplió el cambio esperado nos llena de insatisfacción. ¿Qué sería de nosotros sin una nueva oportunidad? La ilusión que representa el final del año tiene que ver sobre todo con esa posibilidad de renacimiento que todos necesitamos. Lo malo se queda atrás y se presenta en frente un tiempo nuevo, que desempacaremos con la ilusión de usar adecuadamente.

La relación que con el tiempo establecemos es extraña para un tipo de ser que está en constante cambio y para el que sólo existe un  final real. Daría la impresión de que inventamos finales a lo largo de nuestra vida sólo por el gusto que representa volver a empezar. El monótono transcurrir del tiempo que ha definido la física, no tiene nada que ver con el tiempo humano, lleno de fluctuaciones, maleable de acuerdo con las expectativas, los estados de ánimo y las edades de la vida.  

Poder llenar nuestro tiempo con pequeños finales y sus consecuentes comienzos no sólo tiñe de novedad el transcurrir y el movimiento, sino que dota de sentido las existencias. Configuramos nuestras vidas de acuerdo con esos tiempos inventados porque son los que nos permiten introducir asuntos sólidos dentro de la liquidez que sería el tiempo sin ritual. Esas marcas en el tiempo, que la cultura refuerza y consolida, son la verdadera vida del hombre, la que supera la dimensión biológica al ir creando una narrativa que dota de sentido los múltiples instantes que la componen.

Aun cuando finalizar significa también enfrentarse al abismo de lo desconocido y experimentar el vértigo de la incertidumbre, tener un horizonte nuevo que descubrir compensa con creces el posible malestar. Terminar bien lo vivido y prepararse para la novedad es una inyección de vitalidad sin la cual no podríamos mantenernos a tono con el transcurrir del tiempo. Es tan profundo el impacto de estos cortes en el tiempo, que incluso podemos experimentar una renovación física real al pasar por estos momentos “liminales”. La renovación aparece como una nueva oportunidad y con ella llega la ilusión, la esperanza y todos aquellos sentimientos que nos preparan para enfrentar el futuro. Un final bien vivido es la posibilidad de un gran comienzo.

 

spojad�m b`�Ȟ�) y así proteger, tanto propietarios como poseedores, para que no se siga presentando una vulneración masiva de derecho, pues aunque abandono, despojo y usurpación son términos distintos, para la Corte son uno solo, esas actuaciones producen la expulsión de la tierra de las víctimas. Actualmente la Ley 1448 de 2011 se encuentra reglamentada por los decretos 4800 de 2011, 1725 de 2012 y 3011 de 2013, y con ellos algo se ha avanzado para adelantar las acciones procesales dentro del modelo de “Justicia y Paz”, para lograr, en parte, un proceso de reconciliación nacional a través de la verdad, la justicia y la reparación integral, en este caso que nos ocupa, con la restitución de tierras en condiciones de equidad a las víctimas.

 

Cuando se dé la reparación a las víctimas, no puede procederse con un modelo de “reforma agraria”, que busca dar participación igualitaria a los campesinos, sino que debe darse un verdadero modelo equitativo de resarcimiento, en el cual se asegure a cada víctima un mínimo de tierra, pero, acrecentándola equitativamente según las hectáreas de las cuales ha sido despojado, brindándole apoyo (económico, sicológico, cultural y social, entre otros), para que puedan superar, en parte, abusos cometidos en el curso del conflicto armado, mitigar el dolor sufrido y tener más oportunidades para su desarrollo personal, familiar, económico y social.

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