ALEJANDRA FIERRO VALBUENA | El Nuevo Siglo
Sábado, 9 de Marzo de 2013

El rescate de lo femenino

 

“Se ha llegado a radicales casos como negarse la maternidad”

Se celebró ayer el Día Internacional de la Mujer. El origen de esta celebración se remonta a 1911 cuando en Alemania y otros países surge la necesidad de manifestarse en torno al reconocimiento de los derechos de las mujeres y en protesta frente a la violencia y la discriminación. En 1977, la ONU proclama el 8 de marzo como Día Internacional por los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional. De ahí en adelante se ha convertido en la bandera de los grupos feministas a lo largo del mundo.

Si bien la militancia de las mujeres se ha orientado en muchos casos a la exigencia de reconocimiento del lugar de la mujer en la sociedad y al rechazo y lucha contra la violencia y la discriminación, también se han colado dentro de los propósitos algunas concepciones que en lugar de exaltar el ser femenino terminan por difuminarlo hasta desaparecer.

La condición de exclusión que la mujer ha sufrido a lo largo de la historia no es desconocida para nadie. La antigua Grecia, pilar del desarrollo de Occidente, nos legó un sistema social, político e intelectual que asume la inferior condición de lo femenino frente a lo masculino. Platón en el Timeo no tiene ningún reparo en afirmar que si el alma de un hombre no alcanza la perfección racional que le lleve de vuelta al mundo de las ideas, su destino será, en castigo, ocupar un cuerpo femenino. Así mismo Aristóteles considera que las mujeres, al igual que los menores de edad y los esclavos, no alcanzan la condición de ser considerados seres humanos libres.

El proceso ha sido duro y dispendioso. La tarea de reconocimiento de la dignidad de las mujeres ha llevado años y se ha encontrado con graves tropiezos que han representado a su vez grandes retrocesos. Uno de ellos ha sido la pretensión de igualdad entre hombres y mujeres. Si bien, como seres humanos es legítimo hablar de igualdad de derechos civiles y laborales, eso no implica que se deba anular la evidente diferencia que hay entre el modo como hombres y mujeres comprenden y actúan en el mundo.

En algunos casos ha sido tan fuerte esta intención igualitaria que en lugar de abrir el espacio social para las mujeres se les exige que se transformen en hombres y que rompan con aspectos cruciales de su feminidad. Hemos llegado a casos radicales de negación del aspecto más profundo de lo que implica ser mujer, este es, la maternidad. Algunas de las luchas feministas promueven un modelo de reconocimiento que implica que la mujer renuncie a sus hijos, a su afectividad e incluso a su cuerpo. El modelo que se crea es perverso en la medida en que le dice a la mujer: te acepto siempre y cuando actúes como hombre.

Esta perversión invita a una reflexión honda y urgente. Si el día de la mujer llega a tener algún sentido, este sería que la sociedad entera se pregunte si efectivamente existen espacios sociales que promuevan el conocimiento y la valoración de lo femenino aun cuando eso implique renunciar a ciertos modelos de competencia e incluso a una mentalidad entera.