ALEJANDRA FIERRO VALBUENA, PhD | El Nuevo Siglo
Sábado, 4 de Octubre de 2014

SIN PARTICIPACIÓN

Debate político

¿POR  qué en Colombia no hay participación política de la ciudadanía? En nuestro país es común que las personas hablen de política en los espacios informales. Esto se ha puesto en evidencia con las redes sociales, en las cuales es común encontrar comentarios y referencias a los asuntos políticos del país. Sin embargo, cuando se evalúa la participación política real de los colombianos, el resultado es escandalosamente pequeño. Se demuestra esta situación a través del porcentaje de abstención y del desconocimiento de las instancias que brinda la democracia como posibilidades de participación para los ciudadanos.

Somos expertos en quejarnos, eso sí. Gran parte de los comentarios acerca de asuntos políticos se concentran en una crítica despiadada dirigida tanto a los políticos como a las decisiones que se toman. Pero es extraño encontrar propuestas que contengan soluciones o perspectivas que inviten a una participación solidaria y optimista. Nuestro proceder está orientado por la desconfianza. No es raro así comprender por qué no progresamos y por qué, frente a lo que no nos gusta, en lugar del cambio preferimos el rechazo.

Cabe entonces aventurar una hipótesis sobre los motivos de esta actitud. Dado que la característica del colombiano no es la pasividad o el conformismo, pues tenemos fama mundial de emprendedores y creativos, ¿qué puede explicar que ante la política no nos emocionemos de igual modo como lo conseguimos frente otro tipo de circunstancias? El problema, en mi opinión, no radica en la incapacidad, sino en la infravaloración que de parte de algunos recibimos. El pueblo colombiano es tratado por sus dirigentes como aquellos padres que creen que porque sus hijos se ven pequeños, son también ignorantes. Estos padres no se dan cuenta de que, al contrario, sus hijos tienen más claridad que la que ellos sospechan, e incluso podrían darles un par de lecciones de humanidad.

Si el debate político incluyera alguno de los asuntos realmente importantes para el crecimiento de nuestra nación, tales como el respeto a la vida, el ejercicio de la justicia, la distribución justa de los recursos, la administración de nuestra riqueza natural, seguramente encontraríamos la motivación necesaria para participar, pues estaría a la altura de lo que somos.

Desafortunadamente tenemos que soportar un discurso político con una ética raquítica;  no se discute lo importante sino lo accesorio: las diferencias ideológicas, las disputas personales entre líderes, la distribución del poder entre los amigos, los atajos para alcanzar el beneficio personal, entre otros. Estos no son los temas de los que queremos hablar los colombianos. Nos resistimos a formar parte de este esperpento democrático y en el fondo anhelamos un espacio digno, en el cual se pueda por fin hablar en serio de lo importante.