ALFONSO ORDUZ DUARTE | El Nuevo Siglo
Sábado, 19 de Noviembre de 2011

De la teoría a la práctica

 

La definición de no abrir licitaciones sin que el proyecto, los diseños y todos los detalles que debe contener la obra para poder ser construida sin contratiempos, vale decir sin sobrecostos, por una parte, y sin extensiones en plazos, es un propósito que debe cumplir la entidad que contrata y un derrotero claro para quien desea presentar a consideración una propuesta para construcción de una obra. En otras palabras la entidad contratante debe tener muy claro qué es lo que quiere construir, sus especificaciones y características, así como el proponente y eventual encargado de realizar la obra debe saber y estar conforme al formular su propuesta, a la cual se está comprometiendo. Si este propósito se cumple, las obras de infraestructura se desarrollarán dentro de los presupuestos y plazos propuestos. No tendremos, si esto se cumple, obras cuyo costo sobrepase lo inicialmente previsto, es decir, el valor de la propuesta escogida. Esto significaría que el capítulo o ítem de costos que generalmente se presenta denominado “imprevistos,” podría ser abolido pues éstos no se deben presentar.

Lo dicho anteriormente es la teoría; otra cosa es la práctica tozuda a la cual se enfrentan tanto el contratante como el contratista. Prever todos los eventos a sucederse dentro el proceso de construcción, aunque es lo deseable, es un imposible. Por ejemplo, la construcción de una carretera a media ladera está expuesta, aunque los estudios geológicos sean los adecuados, a que se presenten deslizamientos que conducen a movimientos de tierra por encima de los inicialmente previstos. Aunque existen registros de pluviosidad, la experiencia de los últimos años especialmente las del anterior y de este, nos permiten concluir que esa es una circunstancia que probablemente va a significar mayores costos y mayores tiempos en la ejecución de la obra. Esta circunstancia puede fácilmente conducir a cambiar el trazado de la vía o el diseño de variantes no previstas, con consecuencias en costos y plazos.

No se puede discutir que los ejemplos de obras realizadas como no se debe y adjudicadas como no se debe, sin proyectos completos han conducido a corregir el rumbo que ha llevado a que la ejecución de los presupuestos del Invías y del Inco no superen, a octubre pasado, el 32,1% y el 39% respectivamente, según nos informó el Presidente en Cartagena esta semana. Existe desde luego una gran preocupación por este atraso, pero aquí es del caso traer a cuento el aforismo de que del afán no queda sino el cansancio. Como fue el que le quedó al país con el famoso Plan 2.500 que tenía como objeto construir y mejorar ese número de kilómetros en vías secundarias en los departamentos el cual, con la mejor buena voluntad y el mejor deseo de llevar a las regiones apartadas un aliento a su situación de movilización, no se sabe cuánto costó y si se cumplió. Fue un típico plan desprovisto de proyectos que permitieran conocer las mutuas obligaciones. Corregir situaciones como esta debe ser prioridad, de ahí que celebremos con alegría el propósito de no tener más fiascos como el de la calle 26 el cual no tiene excusa alguna.