ALFONSO ORDUZ DUARTE | El Nuevo Siglo
Sábado, 21 de Septiembre de 2013

Senadores vitalicios

 

Todos queremos ser bien gobernados y bien representados en todas las instituciones que para ello han sido creadas. La división de la organización del Estado en tres actividades cuya meta es la misma, el bienestar de la comunidad, pero su origen y funciones distintas se sumergen en la penumbra de la historia. En efecto, el Senado romano que existió entre los siglos quinto A.C y primero D.C, eran constituidos por senadores vitalicios elegidos de entre las familias prominentes de la época; es quizás el ejemplo remoto de representatividad de los ciudadanos, si así puede catalogarse la manera como eran elegidos quienes debidamente autorizados regían los destinos de los ciudadanos.  La aparición del imperio cambió esta modalidad de representación y con el tiempo se va “refinando.” Si se da un salto de quince o dieciséis seis siglos, nos encontramos con dos grandes pensadores sociales, filosóficos y políticos que fueron John Locke (1632 - 1704) en Inglaterra y Montesquieu (1689 – 1755) en Francia. El primero languideciendo el siglo diecisiete y el segundo en pleno siglo dieciocho como que en la plenitud  de su pensamiento que no ha perdido actualidad lo puso a disposición de la humanidad. Ellos, sobre todo Locke que es calificado como el padre del liberalismo, pensadores y observadores de la condición del ser humano, una manera de ser gobernados como es el sistema de pesos y contrapesos, como se diría hoy día, propusieron que la actividad de una nación para ser gobernada debería dividirse en tres independientes  entre sí, pero complementarias en su propósito de gobernar.  La Revolución Francesa de finales del siglo dieciocho acabando de un tajo con la monarquía, aceptó las tesis de Locke y Montesquieu, quien en una obra famosa, El espíritu de las leyes, fijó su pensamiento que ha trascendido los tiempos.

Entre nosotros, como prácticamente en el mundo occidental con los Estados Unidos a la cabeza pues uno de los primeros actos de su independencia, fue la  adopción de la división del poder público en las tres ramas, como lo idearon Locke y Montesquieu. Aquí el ejecutivo con presidente a la cabeza, Senado y la Cámara de Representantes  que constituyen la rama legislativa y las Cortes Suprema, la Constitucional, el Consejo de Estado y todo el aparato de tribunales regionales, jueces, inspectores, etc. que forman la Rama Judicial encargada de administrar justicia.

Por los presidentes,  por encima de las controversias y desacuerdos  sobre el desempeño de sus tareas, existe  respeto, pues  encarnan la majestad de la Nación. Una vez que salen, aun subsistiendo diferencias, el ciudadano del común, el de a pie como se dice ahora, le sigue profesando respeto y consideración. No son muebles viejos dignos del desván en donde se guardan las cosas viejas, apreciadas pero inservibles. No, en Colombia se llega a la Presidencia con un bagaje importante de experiencia y conocimientos y se sale de ella  con esas calidades enriquecidas por la experiencia del ejercicio del poder. ¿Qué mayores títulos para que continúen prestándole servicios a la Nación? No gusta verlos en los ajetreos de la política partidista; los demerita.  Su valiosa experiencia podrá ser utilizada si se opta de introducir una reforma a la Constitución por medio de la cual todo ciudadano que haya sido elegido Presidente, una vez concluido su mandato  será senador vitalicio, pues tiene todos los méritos y las condiciones para serlo.