ALFONSO ORDUZ DUARTE | El Nuevo Siglo
Sábado, 15 de Febrero de 2014

Judíos sefarditas o no

 

Todos los habitantes de esta nuestra América descubierta por Colón, hace más de 500 años, no podremos librarnos de nuestra ascendencia mora, judía, blanca o indígena. Estas cuatro razas juntas son la amalgama de lo que es nuestro genotipo. Los árabes invadieron a España por más de seis siglos prácticamente como una consigna de Mahoma; los judíos sefardíes estuvieron establecidos formalmente en España desde el siglo I de la era cristiana. Estas dos razas a más la de los blancos si así pueden llamarse los íberos, contribuyeron a conformar al pueblo español con todas sus características. Los siglos de permanencia dejaron sus huellas de las cuales somos herederos quienes ahora habitamos este continente, con la contribución de los blancos y también de los indígenas que ancestralmente habitaban estas tierras y que fueron “descubiertos” por las carabelas de Cristóbal Colón que habían partido a su aventura en 1492, precisamente cuando los sefardíes o sefarditas, como eran llamados los judíos españoles, fueron condenados a abandonar los territorios españoles, a menos que se convirtieran al cristianismo. En términos del hebreo, sefardí traduce España y por lo tanto los sefarditas eran los habitantes de este territorio.

Como una reparación histórica a los sefarditas expulsados existe desde 2012 una iniciativa española para que los descendientes de sefarditas, judíos o no hoy día, y que así lo prueben, sean acreedores a la ciudadanía española, sin tener que renunciar a la que actualmente ostentan. Este, desde luego, es un gesto conciliatorio o de reparación para en esta forma enmendar el menoscabo, en cabeza de sus descendientes, al daño que sufrieran los que fueron expulsados. Esta iniciativa ha despertado inusitado interés entre los judíos o no, que se consideran descendientes, entre otras razones, porque para todos aquellos que no son ciudadanos de la Unión Europea, titulares de un pasaporte español, se hacen acreedores a todos los beneficios de sus ciudadanos.

Dice la historia que no fueron pocos los judíos que se enrolaron en la nómina de Colón para la aventura; algunos tuvieron que hacer profesión de fe cristiana y otros simplemente se cambiaron el nombre para aparecer como cristianos sin serlo. De ahí dicen llegaron los Santacruz, Santo Domingo, Cruz, Santamaría, Cristo, etc., que vinieron a poblar el Nuevo Mundo huyendo de la persecución de la cual eran objeto, que no era otra cosa que la expulsión. Dicen que estos cristianos a la fuerza trajeron sus costumbres que las incorporaron a su nuevo “status”. ¿Se entendería en otra forma en la alimentación diaria la incorporación o adopción de la arepa como una versión vernácula del pan ácimo? ¿O que en algunas regiones en las cuales se establecieron no dejaran huellas de la pretendida religiosidad cristiana? Los descendientes de estos posiblemente podrán acreditar sus ancestros sefarditas, aunque hoy sean católicos y hacerse así a la ciudadanía española. Muy interesante esta iniciativa que contribuirá a que las fronteras no sean únicamente las arcifinias, sino que el correr de los tiempos las hagan más difíciles de reconocer.