Alfonso Orduz Duarte | El Nuevo Siglo
Sábado, 6 de Junio de 2015

Grecia: problema de acreedores

Bien parece que la habilidad política del primer ministro de Grecia, Alexis Tsipras, sin que las inquietudes dentro de su país hayan tenido arreglo, es haber logrado trasladar el problema o mejor, la problemática griega, a la Unión Europea que ahora ve afectados los principios de unión que inspiraron su creación. Una de las posibles consecuencia de todo lo que está sucediendo en Grecia es su  posible salida del euro que ha sido objeto de serias discusiones por la llamada troika compuesta por las tres instituciones que tienen capacidad decisoria no solamente financiera y económica sino que significan necesariamente  repercusiones políticas; son la Comisión de Unión Europea, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo.   Además de la resistencia de  Tsipras a imponer un sensato régimen de austeridad, entre otras razones porque su campaña electoral la basó precisamente en ofrecer muchas cosas buenas y de bienestar para los griegos, su país goza de un grado bastante agudo de desconfianza pues gobiernos anteriores al suyo minimizaron informaciones sobre la situación del país que les habían sido solicitadas.

La opinión de los acreedores que son muchos de los países europeos acapara la atención de la Eurozona y como lo dijo el presidente del Banco Central Europeo, esta entidad quiere que Grecia permanezca en el euro sin que se confunda este deseo con un “cheque en blanco”  a favor de Grecia antes de que este país llegue a un acuerdo sólido enderezado a un giro drástico en la política del actual gobierno, conducente a generar crecimiento socialmente justo y fiscalmente sostenible.  El punto de vista que ha alegado Tsipras es que se necesita una ayuda o respaldo de Europa sin que se le exijan medidas severas de austeridad las cuales van en contravía de lo prometido en su campaña electoral; sostiene que con esa ayuda Grecia podrá responder en el futuro a todas sus obligaciones. 

Tsipras tendrá que dar su brazo a torcer para superar la situación de deudor moroso. Le ha sido ampliado el plazo con el visto bueno de la  troika, para en el término de cuatro meses introducir las reformas que garanticen y corrijan el desmadre que se presentó en el 2004, poco tiempo después de la entrada de Grecia a la eurozona. Se desmadró en el gasto público con el consiguiente aumento en la burocracia y las remuneraciones; la economía de la nación no ha sido inmune. Se han presentado, por ejemplo, despidos colectivos de suerte que el desempleo ronda el 27% y la inflación rampante.

Para manejar los frentes que ha tenido que atender Tsipras, debe utilizar dos lenguajes: uno que es el tranquilizar a los griegos manteniendo la coherencia con los principios políticos que lo llevaron al poder y otro con los acreedores que lo tienen acosado exigiendo medidas de austeridad para continuar asistiéndolo. Cuando se debe mucho dinero, como es el caso griego, el problema deja de ser del deudor y se traslada a los acreedores, la Unión Europea.