ALFONSO ORDUZ DUARTE | El Nuevo Siglo
Sábado, 30 de Agosto de 2014

Conciencia colectiva

 

La libertad del tal Popeye, bien podría considerarse como una manifestación de acuerdo y desacuerdo de la ciudadanía por hechos y responsabilidades que puedan resultar de la etapa del posconflicto.  Es claro que  Popeye que fue uno de los sicarios, encargado de administrar la justicia que en la cabeza desequilibrada de Pablo Escoba debería cumplirse inexorablemente. Lo que se convenga en La Habana, la famosa justicia transicional de la cual no se sabe cosa diferente a que va a existir, con base en la cual, por lo menos esa es la presunción, van a ser juzgados algunos de los miembros de las Farc que tanto dolor han regado a lo ancho y largo del país.

El señor Popeye fue juzgado conforme a las normas legales que existían cuando resolvió entregarse a la justicia. Cumplió su condena y fue liberado de las cárceles de las cuales fue huésped; Cómbita dicen que fue donde estuvo recluido la mayor parte del tiempo. La controversia se refiere a si un asesino confeso como él merece estar libre. El número de sus víctimas es de tal magnitud que da pena  mencionarlo; pero fue muy grande. Repugna a la conciencia de cualquier ser civilizado que ahora ande campante paseándose libremente. Pero sí reconocemos que estamos en un estado de derecho, cumplió con la sentencia que  este mismo estado de derecho le impuso y está haciendo uso del legítimo derecho a la libertad que las mismas leyes le proporcionan.  La repugnancia que este caso le ha causado a la recta conciencia ciudadana en primer lugar debe remitirse a las leyes que permiten que esto suceda. Repugnancia que nos lleva a meditar acerca de la justicia transicional para los guerrilleros y bandidos de las Farc que se ha anunciado pero que no se sabe cómo va a ser.  Este sentimiento será uno de los tragos amargos que tendremos que pasar para obtener la tan anhelada paz.

¿Cómo serán tratados y juzgados quienes fueron responsables, por ejemplo, de la matanza de Bojayá que espantó  al país por la sevicia con la cual fueron asesinados más de cien inermes fieles dentro de una iglesia en esa población del Chocó  que allí cumplían con sus deberes religiosos? ¿Cuáles serán los sentimientos de quienes presenciaron tal matanza cuando, como en el caso de Popeye, sepan que quienes mataron a sus familiares y amigos no han pagado a la sociedad el castigo que ellos creen son merecedores?

El caso de Popeye abre un tema de controversia sobre la responsabilidad social de esta clase de crímenes, los cuales no pueden pasar impunes. El peso sobre la conciencia colectiva para determinar los términos de la justicia alternativa será uno de los que habrá que pagar para obtener la paz, es seguramente uno de los puntos de reflexión.