Alfonso Orduz Duarte | El Nuevo Siglo
Sábado, 25 de Octubre de 2014

La Procuraduría

 

En el período presidencial de Carlos Lleras Restrepo -1966-1970- se presentaron una buena cantidad de hechos y circunstancias que han marcado y seguirán marcando derroteros en la vida republicana del país. Corría tal vez el año 1968 y el presidente Lleras Restrepo fue invitado a una manifestación popular en uno de los barrios de Bogotá. Amigo como era de tener contacto con la gente asistió y tal vez inflamado por el fervor de los ciudadanos, se excedió en sus arengas a favor  de su partido, el liberal, como lo interpretó el procurador de ese entonces, Mario Aramburo. En forma respetuosa se dirigió a él recordándole con firmeza, la imparcialidad que debe observar siempre el Presidente frente a sus gobernados y con la preocupación de haberle faltado al respeto al Primer Magistrado, presentó renuncia de su cargo. Los dos como grandes caballeros que eran, resolvieron el asunto en forma que no alteró en ningún momento la institucionalidad del país. Lleras aceptó con gran dignidad las observaciones del Procurador y aunque no era de su resorte considerar la renuncia no la auspició de suerte que rodeado de la admiración terminó su período con el respeto de todos los colombianos. Caballeros de otras épocas. O temporis o moris como decían los latinos, si es válida la cita, para recordar con admiración y afecto tiempos pasados.

Todos los últimos gobiernos han querido organizar procesos que libren a los colombianos de tantos años de oprobios, robos, secuestrados, asesinatos, en fin, de toda clase de desvaríos a los cuales nos ha sometido la guerrilla so pretexto de defender a las clases populares, que también han sido víctimas de sus fechorías. Todos queremos y anhelamos que todo este horror termine y sabemos que tenemos que tascar el freno e investirnos de gran dosis de paciencia y comprensión, si cabe la expresión, esperando que se logre dar por terminado este horror. La primera para poder ponernos en los zapatos de los guerrilleros y en sus mentes. El número de ellos para los efectos de la negociación puede ser irrelevante porque lo cierto es que tienen tentáculos en muchas partes del país en donde nos causan daño.

La Procuraduría General de la Nación ha sido un cuerpo con directores, con algunas señaladas excepciones, que le han dado brillo a la institución; y con su sabiduría han marcado derroteros institucionales permanentes. Sus fallos e intervenciones han sido generalmente no solo la interpretación de las normas constitucionales que nos rigen, sino la interpretación del sentimiento ciudadano. Todo lo que se haga en favor de la paz debe contar y cuenta con el respaldo ciudadano.

El caso Timochenko que tanta tierra ha levantado en los últimos días no parece tener la trascendencia que se le ha querido dar. El presidente Santos está haciendo todo lo que le ha parecido correcto para lograr la paz. No quisiera detenerme en temas que desconozco como es el análisis legal de los hechos sobre la presencia de Timochenko en La Habana, pero si Santos lo consideró útil aun cuando a la postre no lo sea tanto, su obligación era proceder. El cúmulo de experiencias institucionales de la Procuraduría es antecedente que no puede ser desechado por mentes despiertas. La que nos dejó Aramburo es una de ellas.