Alfonso Orduz Duarte | El Nuevo Siglo
Sábado, 4 de Julio de 2015

A TRAVÉS DEL TEODOLITO

Malacrianza y ordinariez

Hay   circunstancias, ideas, condiciones y  estímulos a los cuales es proclive la ciudadanía de un conglomerado humano. Por ejemplo, hay algunas instituciones universitarias cuyos miembros ya sean profesores o alumnos están inclinados a vestirse bien. Naturalmente el adjetivo proclive se usa aquí en la acepción “inclinado hacia adelante”, no necesariamente a lo malo como a veces suele disponerse. Los colombianos somos inclinados a comentar y a hablar de los desarrollos políticos y los dirigentes pueden estimular esa inclinación, como de hecho lo hacen frecuentemente, especialmente en épocas previas a las elecciones. El buen sentido y la compasión también suelen ser características nuestras. El caso, por ejemplo, de la chocoana que junto con su hijo se salvó milagrosamente de un accidente aéreo, protegió a su hijo de brazos, pasando serias penalidades y ella misma con  heridas de consideración lo cuidó hasta que las comisiones de rescate la encontraron, conmovió a todo el país  casi hasta las lágrimas. Esa característica a conmoverse, bien parece ser una condición proclive de nuestra gente. Otra que puede tener la inclinación a lo malo también está presente en actitudes colectivas bajo el estímulo de hechos que conmueven, pero que no encuentran manera diferente a manifestarse que en actitudes censurables; durante el famoso 9 de abril el pueblo conmovido y triste por la muerte de uno de sus admirados líderes, no tuvo otra manera de expresar su tristeza, estimulado por agitadores, que aplicarse al robo, al saqueo, al asesinato que llenó de oprobio y vergüenza a nuestro país en presencia de testigos del mundo entero que estaban reunidos con ocasión de la IX Conferencia Panamericana.

La política internacional así como las relaciones con otros países no son precisamente temas sobre los cuales sea especialmente sensible la opinión pública, lo cual no significa que sea indiferente, como no lo fue durante el desgraciado conflicto con el Perú. A comienza de la década de los  años treinta del siglo pasado, nuestro país vivía momentos políticos bastante agudos, pues se había terminado la hegemonía conservadora que gobernó desde 1886 y estaba iniciándose la república liberal con Olaya Herrera a la cabeza. Eso no fue óbice para que la cabeza de la oposición al nuevo régimen, Laureano Gómez,  invitara a todos los colombianos a defendernos de la agresión extranjera. La unidad nacional se puso a prueba; todo el país se movilizó  a defender la patria ultrajada.

Tal vez por ese temperamento nuestro en estos asuntos es  por la cual no ha habido una reacción ni siquiera de rabia por la grosería de Maduro, porque no de otra forma se puede calificar la pretensión de por medio de una medida suya, fijar la frontera común  que está en litigio. Esta actitud del señor Maduro no pasa de ser un acto de malacrianza porque no tiene significado alguno. Una ordinariez. Lo que sí es cierto es que el pueblo venezolano sí es muy proclive a las actuaciones de esta naturaleza. ¿Será que Maduro tiene necesidad de exacerbar los sentimientos y las pasiones de sus compatriotas ya que así logra que se les calme el  hambre y la tasa de inflación que les permita hacerse a los bienes más elementales para la vida cuotidiana? Estimular esas pasiones es usual en época preelectoral.