Alfonso Orduz Duarte | El Nuevo Siglo
Sábado, 25 de Junio de 2016

A TRAVÉS DEL TEODOLITO

Perdón, virtud a estimular

 

EL  tema que ha sido objeto de alta curiosidad, por decir en cambio de alto interés para la nación, fue lo que ocurrió ayer,  23 de junio,  en La Habana. Bien parece que finalmente algo se convino entre el Gobierno y las Farc, ahora con el apellido EP que es ejército del pueblo. Esta columna se escribió el día en el cual estaban sucediendo cosas de gran importancia para la tranquilidad del país. El elenco de personajes en Cuba es de  gran significación. Presidentes de países amigos, personajes de las organizaciones internacionales encabezados por el Secretario General de las Naciones Unidas, los jefes de la Farc que aprovechan cualquier ocasión  para  hacer notar su importancia y una infinidad de otras personas unas que tienen que ver con el proceso de paz y otras que pudieran llamarse de acomedidos por no emplear otro adjetivo mucho más apropiado, han estado presentes en este acto histórico que es uno de los cuales se inicia la formalización del final de  estas largas conversaciones. Todos los colombianos debemos estar muy contentos y satisfechos con lo que se ha logrado hasta ahora.  No han sido ni cortas ni fáciles las conversaciones, pero poco a poco se está logrando algo. Por ahora, si he entendido bien lo que se firmó, es algo parecido a una tregua en el camino de confrontaciones que hemos tenido con los alzados en armas; éstos han convenido en que por el momento dejaremos de matarnos unos a otros. Falta una gran cantidad de otros asuntos como por ejemplo el proceso de reintegración de los guerrilleros a la vida civil, sin armas una vez que su situación en frente a la justicia quede debidamente aclarada. Es primordial y edificante que se sepa la verdad de lo que sucedió y así como que cada uno de los actores en esta guerra, reconozca su participación y su responsabilidad. 

                                                                     

No parece que sea pertinente hacer un símil con las discusiones, peleas y reconciliaciones que sucedieron,  siguen sucediendo y seguirán sucediendo  entre hermanos, entre compañeros de colegio y entre contemporáneos. Al principio es bastante difícil juntar a los enemistados, reconocer las culpas de las cuales es responsable cada uno, pero poco a poco se va abriendo la razón y los involucrados se dan cuenta que pueden arreglar sus asuntos. Eso sí, cada cual reconoce sus culpas y hace propósito de no volver a repetir ni provocar las causas de los malentendidos. 

 

Hoy por hoy nos hemos vuelto tan agresivos que muchas veces los asuntos no se pueden arreglar si no hay una venganza de por medio. Lo que debe suceder ahora es que en acto de humildad se reconozca y se sepa la verdad de lo sucedido. Volver a rememorar episodios que nadie quiere recordar para satisfacer cierto deseo de venganza, aunque esta sea mental, no parece que sea lo más sensato ni creador en estos momentos.  La satisfacción de obra, tal como lo ordena la Iglesia Católica sí parece que es algo que debe intentarse. Con la vida esto es imposible, pero por lo menos el reconocimiento puede que satisfaga a los deudos sobrevivientes. Una gran virtud que hay que estimular es el perdón; quienes tienen la capacidad de dirección colectiva, deben introducir la práctica de esta virtud, por lo menos estimularla entre los colombianos.  Más sufre quien odia que el odiado.