Para esta columna tenía temas reprobables, como el del Decreto 903, recientemente expedido por el Presidente, que reglamenta la administración de los dineros de las Farc. Absurdo decreto que incrementa el pesimismo que se siente en Colombia respecto al Acuerdo con ese grupo narcoguerrillero. Ese sentimiento de haber sido engañados y traicionados por Juan Manuel Santos y su equipo, de estar siendo llevados como corderos al matadero; de que se gobierna para las Farc y los colombianos sólo somos espectadores de una obra de teatro macabra. Pero columnistas, como Mauricio Vargas y María Isabel Rueda, entre otros, brillantemente han analizado los hechos. Así que me alejaré de ese sombrío hecho y escribiré sobre algo bueno sucedido recientemente.
El grupo de danza L’Explose retomó su obra “La Mirada del Avestruz”, puesta en escena por primera vez en el 2002 y ganadora de múltiples galardones en el país y fuera de él, como el premio del público en el Festival de Almada, Portugal (2005) y el premio Mejor Espectáculo de Danza, en Huesca, España (2006).
Lo presencié profundamente conmovida; ni por un momento pude despegar los ojos del escenario. Desde el primer momento el olor a la tierra roja y húmeda que cubre el piso del escenario invadió mis sentidos y me colocó en el centro de nuestra tierra violentada, ensangrentada, donde se quedaron los muertos y apenas logran sobrevivir los que quedaron.
El manejo del dolor de las víctimas, sin tomar partido, sin acusar a nadie, se hace con una fuerza indescriptible. Cinco hombres y cinco mujeres expresan con su danza su desespero, sus heridas y cicatrices, el miedo sembrado en ellos por la guerra. Hablan sus gestos, sus cuerpos, manchados por tierra roja pegada a sus pieles, sus voces, acalladas por múltiples ruidos ensordecedores que no permiten entender sus palabras.
En la impactante primera escena una mujer exasperada nos dispara con un arma; en otra, una pareja, cuando es patente que no se podrá expresar su dolor con palabras, lo hace con los tacones que dialogan a gritos con una furia indescriptible.
Una obra aún más vigente hoy que el día de su inauguración, hace más de una década. La recomiendo altamente.
Algo más y de gran importancia para celebrar, es la declaración por el Gobierno de Antioquia, de la Ciénaga de Barbacoas, en Yondó, como área protegida.
El vital y hermoso complejo de ciénagas que conforma Barbacoas es el más importante del Magdalena Medio colombiano. Tiene una extensión de 32.072 hectáreas, de las cuales 3.000 son espejos de agua. Hoy están amenazados por el aumento de la población de búfalos, nueva industria ganadera de la región y por el crecimiento del buchón, causado por los nutrientes utilizados en la ganadería, planta acuática que impide la adecuada oxigenación de las aguas.
Barbacoas es hábitat para más de 200 especies de aves, además de una gran variedad de especies de fauna y flora altamente amenazadas como: monos aulladores, marimondas, osos perezosos, nutrias, los mansos manatíes y las tortugas de río, el bagre rayado, el paujil pico azul, y arboles como el comino crespo, el costillo y el abarco, verdaderas joyas verdes de esta nueva reserva.
Las comunidades, las cuales llaman a la ciénaga “la sala cuna” de muchas especies de peces que pueblan el río Magdalena, aman la región y activamente participan en la defensa de su riqueza. Son conscientes de lo que su deterioro, como ecosistema estratégico, significa para la región y el país. Con la ayuda de Corantioquia, tanto los pobladores, en especial los pescadores, como los ganaderos, vienen trabajando para lograr acuerdos que protejan aguas, fauna y flora. Han sido muchos años de esfuerzo que ya dan fruto.
Con esta columna espero dejarlos con una sonrisa y no con el ceño fruncido.