Pensaba escribir sobre la cruda realidad, pero me estaba indigestando con ese “caldo de agujas” de noticias que produce esta Patria en paro indefinido, que nos sirven de materia prima para amasar nuestra post-columna de los viernes. Quizás lo menos deplorable sea ver a la primera dama de la nación brincando en el Carnaval de Barranquilla, porque parece que ella fuera la única que está viviendo sabroso en este país, con la ministra Irene, de Minas, quien vive flotando en la órbita geoestacionaria buscando -vía satélites de georreferenciación y teledetección- yacimientos de petróleo para mandarlos pulverizar antes de que puedan ser utilizados para beneficio del hombre.
Entonces, para no amargarles a mis lectores el fin de semana, traigo a colación una gran noticia: la guía gastronómica Taste Atlas ha publicado su último ranking mundial de panes más deliciosos y nuestro glorioso pandebono se mete en el top 5, apenas superado por el asiático Butter Garlic Naan, un pan plano elaborado de harina de trigo y levadura; por el malasio Roti canai, también plano y circular, a punta de grasa, huevo, harina y agua, y por el ucraniano Pampushky, panecillo salado con levadura, que aún puede fabricarse en las pocas cocinas supérstites en ese país destrozado por el hijo de Putin.
En la cuarta bandeja quedó nuestro tradicional amasijo, inventado -según mis propias pesquisas- por el señor Almidonni Formaggio, un trasnochado panadero italiano residente en Santiago de Cali y quien una calurosa tarde cualquiera, más desprogramado que Armero Stereo, se puso a amasar ilusiones y a hornear a regañadientes unos panecillos que había preparado con los ingredientes que primero se topó en su desvencijada cocina: harina de maíz, queso, huevo y almidón de yuca, a resultas de lo cual nació, sin siquiera barruntarlo, el más exquisito platillo y en su momento lo gritó a cuatro vientos, en perfecto italiano, cruzando y descruzando la calle Novena ¡pan del bono, pan del bono!
Y hasta resultó servir (la masa) de musa de inspiración para el genial Jairo Varela y su grupo Niche. Cuando trataban de cocinar “Cali Ají”, tarde ya, sus músicos estaban que ladraban del hambre y pidieron “tregua”. El maestro les dijo: “nadie me sale hasta que encontremos un estribillo chévere para este disco”, y uno de sus músicos gritó: ¡no jefe, esto es cuestión de pandebono! Y el hombre exclamó: ¡ése era, salgan!
Post-it. Y hablando de pandebono, mirá - ve, a mí no me parece buena idea nombrar como decano de la facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Javeriana a un Uniandino, por ilustre que sea, como el doctor Juan Carlos Botero Navia. Es como si yo fuera propietario de una reputada pandebonería, pero a los clientes y empleados les vendo la idea de que son mejores la “masa encefálica”, la preparación e ingredientes del producto de la competencia… Como si no tuviésemos excelentes profesionales y docentes en la Pontificia. Pero de todo se ve en la Viña del Señor.
Post-it 2. Y a propósito, de los ocho semifinalistas para Magistrado del Consejo Superior de la Judicatura sólo conozco, desde la U, a César Augusto López Botero, gran jurista socio-economista, con las más altas condiciones humanas y profesionales para ese importante cargo. Fue Supersalud y Auditor General. Dios ilumine a sus electores.