Andrés Molano-Rojas | El Nuevo Siglo
Domingo, 28 de Junio de 2015

Menos testosterona, más estrategia

 

La enorme polémica suscitada en Colombia por el decreto 1787, expedido por el gobierno venezolano el pasado 26 de mayo, y en virtud del cual se definen las “zonas de defensa integral marítimas e insulares”, ha puesto en evidencia, una vez más, que en ciertos temas de política exterior el país tiende a pensar con mucha testosterona y poca estrategia en la cabeza.  Entre algunos líderes políticos, formadores de opinión y periodistas, y uno que otro experto improvisado, han predominado la neurastenia, el chovinismo y la paranoia.  Algunos denuncian, irresponsablemente, la “invasión venezolana de aguas colombianas”.  Otros exigen medidas tan desproporcionadas como inocuas, y probablemente contraproducentes, cuyo único resultado sería el escalamiento de una tensión que ante todo es preciso contener.  No falta el que aprovecha para develar conspiraciones chinas y nicaragüenses.  Los más sofisticados evocan el artículo 10 de la Constitución de Venezuela, con la certidumbre (y escasa claridad también) de los oráculos.

Nada de esto contribuye, realmente, a promover, defender y asegurar los intereses nacionales.  Las controversias territoriales no desaparecen por el hecho de hibernar, y mientras no se solucionen, pueden reactivarse en el momento más inesperado y abrirse como una caja de Pandora, con imprevisibles consecuencias.  Lo fundamental entonces es servirse de la coyuntura para hacer, en primer lugar, rigurosa autocrítica.  ¿Con qué lógica reconvenir a Venezuela por un acto unilateral, cuando fue Colombia misma la que al crear la “zona contigua integral” en el Caribe, frente a Nicaragua, puso el precedente?  ¿Con qué coherencia espetarle a Miraflores que “las delimitaciones deben hacerse obedeciendo las normas internacionales”, si desde Bogotá se ha querido poner en entredicho un fallo de la Corte Internacional de Justicia con base en una norma de derecho interno?

Ese ejercicio es condición imprescindible para diseñar, hacia el futuro, una estrategia eficaz que conduzca a resolver el diferendo.  Una estrategia que construya sobre los avances previos -de Caraballeda al borrador de propuesta de 2007- y que aproveche la ventana de oportunidad abierta por el hecho de que, así sea en términos generales y no por mérito de San Carlos -sino por cuenta de la sonora protesta de Guyana-  Venezuela haya corregido la versión inicial del decreto de marras, para reconocer explícitamente en uno de los considerandos “la existencia de áreas marítimas pendientes por delimitar”, a la espera de una “demarcación definitiva de manera amistosa”.

Lo demás es pan y circo, exacerbar los ánimos internamente, y servir de idiotas útiles a los neurasténicos, chovinistas y paranoicos que abundan también allende la frontera. 

*Analista y profesor de Relaciones Internacionales