ANDRÉS MOLANO ROJAS | El Nuevo Siglo
Domingo, 9 de Octubre de 2011

Colombia frente al mundo

El  lunes pasado la Corporación Pensamiento del Siglo XXI y el periódico juvenil Talante convocaron un panel bajo el oportuno título de “Colombia frente al mundo”, con la participación de la profesora Laura Gil, el ex embajador Camilo Ospina, el ex viceministro Rafael Nieto, el ex presidente Uribe y el autor de esta columna, con la moderación (hasta donde fue posible, en el caso de algunos invitados) de la periodista Salud Hernández.
Es una lástima que buena parte del tiempo se haya ido en la vehemente reivindicación de los méritos y logros de la “política internacional” (sic) de los dos gobiernos de Uribe, en explicar por enésima vez los trágicos y vergonzosos “falsos positivos” y en justificar otros episodios de esa administración, poco o nada relacionados con el tema del panel.  Hubiera sido mucho más enriquecedor, por ejemplo, debatir la interesante hipótesis de la profesora Gil sobre las “continuidades con ruptura” y las “rupturas con continuidades” que caracterizan, según ella, la actual política exterior colombiana.  Y aprovechar la ocasión para el diálogo entre la academia, los medios de comunicación, y tres ex funcionarios del más alto nivel del poder ejecutivo -con el acopio de experiencia y con la diversidad de perspectivas propio de cada uno de esos sectores- en torno de las preguntas que el nombre del panel forzosamente evocaba: ¿cuál es la idea que tiene Colombia del orden internacional? Cómo interpreta los cambios tectónicos que se han producido en el sistema internacional durante las dos últimas décadas? ¿Qué rol aspira a desempeñar, en qué escenarios, con qué socios, y qué costos está dispuesta a sufragar para ello? ¿Qué quiere promover y obtener a través de su política exterior en el complejo y dinámico juego de la política internacional?
La respuesta a esas preguntas ha sido intuida, quizá incluso insinuada en el pasado (a comienzos de los 90, por ejemplo). Pero la captura de la política exterior por los asuntos internos del país (llámense narcotráfico, proceso de paz, o lucha contra el narcoterrorismo) ha aplazado hasta ahora su formulación definitiva. Y mientras ello no ocurra, Colombia corre el riesgo de quedarse al margen de la historia, viendo pasar una tras otra las oportunidades de insertarse activa y creativamente en la escena internacional, resignada a ser convidado de piedra del presente y sujeto pasivo de un futuro decidido por otros justo ante sus ojos.
Estas son las cosas que hay que discutir.  No siempre se puede. Y aún así, vale la pena seguir intentándolo.