Hace pocas semanas seguíamos los pasos de Obispos de Colombia en su peregrinación en “Visita ad Límina”, en gesto de fe y de confianza, a contacto con fundamentos vivos y grandiosos monumentos de la Iglesia, en Roma. En pos de quienes dejara Jesús de Nazaret, para “llevar su mensaje a todas las gentes” (Mt. 28, 19-29). Cada Obispo es enviado a su Diócesis a dirigirla en nombre de Cristo, en sucesión de los Apóstoles, pero, ni ellos ni éstos irían dispersos sino bajo la dirección de Pedro, y de sus Sucesores. Así: “las puertas del infierno no prevalecerán contra ella” (Mt.16,18).
Es de grande mérito, y medio de la Providencia Divina, la labor de los Episcopados en cada nación, y ejemplar en Colombia desde 1908, cuando se iniciaron reuniones y labor conjunta de su Conferencia Episcopal, incrementada, luego, por la Conferencia Episcopal Latinoamericana (Celam), iniciada bajo el Pontificado de Pio XII (1955). Grande había sido el mérito del Concilio Plenario Latinoamericano, convocado por el Papa León XIII, en 1899.
Nos han hecho visitas los Papas. S. Paulo VI (1958), S. Juan Pablo II (1986), y Francisco (1916), con devota audiencia de la mayoría de nuestras gentes. Fueron visitas, que, en cierta manera, el Episcopado ha retornado con las que, se ha hecho a los Papas en su Sede Romana, la presencia de nuestros obispos en el Concilio Vaticano II, y en los subsiguientes Sínodos en Roma, han sido otro aporte a esa gran labor de la Iglesia Católica en pro de toda la humanidad.
Esa unidad universal, católica, cultivada en “Visitas ad Límina” y en las otras modalidades expresadas, llevan al cumplimento de lo pedido por Jesús en su preciosa plegaria después de la Última Cena: “Que todos sean uno para que el mundo crea” (Jn. 17,21). Para cultivar esta unidad, y para resistir las asechanzas del infierno, cómo se necesita de humildad y de oración, algo puesto de manifiesto en el mismo Evangelio, cuando, a renglón seguido al nombramiento de Jesús a Pedro, tiene que llamarle fuertemente la atención porque “estaba hablando no con pensamientos de Dios sino de los hombres” (Jn. 16,23). Cómo se necesita esa unidad, y la oración por ella, para que el Episcopado de cada época merezca el reconocimiento, como se nos decía a quienes hace 50 años iniciábamos, de “sostener viva, y en avanzada, la Iglesia de Cristo”.
A propósito de esa labor del Episcopado, y como base para la del presente, es importante destacar la edificante reunión de “Obispos Eméritos”, que se ha realizado en estos días (15 y 16-05), de los más de 50 que ya llevan este título, no de “jubilados” sino de palabra que evoca su honroso pasado, y cuanto pueden aportar, todavía a la Iglesia. Es destacable el hecho de que los actuales Directivos de nuestra Conferencia Episcopal, bajo la Presidencia del Primado de Colombia, Mons. Luis José Rueda, hayan propiciado esta nueva reunión de veteranos Obispos.
Así, apoyados “En Fundamento Apostólico”, la Iglesia de Colombia hace presencia en el País y en el mundo, con auténtica semilla cristiana, encomendada al Sagrado Corazón, a María Reina de Colombia, y a S. José Patrono de la Iglesia universal.
*Obispo Emérito de Garzón
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