Dice la “leyenda historiada” que uno de los más perversos emperadores romanos, quizás empatado en el ranking de la infamia con su tío materno, Calígula, respondía al nombre de Nerón Claudio César Augusto Germánico, hijo único de Domicio Enobarbo y Agripina La Menor. Calígula, un depravado demente, dio en prostituir a sus propias hermanas, fornicar con las esposas de sus subalternos y, como extrema burrada, llegó al punto de dictar un decreto para nombrar cónsul a su caballo Incitatus, sin siquiera barruntar que su rienda serviría de inspiración para que, al correr del tiempo, el mariscal de campo Gilberto Alzate cabalgara sobre ella y calificara a unos diputados caldenses como “honorables semovientes”.
Nerón también hizo historia: mandó a asesinar -por celos de poder- a su madre y a su hermanastro, Británico; su asesor de cabecera era un praefectus praetorio de apellido Burro y cuentan que -en medio de sus seudologías fantásticas- fungió de agente provocador del incendio de Roma, para darse el lujo de reconstruirla a lo Frank Sinatra -a su manera- y en medio del incandescente espectáculo se solazaba tocando la lira desde su palacio en el Monte Palatino.
Y tales episodios que parecían tan ajenos, nos tocaron, cual “crónica de una tragedia anunciada”. Nuestra Procurátur lo había advertido desde el año pasado, como para que el gobierno se preparara y fortaleciera la Unidad Nacional de Gestión de Riesgo, pero lo que hicieron fue asfixiarle el monto de inversión, y al cuerpo de bomberos burlarles el pago de $ 25.000 millones al año, compromiso adquirido desde que se aprobó la ley bomberil, en 2012 (el gobierno les debe como 314 mil millones) y en pleno incendio de bosques y montes tutelares de nuestras grandes capitales le pidieron la renuncia al director, capitán Arbey Trujillo, quien está que “echa chispas” y comenta que para la vigencia 2023 el gobierno aportó apenas $ 500 millones (como cualquier Fecode) y que de otro dinero aportado por Fasecolda sólo ejecutaron una parte, pues el resto no se pudo destinar, porque no se citó la junta directiva.
Petro sabía de la gravedad del asunto y “se hizo el de las gafas” para no enfrentar la catástrofe como ella lo ameritaba siendo él, supuestamente, el líder de la “potencia de la vida”, de la “Colombia humana”, abanderado de la salvación del planeta frente al cambio climático y héroe en su nueva y exorbitante misión: “expandir el virus de la vida por las estrellas del universo”. Y como si no fuera suficiente con tener al país convertido en un circo romano lleno de gladiadores contrincantes y de fieras salvajes cobrando sangre, ahora, con el panorama apocalíptico que vemos a través de las ventanas humeantes, ha decidido “chutarle” el pebetero a los municipios (Nerón llegó al colmo de inculpar a los cristianos de incendiar Roma, como si fueran ellos, los soldados de Cristo, unos bandoleros en trance de sedición, y condenó a tortura y muerte nada más y nada menos que a san Pedro y a san Pablo, que ocupan sitial de honor en nuestro altar sagrado.
Post-it. Y a todas estas, ¿dónde andarán los indígenas y sus mingas -principales dolientes del asesinato en serie de la Pacha Mama y de millones de “frailes-jones” y dónde sus cuadrillas a la hora de salvarlos de la fatal deflagración? Parece que estuvieran desaparecidos del mapa de la pacha mama.