Volver a empezar tiene la magia de la renovación, de sintonizarnos con esa capacidad de re-crearnos, reinventarnos. Es la maravillosa autopoiesis.
Hace casi cincuenta años, en los tempranos setentas, los biólogos chilenos Humberto Maturana y Francisco Varela acuñaron el neologismo autopoiesis para describir una característica fundamental de los sistemas vivos entendidos como redes: las nuevas moléculas producidas por el sistema interactúan con la misma red que las crea, lo cual puede interpretarse -en términos cotidianos- como la posibilidad biológica que tenemos los seres vivos para regenerarnos y auto-mantenernos, por y para nosotros mismos. Para quienes tengan interés en profundizar en el tema les sugiero leer Transformación en la convivencia, de Maturana; y si el interés crece, Organización y decisión, autopoiesis y entendimiento comunicativo, de Niklas Luhmann, como para empezar a adentrarse en diferentes concepciones sobre la autopoiesis. En un intento por aterrizar estas teorías a lo concreto, cada inicio de año lo asumimos como un nuevo comienzo, como una época de balance sobre lo vivido y de proyección sobre lo que vendrá. Pero en ese ejercicio, sin duda interesante y provechoso, se nos puede quedar perdido el eterno presente.
¿Cómo me estoy transformando hoy? No solo empezamos de nuevo cuando cambia el calendario de diciembre a enero o cuando cumplimos años, sino cada que la vida nos empuja a soltar lo conocido para aventurarnos en medio de la incertidumbre. Por más difíciles que sean los cambios que hemos de dar, nunca empezamos de cero: creer ello sería negar toda la historia vivida, con sus más y con sus menos, y desconocer la capacidad innata de re-crearnos tantas veces sea necesario, de aprender de todo lo que hemos recorrido previamente justo ahora, en este mismo momento. Sin darnos cuenta, todo el tiempo nos estamos re-creando. La autopoiesis no es solamente un proceso celular, natural e inconsciente, sino que también es una posibilidad emocional y cognitiva que podemos actualizar en cada aquí y cada ahora. Para ello, y en respuesta a la pregunta general de hace algunas líneas, nos podemos hacer otras preguntas más específicas, que nos pueden aportar luces para seguir aprendiendo en el proceso de la vida.
¿Qué necesito soltar hoy en mi vida? Las respuestas son, evidentemente, personales, y pueden ir desde una relación que nos intoxica hasta el oficio que hacemos. Es preciso tener cuidado con el verbo de la pregunta: no es lo que quiero o no quiero soltar, sino lo que necesito dejar. Querer hace alusión al deseo, y desde él nos podemos hacer trampa a nosotros mismos. Necesitar, no como carencia sino como llamado vital, nos permite acotar al ego y ganar enfoque sobre aquello que precisamos abandonar, en gratitud e integración. Una siguiente pregunta es: ¿hacia dónde necesito moverme? Esta pregunta es poderosa y reveladora. La clave para ir resolviendo la vida está en las preguntas que nos formulemos y cada quien puede construir las suyas propias. Las respuestas irán llegando y paulatinamente iremos aprendiendo a reconocerlas: nuestra alma siempre sabe; el trabajo -que no sencillo y sí posible- es sintonizarnos con ella. Aprovechemos cada nuevo tiempo para re-crearnos, re-inventarnos. Que el 2020 nos permita una visión más clara sobre nuestra propia vida.