Basta de hablar de cuarentenas, debemos cambiar el discurso. Eso dijo al presidente argentino Alberto Fernández el grupo de expertos que lo asesora frente a la pandemia. Al mismo tiempo, en Colombia, sin ser expertos pero sintiendo el peso económico y mental del encierro, un grupo de bogotanos le decía lo mismo a la alcaldesa Claudia López en frente de su casa.
No importa qué tan desarrollado el país y largo y restrictivo su confinamiento, la gente empieza a experimentar fatiga y a rebelarse frente a medidas coercitivas. El ser humano es gregario y por ello, a pesar de que algunos con un dejo de superioridad moral lo califiquen de bruto o irresponsable, la reunión social es la expresión más clara de la naturaleza humana: estar con el otro, reconocerse en el otro. Por eso me sorprende como la fuerza del orden está feliz persiguiendo violadores de cuarentenas como si fueran los peores delincuentes de la historia. Ojalá se persiguiera de la misma manera a los verdaderos criminales de este país.
¡Hace rato no hay cuarentena estricta! Eso responden cuando nos quejamos del encierro. Sin embargo, nos vienen hablando de cuarentenas desde marzo. El lenguaje importa porque construye realidades y por más abierta que aseguren que está nuestra economía, en la mente de los colombianos seguimos encuarentenados. Por eso, ya basta de hablar de cuarentenas, hay que cambiar el lenguaje. Empecemos a hablar de responsabilidad individual, de distanciamiento social y de cómo convivir con esta nueva realidad. Escondernos no puede seguir siendo la solución.
He sostenido desde hace mucho tiempo que en Colombia nos encerraron muy temprano, eso me ha acarreado la crítica sin cuartel de colegas y opinadores que me llaman irresponsable a través de las redes sociales. Nunca he querido decir que no entienda que las cuarentenas son necesarias para prevenir contagios y evitar muertes. Pero no pueden ser una solución extendida en el tiempo. Hoy cinco meses después, con el pico más alto de la pandemia y cuando realmente tenemos que estar en casa, la gente no da más. Por encima de las repercusiones económicas, las cuarentenas dejarán a la población con problemas de salud mental graves, que nuestros mandatarios ni se han detenido a pensar. Como dijo la profesora de sicología de la universidad de Bruselas Elke Van Hoof, la siguiente epidemia mundial será sicológica.
Por eso, que no nos digan que como no somos epidemiólogos no podemos hacer cuestionamientos a las decisiones de política pública que afectan nuestras principales libertades. Que no nos digan que todo obedece a sofisticados modelos que no logramos entender y por eso no podemos objetar. Comprendo que son esenciales en el manejo de esta pandemia, pero también entiendo que en ellos se olvida que somos seres humanos; que no somos solo datos con los cuales se hacen regresiones estadísticas. Las sociedades son mucho más que eso y los dirigentes deberían entenderlo. Ya van más de ciento cincuenta días de cuarentena, blanda o no, y por eso necesitamos más que cálculos con big-data e inteligencia artificial.