Belisario, monaguillo sempiterno | El Nuevo Siglo
Sábado, 15 de Diciembre de 2018

TUVIMOS la oportunidad de  comenzar a gozar de la cálida amistad a Belisario Betancur, allá por el año 1955, cuando colaborábamos con Diario Gráfico, él como columnista estrella  y nosotros como simples carga ladrillos. Esta publicación había remplazado a El Siglo, clausurado por la férrea censura de la dictadura de Rojas Pinilla. Eran días de clandestinidad y de conspiración. En la famosa Anac, la constituyente de Laureano que terminó legitimando el golpe de estado, B.B. formaba parte conspicua del llamado “Batallón Suicida” y pasaba más tiempo en la cárcel que en los debates. 

Era, ante todo, un muy  agradable y versátil contertulio,  que con su fino humor y agudeza. Ejercía la férrea defensa de la doctrina conservadora y de los valores del catolicismo. Se preciaba de ser "un buen creyente y un buen ciudadano". De su pluma salieron verdaderas páginas antológicas sobre el ejercicio de la democracia y los atropellos del régimen espúreo de Gurrupín, como se caricaturizaba al tirano. Desde entonces hacía camarilla intelectual con sus "compinches", como el mismo los calificaba, Afán Buitrago, Jorge Eliecer Ruiz y Bernardo Ramírez.

Con ellos creó el editorial Tercer Mundo  y puso en circulación grandes obras y hermosas colecciones, primorosamente diseñadas, que son verdaderas obras de arte. Por esa mismas calendas invitó al Papa Paulo VI y se empeñó en organizar el Congreso Eucarístico y en promover y popularizar las encíclicas Rerum Novarum y Populorum Progressio. Su gran aliado en todas estas lides fue monseñor Alfonso López Trujillo. "Yo siempre he sido un fiel y leal monaguillo" nos confesaba en un cálido reportaje que nos concedió para  "El Tiempo”, con ocasión del lanzamiento de su primera y fallida  candidatura presidencial. Fue también amigo y confidente de Juan Pablo II.

Unas décadas más tarde y habiendo alcanzado por fin el solio de Bolívar, fuimos testigos de primera fila de su brillante intervención ante las Naciones Unidas que le valió un standing ovation,-aplausos de pie durante diez minutos- en donde confesó que era el sobreviviente de una humilde familia de veintitrés hermanos. El propio Álvaro Gómez Hurtado, en esos momentos embajador en Washington y quien se encontraba entre los asistentes, exclamó maravillado "Esto es histórico y admirable".

Ese era Belisario. Un político carismático, un hombre con una simpatía a flor de piel y con una formación envidiable. Era, ante todo, un optimista impenitente e incorregible y un renacentista fuera de su tiempo Sin temor a equivocarnos podemos afirmar que “Bélico”, como se le trataba coloquialmente, fue un referente obligatorio de nuestra vida nacional los últimos  setenta años.

Adenda

Para muchos Belisario Betancur fue un poeta extraviado en la política, pero siempre fue un adversario leal. Como en el caso de Bolívar y Santander, el conservatismo sufrió por sus desavenencias con  Álvaro Gómez.