Bogotá, sin dolientes | El Nuevo Siglo
Miércoles, 11 de Octubre de 2023

Amo a Bogotá, es mi ciudad, donde nací y he vivido más de la mitad de mi vida. Aqui he desarrollado gran parte de mis actividades y con todos sus defectos me parece preciosa, la amo, pero me duele la indolencia de los bogotanos frente a su ciudad. Digo bogotanos porque los que hemos nacido aquí y aquellos de otras ciudades y países, pero que viven en Bogotá, se benefician o la perjudican en estos 307 kilómetros de área urbana.

Bogotá es como una mujer hermosa pero descuidada, que no se baña, no cuida de su piel, donde sus cabellos se llenan de piojos y su cuerpo, si se ve de cerca, es descuidado y desaseado. Así es lamentablemente esta ciudad, donde sus habitantes en gran mayoría son indiferentes. La actitud de la gente es displicente y anárquica. Veamos el tráfico vehicular, no respetan los carriles, ni se les da prelación a los peatones, los conductores aceleran cuando observan a alguien atravesar la calle o cruzar una esquina. Los carros tienen prioridad sobre la gente, invaden andenes, despiden monóxido de carbono sin compasión con el medio ambiente, los buses y taxis paran donde se les viene en gana sin respetar los paraderos y a los otros vehículos, menos a las personas. Los conductores son agresivos, en muy pocas ocasiones ceden la vía a otros vehículos, pitan acosando al de adelante sin que el semáforo aún hubiese cambiado. La explosión de motos, bicicletas y patinetas son un nuevo fenómeno de caos y peligro vial.

Ahora veamos la proliferación de gamines y vendedores ambulantes en las vías. En cualquier trancón aparecen decenas de ellos ofreciendo todo tipo de mercancías y acosando a quienes van en los carros, algunos se ponen energúmenos cuando no se les compra o no se les da limosna; y que decir de los limpiavidrios, estos abusivos sin preguntar se toman los parabrisas por asalto y ante la negativa, muchos de ellos se muestran desafiantes. Los maromeros y saltimbanquis callejeros que se toman las esquinas para hacer sus improvisados espectáculos, que además de ser peligrosos son atrevidos, pues avientan a unas muchachas al aire sin ninguna protección, otros expulsan fuego de sus bocas en medio de los carros, también colocan cuerdas flojas para caminar de poste a poste y bordean de malabares con bicicletas y muchas más maromas tomándose las vías como carpas circenses. Nadie los regula ni les dice nada, es el derecho al trabajo aun incomodando a miles de personas.

Bueno, si a lo anterior le sumamos el desaseo de las calles, donde las bolsas de basuras en los andenes son rasgadas por los recicladores regando los desperdicios en los andenes, el pésimo barrido de las escobitas y la gente tirando más y más mugre a la calle, entonces la ciudad sufre. Casi todos los postes de la luz están llenos de afiches con propaganda de todo tipo, en especial de cosas raras. Son pocas las fachadas, puentes o paredes sin estar pintoreteadas de esos horribles grafitis con mensajes oscuros. En fin, mi amada ciudad no tiene dolientes, la gente es indiferente a tanta incultura ciudadana, por eso la inseguridad es muy grande, porque el sentir de los ladrones es pescar en rio revuelto.

Tendría mucho más que enumerar, pero no me alcanzarían las páginas, quiero concluir que la actitud de los bogotanos deja mucho que desear. Necesitamos alcaldes que se preocupen por la cultura ciudadana, que hagan pedagogía cívica desde los colegios públicos y privados, grandes campañas en los medios, poner autoridad y hacer valer el código de policía, pero sobre todo querer la ciudad. Si cambiamos la cultura, Bogotá sería una maravilla, se reducirían los problemas, sería más segura, productiva y turística, podría ser un modelo para el mundo. Pero eso depende de cada uno de nosotros, más allá de quien sea el alcalde, aunque todo comienza por la cabeza, pero la gente con una nueva actitud ayudaría a ese cambio. Ojalá algún día lo podamos ver, no perdamos la esperanza.

arangodiego@hotmail.com