La capital colombiana va de mal en peor por culpa de sus habitantes, sus gobernantes, sus visitantes, sus acusadores, sus defensores, sus autoridades, sus servicios, etc.
Orgullosamente se identificaba como Bogotá, D.C., nombre que ya se cambió por Bogotá, U.C.I., porque ingresó a la Unidad de Cuidados Intensivos, como último recurso para buscar nuevos, íntegros, entusiastas e idóneos gobernantes y dirigentes la revivan y la saquen de la postración.
Está invadida de “maletines naranja”, que antes de considerarlos como apoyo a la movilidad y la organización, se les aprecia como el gran negocio para fabricantes, vendedores y compradores.
El “pico y placa”, que algunos esperaron sirviera para descongestionar el tránsito, es ahora un filón ideado por Claudia, para paralizar la ciudad.
Los escasos días que se puede usar un vehículo que, paga el más abultado impuesto de rodamiento, se debe disponer del día entero para cualquier diligencia. Las anteriores calles, avenidas y rutas, ya no se pueden tomar, las angostaron para instalar antitécnicas ciclorrutas y franjas exclusivas para buses que pasan desocupados ante las congestiones y la inseguridad. El poco espacio que aún queda para los vehículos, debe compartirlo con millares de motos, que, “culebrean”, por entre los carros, sin respetar la menor norma de tránsito.
Nada se diga del pésimo estado en que se encuentran las pocas vías, llenas de huecos. El “reparcheo”, es de pésima calidad, pero valiosamente contratado. ¿Y qué tal las obras mínimas que taponan calles enteras? ¡Planeación, por favor!
Nadie sabe a ciencia cierta, si en Bogotá, U.C.I., hay gobernantes, subalternos, expertos en movilidad, Concejo, policía, poder judicial, fiscalía o solo existe una comunidad sumisa y tolerante que debe se somete a lo que le impongan. Esa que votó por falsos espejismos.
Capítulo aparte tiene la inseguridad. Ya no hay quién pueda escapar al hampa que se apoderó de todo: que asesina, atraca, hurta, extorsiona, secuestra, ejerce el feminicidio, el rapto de niños y niñas para prostituirlos. Son organizaciones criminales criollas, reforzadas por las que Duque dejó entrar de Venezuela. Desde las propias cárceles de Maduro, manejan el pingue negocio criminal en Bogotá.
La alcaldesa trata de eludir sus responsabilidades, acusando a la justicia -que en realidad cohonesta- porque liberara a los capturados por la policía, la fiscalía y la ciudadanía. La gran escuela del crimen se “cuela” en Transmilenio, que se ha convertido en su territorio natural.
Adicionalmente Bogotá, U.C.I., es la ciudad más fea de Colombia, con esas basuras depositadas en las horrorosas canecas que invaden los andenes. Con desechos que tapan las alcantarillas e inundan vías y barriadas. Los espantosos grafitis y demás arandelas que desdibujan casas, muros, y edificios, han destruido la Capital, la Atenas Suramericana, la ciudad amable y la joya de la corona que antes fue. ¿Vendrá algún alcalde que la rescate?
BLANCO: Será posible que el “metro subterráneo” abra el tránsito de Bogotá. ¿Probamos?
NEGRO: Papas, huevos, carne y el alza de intereses, dispararon la inflación. ¿Alguien pondrá el cascabel al gato emisor?