Los tesoros se encuentran en lo profundo. Si fuese fácil hallarlos se perdería el encanto de la búsqueda, la emoción de seguir las pistas y la satisfacción de relacionarlas. Tampoco podríamos saborear el cansancio del esfuerzo ni la tristeza por no hallar lo anhelado.
El buscador sabe que el camino tiene escollos, las dificultades propias de una aventura; quien busca también reconoce que algunas etapas del camino se hacen más llevaderas y amables. Buscar, al igual que aprender y vivir, no es una recta ascendente: por el contrario, hay avances y retrocesos, aciertos y errores.
¿Para qué buscar, si podemos continuar cómodamente instalados sin necesidad de nada más? Ir tras las huellas de esas preciadas joyas que tenemos adentro constituye el mejor viaje de todos, el verdaderamente imprescindible. Claro, los viajes afuera son maravillosos, pero a lo que en verdad estamos llamados es a encontrar adentro la plenitud y la felicidad.
Seguir los rastros de la historia personal requiere, por una parte, capacidades físicas, emocionales, cognitivas y trascendentes; por otra, herramientas que faciliten el proceso.
Sí, todo empieza en el cuerpo, ese primer territorio en el cual vivimos todo cuanto nos ocurre. Desde el cuerpo que somos se desata el impulso vital para explorar adentro, indagar por saber quiénes somos en realidad, más allá de los rótulos de la vida cotidiana. El cuerpo es el lugar de los sentipensamientos, aquellos que brotan a cada instante y que pueden potenciar nuestro recorrido existencial o lo pueden entorpecer.
Necesitamos valor para sumergirnos en nuestra historia, pues encontraremos no solo los relatos conscientes de nuestras vidas, sino también -y más importante aún- los inconscientes, esos sobre los cuales escribimos el guión vital y donde están todas las respuestas.
Si de veras queremos emprender la búsqueda interior, las herramientas van apareciendo ¡Sin lugar a dudas! Los multiversos nos proveen todo lo necesario, incluso aquello que ni sospechábamos que existía. Cuando nos disponemos a la búsqueda, todo se va ajustando.
A cada ser humano le llega su momento de indagar adentro. No hay prisas ni competencias, no es un reality; es la vida que se manifiesta en su sabiduría y nos permite infinitas oportunidades de aprendizaje. Muchas veces la búsqueda será estéril y tendremos derecho a darnos por vencidos. También habremos de recular, cuando alguna pista de vida no sea tan reveladora como creíamos. ¡Vale rendirse y retroceder!
Luego de echar hacia atrás, sentir el cansancio y haber parado, podemos retomar la tarea, sin importar las claridades o dudas que tengamos. Resulta fundamental declarar ese anhelo de búsqueda y encuentro: cuando lo hacemos nos conectamos con nuestro propio poder y con el del Todo en nosotros.
No estamos solos: siempre encontraremos guías y compañeros de viaje, que van en su propia exploración. Podemos sumergirnos esperanzados en encontrar las respuestas en las ocultas grutas del océano, en ese mar inconsciente que nos abraza y al cual -con gratitud total- podemos activar para que se haga consciente. Con plena seguridad, la búsqueda da sus frutos.