Lo aburridor de soñar con cadena perpetua como castigo para asesinos y violadores de niños y niñas en Colombia es que se ha convertido en un clamor que aparece cada vez que agreden o matan alguno. Parece ser que en esta oportunidad el proyecto de ley será un hecho con el respaldo decidido del presidente Duque. La cadena perpetua sería una de las soluciones para un problema de dimensiones dramáticas. Por mi parte sé que Santos se comprometió en la campaña del 2014 a sacar esa ley adelante, pero le hizo ‘conejo’ seguramente porque le podría dañar el caminado de los acuerdos de paz en La Habana. Es que hablarles de cadena perpetua por violación a quienes sistemáticamente violaron a niñas y niños no era para nada vendedor.
Castigar al asesino y violador está al final de espectro del problema del maltrato infantil y es necesario hacerlo, pero la raíz de tanta violencia se podría encontrar en lo que sucede en los hogares colombianos, allá en el comienzo de la vida, junto a los padres. No olvidemos que según el ICBF los días de más alto riesgo para los niños son los fines de semana, con especial énfasis en los domingos en la tarde.
Una pista es que aún en Colombia muchas familias creen que para educar bien a un niño hay que usar golpes y maltrato psicológico. A pesar de que la OMS ha catalogado los golpes como maltrato infantil (palmadas, cachetadas, latigazos, etc.) en Colombia se “educa” a los niños a punta de “fuete”. Se reemplazan la disciplina, los límites y la contención amorosa con golpes, porque las generaciones anteriores también impartieron violencia como método de crianza.
Está demostrada con estudios la nefasta correlación entre la salud a lo largo de la vida y el maltrato físico, psicológico, abuso sexual, negligencia y abandono sufridos en la infancia. Estudios longitudinales sugieren que incluso haber estado sometido a padres adictos a sustancias psicoactivas es una forma de maltrato infantil que tiene secuelas de largo plazo (¡ojo padres consumidores recreacionales!).
Colombia no en vano es el segundo país más peligroso en el mundo para ser niño, según la ONG Save The Children. Dice el ICBF que diariamente, en promedio, se denuncian 66 casos de maltrato infantil, es decir, más de 24 mil al año, y según Medicina Legal para el 2018 éstos han aumentado. La violencia que cometen los adultos en contra de los niños es una muestra de lo que fueron sus propias infancias.
Un adulto que secuestra, viola, estrangula e incinera a una niña, es un ser humano que, en efecto, no tiene conciencia. ¿Qué pasó en la vida de esos monstruos (que son miles en Colombia y en todos los estratos)? Es la pregunta que debemos hacernos, no para excusarlos (¡jamás!) sino para diseñar políticas multisectoriales de protección en las familias.
Una movilización en pro de las crianzas respetuosas, sin golpes ni humillaciones, sin agresiones sexuales, es de imperiosa necesidad. Hay que empezar a explicar familia por familia que como hemos criado a los niños en Colombia no nos ha dado resultado. Este país está en mora de pararle bolas a la infancia y la cadena perpetua sería un mensaje claro para marcar un cambio en la forma como, desde la alta política, se tomaría en serio la vida de los niños, porque ellos, hasta hoy, han sido considerados ciudadanos de tercera categoría, y esa concepción tan salvaje y adulto-céntrica debe cambiar.