CAMILO HERRERA MORA* | El Nuevo Siglo
Sábado, 18 de Octubre de 2014

Mi Pacífico

 

La semana pasada cumplí una promesa: que mis hijos vieran las ballenas en el mar y no en un acuario, y nos fuimos a Nuquí. Vimos las ballenas, me entusiasmé con ellas como muchos, pero en el camino me enamoré del Pacífico chocoano, cuando volviendo al hotel una tarde, volteé la cabeza y vi el atardecer, y me di cuenta de que aún no sabía qué era la belleza de la naturaleza y sus espectáculos naturales.

Como cachaco, mi relación con esta región del país no iba más allá de una gran amistad con Samir Campo, quien nació cerca de ese enorme mar y parte de esa gente maravillosa, pero yo no sabía nada del Chocó, de su mar, sus playas, sus riquezas humanas y culturales, hasta que estuve unos pocos días allá y me bastó para comprender que este país es una magia por descubrir, pero no puedo negar que me sentí como un extranjero en esas tierras.

Desde la capital, esta inhóspita zona selvática, donde conviven morenos, “paisas” y emberas es desconocida o se limita a ser la sala-cuna de las ballenas yubartas o jorobadas como se les conoce, pero su esplendor es mucho más grande que eso, y lo comprendí cuando arribaba a la playa y vi a mis hijos llenos de arena jugando con un grupo de morenos a hacer castillos de arena, mientras uno de ellos le explicaba a mi hija que veían esos cangrejos todos los días y que no entendía por qué a ella le parecían tan raros.

Morenos e indígenas viven pacíficamente, trabajando día a día para comer, en unas complicadas condiciones de pobreza, que nos ponen un reto enorme de desarrollo, porque debemos colaborar con miras a reducir sus problemas pero sin afectar su enorme calidad de vida, cultura, tradiciones y sabiduría.

Siempre me he sentido colombiano y he defendido a mi país en cada lugar del mundo al que voy, pero en el Pacífico me sentí como un extranjero, que se deslumbra con las maravillas que siempre ha tenido en su casa y nunca se había dado cuenta. Los que me conocen saben de mi amor por mis montañas de Bogotá, y ahora sabrán de mi enamoramiento por mi Pacífico, donde nacen las ballenas con partida de bautizo colombiana para recorrer el mundo. Simplemente me volví a enamorar.

Colombianada. No sé si todos tenemos un moreno y un indígena de antepasado, pero sí recomiendo que los tengamos de amigos en el futuro.

@consumiendo

*Presidente de Raddar