CARLINA TOLEDO PATTERSON | El Nuevo Siglo
Viernes, 2 de Diciembre de 2011

 

Cultivar la muerte

 

Creo que ningún colombiano con cinco dedos de frente tiene dudas de que las Farc cometieron un crimen de guerra al haber ejecutado cuatro de los rehenes que estaban en su poder. Dudo mucho que a los subversivos les trasnoche esta tipificación del Derecho Internacional Humanitario (DIH), pero para nosotros es otro acto más de barbarie en los anales de la historia de Colombia.

Muchos sesudos análisis de los últimos días concluyen que este conflicto está degradado y como lo afirma Pedro Medellín en su columna de El Tiempo del pasado martes, “la orden de ejecución implica que los dirigentes de las Farc no están dispuestos a mantenerse dentro de los límites de la guerra”. En ese sentido cobra significativa validez la afirmación del editorial de El Nuevo Siglo en la misma fecha que dice “Las Farc se fueron por el desbarrancadero”.

Ciertamente como colombianos estamos hastiados de esta violencia irracional. Sabemos que el enemigo no tiene Dios ni ley y sus actos se merecen toda la condena nacional e internacional que han tenido ahora y en el pasado. Sin embargo, el sábado en la tarde con profundo dolor en el alma, me preguntaba ¿hasta qué punto a todos y cada uno de nosotros nos cabe cierto grado de responsabilidad en la perpetuación de este ciclo de violencia absolutamente injustificada? Porque sin lugar a dudas, la tenemos.

En ese sentido confieso que me causó profundo rechazo encontrar hace pocas semanas en las primeras páginas de un sinnúmero de periódicos (entre los cuales orgullosamente no estaba este) el primer plano de la cara de Alfonso Cano muerto. Se dificulta la lectura de un texto después de eso, no sólo por el rechazo que causa una imagen tan fuerte como esa, sino por la saña que lleva implícita. Cada medio de comunicación tiene su propio estilo para el manejo de la información, pero el cuestionamiento previo de todo Director/a en casos como el mencionado -más allá de los ejemplares adicionales que logre vender con ese abierto amarillismo- es la responsabilidad que le compete con una sociedad que ya de por sí tiene unas heridas profundas.

Evidentemente la cascada de odio y rencor que se ha desatado en redes sociales y demás medios, refleja que llevamos años cultivando la muerte en Colombia. Personalmente esto me genera una fuerte desazón y tristeza porque estamos lejos, muy lejos de un necesitado ánimo de reconciliación que podría cortar el ciclo de violencia.

@CarlinaToledoP